Martes 2.1.2024
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Recomiendo releer "Patas arriba" de Eduardo Galeano. Un libro que no envejece aunque fue publicado a finales del siglo XX. Fiel a su estilo y muy bien documentado (cada capítulo cierra con las fuentes consultadas), Galeano mezcla literatura, periodismo de divulgación y crítica social. Esta obra se complementa perfectamente con "Las venas abiertas de América Latina".
Tapa de la revista Humor durante la presidencia de facto del general Jorge Rafael Videla. La imagen refleja otra manera de ilustrar los efectos de las recetas neoliberales que aplicó el PRN a favor del Mercado Libre.Con Javier Milei y Co. vuelven viejas recetas que ya hemos probado -por citar a grandes rasgos- con José Alfredo Martínez de Hoz en la dictadura y con Domingo Cavallo en democracia. Durante el gobierno militar, el terrorismo de Estado doblegó las voluntades para aplicar medidas económicas que enriquecieron aún más a los ricos y empobrecieron a la enésima potencia a los pobres. Con la democracia, y a partir de la "tierra arrasada" que dejó el Proceso de Reorganización Nacional (PRN), estas medidas fueron envueltas en discursos demagógicos que nos endulzaron los oídos porque hablaban de "Salariazo", "Revolución productiva", "Tractorazo" o "Convertibilidad" (¡Un peso, un dólar!).
La corrupción y el oportunismo de la "Casta" (legislativa, judicial, sindical y empresarial) hicieron la vista gorda para que esas "chantadas" prosperaran. Aunque nos decían que "estábamos mal pero íbamos bien", la venda se nos cayó de los ojos en 2001; rabiosos gritamos "¡Que se vayan todos!" pero, como camaleones, la "casta" cambió de apariencia para seguir reinando. Por eso, propongo oír lo que Galeano reseñó en su libro sobre lo que significa vivir en América Latina y en otras regiones denominadas "en vía de desarrollo". Como si esto fuera una entrevista, formularé preguntas que se responderán con citas del texto en cuestión. ¡Aguante, en este caso, el "recorte y pegue"! En tiempos de confusión, los textos del escritor uruguayo son tan lúcidos como los archivos de Tato Bores. ¡Permiso!
MD: ¿Cuáles son los antecedentes del tan mentado "libre mercado"?
EG: Octava maravilla del mundo, décima sinfonía de Beethoven, undécimo mandamiento del Señor: por todas partes se escuchan himnos de alabanza al mercado libre, fuente de prosperidad y garantía de democracia. La libertad de comercio se vende como nueva, pero tiene una larga historia. Y esa historia tiene mucho que ver con los orígenes de la injusticia, que en nuestro tiempo reina como si hubiera nacido de un repollo, o de la oreja de una cabra. Hace tres o cuatro siglos, Inglaterra, Holanda y Francia ejercían la piratería; la libertad de comercio fue la coartada que toda Europa usó para enriquecerse vendiendo carne humana, en el tráfico de esclavos.
Cuando los Estados Unidos se independizaron de Inglaterra, lo primero que hicieron fue prohibir la libertad de comercio, y las telas norteamericanas, más caras y más feas que las telas inglesas, se hicieron obligatorias, desde el pañal del bebé hasta la mortaja del muerto; después, sin embargo, los Estados Unidos enarbolaron la libertad de comercio para obligar a muchos países latinoamericanos al consumo de sus mercancías, sus empréstitos y sus dictadores militares.
Rindiendo homenaje a la libertad de comercio, la industria británica redujo a la India a la última miseria, y la banca británica ayudó a financiar el exterminio del Paraguay, que hasta 1870 había sido el único país latinoamericano de veras independiente; pasó el tiempo y a Guatemala se le ocurrió, en 1954, practicar la libertad de comercio comprando petróleo a la Unión Soviética, y entonces los Estados Unidos organizaron una fulminante invasión, que puso las cosas en su lugar.
Todos los antecedentes históricos enseñan que la libertad de comercio y las demás libertades del dinero se parecen a la libertad de los países, tanto como Jack el Destripador se parecía a San Francisco de Asís. Cada vez que se reúnen, y se reúnen con inútil frecuencia, los presidentes de las Américas emiten resoluciones repitiendo que el mercado libre contribuirá a la prosperidad. A la prosperidad de quién, no queda claro.
MD: ¿Por qué el mercado libre exige "privatizar" los bienes del Estado?
EG: A las órdenes del mercado, el estado se privatiza. ¿No habría que desprivatizarlo, más bien, estando como está el estado en manos de la banquería internacional y de los políticos nacionales que lo desprestigian para después venderlo, impunemente, a precio de ganga? El tráfico de favores, el canje de empleos por votos, ha hinchado de parásitos a los estados latinoamericanos. Una insoportable burro-cracia ejerce el proxenetismo, en el sentido original del término: hace dos mil años, la palabra proxeneta designaba a quienes resolvían los trámites burocráticos a cambio de propinas. La ineficacia y la corrupción hacen posible que las privatizaciones se realicen con el visto bueno o la indiferencia de la opinión pública mayoritaria.
Los países se desnacionalizan a ritmo de vértigo. Los presidentes viajan por el mundo, convertidos en vendedores ambulantes: venden lo que no es suyo, y esa actividad delictiva bien merecía una denuncia policial, si la policía fuera digna de confianza.
Se privatizan las ganancias, se socializan las pérdidas. En 1990, el presidente Carlos Menem mandó al muere a Aerolíneas Argentinas. Esta empresa pública, que daba ganancias, fue vendida, o más bien regalada, a otra empresa pública, la española Iberia, que era un ejemplo universal de mala administración. Las rutas, internacionales y nacionales, se cedieron por quince veces menos de su valor, y dos aviones Boeing 707, que estaban vivos y volando y tenían para rato, fueron comprados al módico precio de un dólar con cincuenta y cuatro centavos cada uno.
MD: En la era de las privatizaciones y del mercado libre, el dinero gobierna sin intermediarios. ¿Cuál es la función a la que se reduce el Estado?
EG: El estado debe ocuparse de la disciplina de la mano de obra barata, condenada a salarios enanos, y de la represión de las peligrosas legiones de brazos que no encuentran trabajo: un estado juez y gendarme, y poco más. En muchos países del mundo, la justicia social ha sido reducida a justicia penal. El estado vela por la seguridad pública: de los otros servicios, ya se encargará el mercado; y de la pobreza, gente pobre, regiones pobres, ya se ocupará Dios, si la policía no alcanza.
MD: ¿Qué sucede cada vez que se vocifera la palabra "ajuste" como salida de emergencia?
EG: Desde el punto de vista de la lucha contra la inflación, las medidas de ajuste son un buen remedio. Desde el punto de vista de quienes las padecen, las medidas de ajuste multiplican el cólera, el tifus, la tuberculosis y otras maldiciones. La economía latinoamericana es una economía esclavista que se hace la posmoderna: paga salarios africanos, cobra precios europeos, y la injusticia y la violencia son las mercancías que produce con más alta eficiencia.
MD: ¿Cuáles son las consecuencias más frecuentes de la aplicación de las recetas neoliberales en nuestro Cono Sur?
EG: En América Latina, estos son los paisajes típicos: los estados se dedican a ser policías; los presidentes se convierten en gerentes de empresas ajenas; los ministros de Economía son buenos traductores; los industriales se convierten en importadores; los más dependen cada vez más de las sobras de los menos; los trabajadores pierden sus trabajos; los campesinos pierden sus tierritas; los niños pierden su infancia; los jóvenes pierden las ganas de creer; los viejos pierden su jubilación. La vida es una lotería, opinan los que ganan.
MD: ¿Por qué nos acomodamos tan mansamente a las injusticias? ¿Por qué las antiguas recetas económicas que nos empobrecieron renacen disfrazadas de soluciones mágicas y logran nuevos y fervorosos seguidores en múltiples sectores de la sociedad?
EG: El "mundo al revés" nos enseña a padecer la realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y a aceptar el futuro en lugar de imaginarlo. En su escuela, son obligatorias las clases de impotencia, amnesia y resignación.