Por Susana Kesselman (*)
Por Susana Kesselman (*)
Hubo un suceso triste hace pocos días que transitó los medios y con diferentes argumentos. Versiones muy heterogéneas, algo que suele suceder cuando los hechos afectan a personas conocidas y en un ámbito de intimidad. Se trata de la historia del neurólogo Melchor Rodrigo, el profesional que trataba a Felipe Pettinato y que murió en el incendio desatado en el departamento del joven.
Estos días he leído versiones que me convocan a dar algunos datos sobre el método de trabajo del neurólogo, a quien -aclaro- no conocí. Pero sí sé de este modo de pensar y trabajar que investiga el comportamiento de un paciente. Escuché la defensa que hizo de él un colega, el doctor Alejandro López, y me pregunté: "¿Por qué sale a defenderlo?"
Ante tantas versiones en contra de Rodrigo, los cuestionamientos a su método de trabajo, a los vínculos especiales con los pacientes –con éste en particular-, además de la idea de que llevaba a cabo un tratamiento que debía ejercer un psiquiatra y no un neurólogo, entendí las razones de la inmediata salida de su colega en su defensa.
Por mi actividad profesional como terapeuta corporal tomaré ciertos temas que el caso me convoca. Algunos de ustedes seguramente conocen al neurólogo británico Oliver Sacks (1933-2015). Sacks era de esas personas que te hacían feliz con sus narraciones, historias de pacientes, aprobadas por ellos mismos, que describían de modo risueño enfermedades duras, infranqueables, que te hacían sentir amigable los olvidos, las distracciones, los raros modos de comportarse.
Sacks era un investigador de la conducta que te invitaba a investigarte. En fin, un neurólogo diferente que hablaba de la Neurología del Encuentro, de la Neurología de la Identidad, de una neurología centrada en la persona. Sus seguidores no son considerados sólo neurólogos, sino psiconeurólogos, por el puente indisoluble entre ambas disciplinas, puente que Sacks atravesaba en su práctica, sobre todo en las investigaciones del hemisferio derecho del cerebro, el menos estudiado de todos.
La presencia del doctor Rodrigo en la casa de su paciente fue una propuesta de Oliver Sacks con los propios. El neurólogo británico consideraba que era conveniente ver al paciente en su casa, en su medio, conocer sus comportamientos in situ, un aprendizaje que le llegó a través de la lectura de maestros como el ruso Alexander Luria.
Así lo dice en su libro "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero". Tal vez si el lector de esta nota no leyó alguno de los numerosos libros de Sacks que permitirían entender la conducta del neurólogo que atendía a Pettinato, quizás recuerde la película "Despertares" (con Robin Williams y Robert De Niro). Sólo mencionaré algunos otros libros: "La jaqueca", "Con una sola pierna", "Musicophilia", "Los ojos de la mente", "Un antropólogo en Marte" y "Alucinaciones".
Si no leen alguno de los libros de Sacks, sus maravillosas narraciones, tal vez sigan llenando de mensajes confusos algunos espacios. No hay misterios en este tipo de vínculos médico-paciente, sólo otro modo de estudiar y tratar algunas enfermedades. Lógico, las familias de los pacientes tienen que conocer estos métodos y aprobarlos, y muchas veces integrarse a los tratamientos.
(*) Eutonista, psicóloga social y profesora de Letras.