La decadencia de la educación en la Argentina no es una novedad y, lamentablemente, tampoco hay indicios de una reacción para revertirla. Las evaluaciones muestran un empeoramiento constante. Incluso si tomamos pruebas anteriores a la pandemia, como las de la UNESCO del año 2019, nuestros estudiantes obtuvieron resultados más bajos que el promedio de los países de América Latina.
Ana Borzone, docente e investigadora, efectuó un diagnóstico desolador de la realidad educativa (Infobae, febrero de 2022). Dirigió sus críticas al método de enseñanza, el cual genera que los chicos terminen la primaria "sin leer ni escribir y sin comprender textos". Esta grave situación tiene consecuencias, alertó la pedagoga, pues los jóvenes no podrán incorporarse al mundo laboral, por carecer de "los instrumentos básicos que son la lectura y la escritura". A su entender, se están generando "chicos prescindibles", por lo cual, no dudó en considerar que es una "tragedia educativa". Ve en la adopción de la "psicogénesis de la escritura" la causa del fracaso, una metodología de enfoque constructivista instalada mediante un discurso ideológico.
Ese método –según Borzone- plantea que los chicos tienen que aprender solos, descubriendo ellos qué significan las palabras de un texto. Cuando los estudios muestran, en cambio, que "los chicos no pueden aprender todo a través de la experiencia directa", ni "inferir el significado de una palabra que no conocen". Explicó que actualmente tienen un vocabulario paupérrimo porque "la psicogénesis no enseña vocabulario, (…) no enseña estrategias de comprensión", entonces, "no pueden comprender los textos y el primer paso para aprender cualquier contenido (…) es poder comprender".
A su criterio, tenemos que enseñar en forma sistemática e intensiva. Ella trabajó de esa manera con chicos de 5 años de sectores vulnerables, y aprendieron a leer y escribir. Concluyó Borzone que hay "una gran estafa" con la aplicación de esas metodologías derivadas de la ideología instalada en los Ministerios, porque "va en contra de la ciencia y de todo lo que se ha investigado en estos últimos 50 años".
Frente a esta realidad, cabe acudir a quienes a pesar del paso del tiempo siguen interpelándonos con sus ideas, como a su vez nos alumbran y asisten cuando reina la confusión y opacidad. En una carta fechada el 29 de mayo de 1907, Miguel de Unamuno, entonces rector de la Universidad de Salamanca, expresó al filósofo uruguayo Carlos Vaz Ferreira que coincidía con sus criterios pedagógicos. En esa ocasión, el escritor bilbaíno le contó a Vaz Ferreira lo siguiente: "Un día me hablaba un maestro de cómo hay que dejar libre la espontaneidad del niño, y me ponía el ejemplo del agua, que ella misma busca el nivel y sigue la línea de la menor resistencia".
Ante tal respuesta, Unamuno recuerda que le replicó a ese maestro: "Sí, en cada momento de su curso, pero no en el conjunto de él". Y entonces pasó a explicarle que "un riachuelo al llegar a un obstáculo, sea una piedra, toma el camino de la menor resistencia, a la izquierda supongamos; pero si un hombre removiese el obstáculo quitando la piedra es fácil que el resto del curso del riachuelo, por la derecha, fuera de menores resistencias". Con esa representación, Unamuno esbozó su idea: "Es que el agua no ve sino lo inmediato, no ve ni a un centímetro de distancia, y resuelve sólo lo del momento. Y un ingeniero le traza a un río un cauce más breve, más sencillo y de menores resistencias que el que naturalmente se buscaría él. Y así es la educación. Hay que trazar el cauce al niño".
Luego, Unamuno le confesó que estaba "harto de decir y repetir a los maestros que lo importante no es precisamente cómo debe enseñarse, sino qué es lo que se debe enseñar y qué no. Del qué sale el cómo mucho mejor que del cómo el qué". La distancia temporal y los pasos posteriores recorridos por la pedagogía, no invalidan estas lúcidas reflexiones epistolares, como tampoco las de Vaz Ferreira en sus escritos "Dos paralogismos pedagógicos y sus consecuencias", "La exageración en Pedagogía", "La falsa simplificación en Pedagogía" y "Un exclusivismo pedagógico". títulos que por sí mismos son elocuentes para interpelar a la actual educación. El filósofo buscó liberar al docente de dogmatismos y por ello tuvo la simpatía de Unamuno, quien sufría al ver cómo la pedagogía estropeaba al maestro con un excesivo interés en el procedimiento en vez de lo sustancial.
En esta sintonía encontramos actualmente a Inger Enkvist, pedagoga sueca, quien sostiene la necesidad de volver a una pedagogía tradicional. En una disertación del año 2007, expuso que la educación se deterioró por la influencia de determinadas ideas. Entre ellas, vio que "la sociología de la educación" desvió la atención hacia los factores sociales, en lugar de las asignaturas y su modo de enseñarlas. Luego, criticó al "constructivismo" por pretender que el alumno tenga que entender todo por sí solo. Al que vinculó con el "enfoque lúdico", en donde el profesor no tiene que explicar un contenido, sino ofrecer una variedad de materiales para que el alumno escoja. Después advirtió sobre el "desprecio por la cultura", al dejar que cada alumno elija qué, cómo y cuánto estudiar, puso en sus manos decidir con qué se queda de algo elaborado durante generaciones. En fin, para la pedagoga estas ideas generaron en los educadores una enorme confusión y, lo más grave, es que está comprobado que no funcionan. Son las ideas que se aplicaron -con matices– en todos los niveles educativos generando la decadencia. Ese discurso ideológico confeccionó las metodologías que marchitaron la educación, pero esta consecuencia -paradójicamente- no le generó la necesidad de una revisión de sus postulados, sino que lo instó a profundizar aún más en sus falacias.
Más recientemente, Enkvist expuso los rasgos necesarios para recuperar la educación (entrevistas, años 2017 y 2018). Una enseñanza sistemática y estructurada para aprender a pensar sobre la base de contenidos, por ello expresó que "insistir en 'aprender a aprender' sin hablar antes de aprendizaje es una falsedad, porque no podemos 'pensar sin pensar' en algo". Además, consideró que la satisfacción de educar "debe estar vinculada al contenido: entrar en una clase y que te cuenten algo que no sabías". A lo cual sumó que "para entender algo nuevo hay que hacer un esfuerzo", entonces, el alumno debe desarrollar hábitos de trabajo y, por eso, necesita que lo guíen. El docente, sostuvo la pedagoga, es el que debe organizar el trabajo y a quien hay que devolverle la autoridad.
Hay que tomar consciencia del desgaste producido a la autoridad del docente. El catedrático español Francisco Laporta, en su artículo "La autoridad del profesor" (diario "El País" de España, 2009), explicó el sentido de restablecer su autoridad. Observó que reconocemos la autoridad de otro "cuando se siguen sus dictámenes con independencia de cuál sea el juicio propio". Tiene sentido la idea de autoridad, si la pensamos "como algo que se incorpora a la racionalidad del individuo que la sigue". De modo tal, que en un determinado contexto, "al seguir los dictados de la autoridad se es más racional". Esos dictados se siguen porque "ciertas cualidades de quien es autoridad invitan a tomar como criterio propio lo que ella dispone". Así la autoridad presta un "servicio fundamental", según Laporta, en tanto pone a "disposición una racionalidad que necesitamos para tomar decisiones en un contexto en que carecemos de capacidad suficiente para hacerlo por nosotros mismos".
Las cualidades de una autoridad, en donde descansa la racionalidad de quien lo escucha, es el “conocimiento acreditado de su materia y una voluntad de transmitirlo”. Laporta expresó que en “la relación educativa el profesor suministra al estudiante unos conocimientos destinados sobre todo a servir a éste”. En ese vínculo, advirtió que “si el estudiante aprende, (…) habrá realizado una opción más racional que si no lo hace”.
Distinguió entre autoridad teórica y práctica. La primera es la propia del profesor y, la segunda, es aquella "que prescribe normas de conducta". Sobre la teórica lo expuesto ya deja en claro que si el alumno no sigue las orientaciones del docente, no aprenderá y sería "simplemente abandonarse a la irracionalidad". El componente práctico que se ocupa de la disciplina y el orden, para el filósofo español, se ha venido deteriorando sistemáticamente. Admitió que puede ser "una actitud casi natural" en los chicos incumplir las reglas, pero que es inexplicable el apoyo en esto de los padres, pues la deterioran aún más. Resaltó Laporta que acá emerge un comportamiento irracional, no sólo porque sin orden en el aula es imposible lograr el propósito educativo, sino que es una condición necesaria para el desarrollo del proyecto de vida.
Dado que se abandonó a los chicos a la intemperie, a educarse prácticamente solos y sin orden, tengamos ahora la sensatez de generar las condiciones adecuadas para que los docentes vuelvan a tener protagonismo en las aulas, otorgándoles el prestigio que merecen, a fin de que con autoridad enseñen los contenidos necesarios para la formación del alumno.