El señor Edgardo Kueider acaba de ser expulsado de la Cámara de Senadores. La votación fue abrumadora en su contra. Dicho de manera llana, todos sus pares, por buenas y malas razones, se curaron en salud con el senador entrerriano. El hombre fue sorprendido con las manos en la masa, in fraganti como se suele decir, y por lo tanto es indefendible. Su situación no es muy diferente a la de José López con los bolsos. El escrache es tan grande que ni la abuelita se anima a hablar a su favor. Por sus "méritos", Kueider es un perro muerto tirado en la zanja. Corruptos y no corruptos hacen cola para patearlo porque saben que es justo pero, además, sale gratis y es fácil. A muchos senadores les viene como anillo al dedo un baño de decencia. Y Kueider es el jabón, el champú y la crema de enjuague.
Así y todo, me voy a permitir ser escrupuloso. No me gustan los linchamientos políticos; no me gusta que se viole el principio de presunción de inocencia. Kueider fue expulsado de la Cámara de Senadores sin un informe oficial sobre su culpabilidad. Dicho de una manera rápida, la prueba la presentaron los medios que, a decir verdad, realizaron un trabajo notable, pero en democracia los procedimientos se completan de otra manera. Guste o no a nuestra sed de justicia, en una república democrática esas licencias no están permitidas. No necesito explicar lo que pienso de Kueider, pero la cultura democrática se pone a prueba en estos casos. No pretendo pecar de ingenuo, pero si nos decimos republicanos y demócratas, seámoslo incluso en las circunstancias difíciles. Cuidado con los precedentes que sentamos. Hoy lo sacamos "a patadas en el culo" a Kueider, como señaló el presidente con el garbo que lo distingue, pero mañana pueden querer aplicar parecidas patadas en el trasero no a delincuentes flagrantes como Kueider, sino a personas de bien. Cuidado.
Cuando estalló el escándalo de Alfredo Yabrán, el entonces diputado César Jaroslavsky dijo que para condenarlo eran necesarias las pruebas. Lo discutieron y le dijeron de todo. Hasta testaferro de Yabrán le dijeron. La respuesta de Chacho fue elocuente y fiel a su estilo: "Si a un radical tengo que explicarle los valores de la presunción de inocencia, lo primero que le digo a ese radical es que se vaya a la puta madre que lo parió". Cosas de Chacho. Pero volvamos a Kueider. Repasemos. Kueider es un peronista electo senador por la provincia de Entre Ríos. A su condición inexcusable de peronista, le suma su condición de haber sido el senador más mileísta, es decir, el que le votó más leyes para la causa libertaria, votos que, hasta el ciudadano más distraído lo sabe, no son gratis. Sabemos, vaya si lo sabemos, que estos malabarismos de la política no se hacen por razones políticas o especulaciones ideológicas. ¿Cómo se traga este escuerzo? Por ahora lo expulsaron del Senado. En su lugar llegará a la banca una militante kirchnerista de paladar negro. Conclusión paradójica: a la hora del poroteo político el mileísmo ha perdido un aliado firme y el kirchnerismo ha ganado un voto. Todo se hizo a las atropelladas por Senadores iluminados de pronto por una sagrada virtud republicana. Tan de golpe, que hasta parecería que olvidaron que a la hora de sesionar el presidente Milei viajaba a Europa y, por lo tanto, Victoria Villarruel no podía presidir las sesiones. Los atropellos y las sobreactuaciones suelen presentar estos inconvenientes. A no alarmarse por tanto jaleo.. En el futuro inmediato pueden producirse más novedades, incluso pases políticos inversos. Presten atención quién maneja la caja y conoceremos la identidad y las intenciones de los pasajes de una orilla a la otra.
Kueider es lo más parecido a un cadáver político y es probable que dentro de unos meses ni recordemos su nombre. Kueider no puede explicar la fortuna acumulada desde el poder, no puede explicar los viajes a Paraguay con su secretaria, no puede explicar el bolso en la aduana, no puede explicar nada. Lo suyo de todos modos no es extravagante en estas tolderías políticas. Los enriquecimientos ilícitos, los bolsos repletos de dólares, las fortunas en el extranjero, no lo inventó Kueider y, además, me temo que esta película de atorrantes y ladrones no termina con Kueider. ¿De dónde sacó la plata este buen muchacho? No lo sé. El hombre se dio el lujo de ser presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales. Una joda. ¿Quién lo puso? ¿Por qué lo pusieron? ¿Cuánto le pagaron por esa designación? Una pista política podría ser averiguar cómo votó las últimas leyes. ¿O es necesario explicar o recordar que desde hace años, muchos años, algunas leyes se compran y se venden? La preguntas decisivas que hay que hacerse de aquí en más, o de aquí en menos, son: ¿Cuántos Kueider hay hoy dando vueltas en el Congreso? ¿Cuántos Kueider están en este momento viajando con su secretaria en dirección a alguna frontera? Y estas preguntas valen para todos. Kueider, siempre importa recordarlo, es peronista. Y sabemos que un personaje de esta catadura sólo es gestado en el vientre pantagruélico del peronismo, pero me da la sensación de que la plata que obtuvo en los últimos meses no salía de las bolsas del peronismo. Conviene saberlo: la novedad que adquirió estado público esta semana es que el vicio de corromperse no es una virtud exclusiva del peronismo. Además, me parece innecesario agregar que la danza macabra de la corrupción se baila entre dos: el corrupto y el que corrompe.
Nunca compartí el uso ligero de la palabra "casta", pero está claro que hemos vivido el proceso que transforma a lo que debería ser una clase dirigente en una casta. Es el pasaje entre la política y la ética republicana, a la corrupción y el privilegio. Nunca voy a decir que todos los políticos son corruptos, pero sí es necesario decir que hay demasiados políticos corruptos. Por eso Milei. Por eso, entre otras cosas, Milei es presidente. No me consta que Milei sea la solución ética para la Argentina, pero está claro que la sociedad eligió a un personaje "extravagante" porque estaba, por buenas y malas razones, harta de los personajes supuestamente respetables que ejercen el poder para enriquecerse por varias generaciones. El kirchnerismo es el ejemplo más patético, pero no es el único. Fiscales que organizan fiestas que empalidecen a los personajes de la farándula; políticos que no pueden explicar por qué sus millones y sus propiedades en el extranjero a su nombre o a nombre de su esposa ¿Milei es ajeno a todo esto? Puede que sí, por lo menos, amplias franjas de la sociedad le creen, y si bien no le ahorran críticas, hasta tanto alguien demuestre lo contrario Milei no parece estar en el poder para hacerse millonario.
Los muchachos peronistas fueron sugestivamente duros con Kueider, pero fueron previsiblemente solidarios con Oscar Parrilli, procesado por su participación en esa maniobra desvergonzada contra el honor nacional que fue el Memorándum. Digamos, a modo de síntesis, que en las últimas décadas el peronismo expresó una conmovedora solidaridad con sus corruptos. Importa observar, como al pasar, que Kueider es lo que es (incluso hasta su apellido empieza con la paradigmática letra K) pero comparado con Cristina, la jefa del peronismo, es apenas un apresurado punga. Kueider, después de todo, hasta la fecha no está condenado ni en primera ni en segunda instancia, un privilegio del que Cristina no puede jactarse.
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