Por Raúl Ochoa y Gómez (*) y Hugo Francisco Freyre (**)
Por Raúl Ochoa y Gómez (*) y Hugo Francisco Freyre (**)
Hace ya algún tiempo Jorge Luis Borges escribió: "El presente no es otra cosa que una partícula fugaz del pasado. Estamos hechos de olvido". La idea completa hace referencia a que estamos hechos de lo que recordamos y lo que recordamos es olvido.
Bajo esta misma línea, pretendemos abordar los problemas de nuestro país, con la intención de encontrar algunas soluciones que nos permitan ver en el horizonte un mejor futuro para todos nosotros y también para las próximas generaciones. Para esto, es necesario que la clase dirigencial se haga cargo de la coyuntura, aprendiendo de la historia y utilizándola como un medio para impulsar los cambios estructurales necesarios que nos permitan un desarrollo sostenido y fundamentado en bases y principios sólidos.
Argentina necesita madurar, lo cual implicar reconocer los propios errores y hacerse cargo de los mismos. Madurar también requiere la valentía de enfrentar nuestros problemas, haciendo lo mejor que podemos como seres humanos.
Reconocer que la situación coyuntural que vive nuestro país es producto de un cúmulo de malas decisiones a lo largo de la historia, enmarcadas en un proceso acumulativo y no producto de un solo período de gobierno en particular, puede ser la piedra angular sobre la cual se construya la necesidad de diseñar políticas de estado que perduren a lo largo de décadas en nuestro país.
En este sentido, aceptar que acudimos al financiamiento de organismos internacionales producto de un desbalance fiscal (gastamos sistemáticamente más de lo que ingresa), que el 20% de la población (trabajadores en el sector privado) no puede mantener al 100%, que la caída en los niveles educativos no puede seguir indefinidamente, que el desprecio por la ley no puede ser impune, son la base sobre la cual construir los puentes necesarios para un sendero de estabilidad económica y social. En este marco, poner énfasis en el equilibrio fiscal o en el cumplimiento de la ley, no puede ser reconocido como una política de derecha ni de izquierda, sino que deben ser considerados criterios básicos de consenso social y de prudencia a la hora de gestionar los fondos públicos, los cuales se originan en base al esfuerzo de toda la sociedad argentina.
Necesitamos madurar, tener un crecimiento integral como sociedad, pero también recordar la cultura del esfuerzo y del trabajo que fue la que hizo grande a este país. Para esto, es fundamental crear las condiciones macroeconómicas de estabilidad, junto a instituciones fuertes, dentro de las cuales se pueda materializar el potencial que tienen los ciudadanos argentinos. Algunos pueden tomar esta afirmación como una ilusión, o algo que se encuentra muy lejano en el imaginario de todos los argentinos. Sin embargo, si no pensamos y visualizamos un país diferente, con reglas de juego claras, estabilidad económica y un horizonte de movilidad social ascendente, donde la educación sea el principal motor que empuje el crecimiento, estaremos condenados a repetir cíclicamente crisis – cada vez más recurrentes – que nos harán continuar en un camino de deterioro económico y social.
Madurar, desde nuestra visión y en una mirada económica, es plantear qué modelo productivo queremos para nuestro país; plantear políticas que enlacen a la innovación y el conocimiento con la producción, con el objetivo de generar cada vez mayor valor agregado; fortalecer el valor de nuestra moneda; construir confianza; recomponer el sistema crediticio y contar con un sistema impositivo más progresivo y simplificado.
Complementariamente, contamos con una democracia relativamente joven, pero consolidada y capaz de generar los acuerdos necesarios para salir del cortoplacismo que ha imperado en las últimas décadas y empezar a construir así, un futuro mejor. Como dijo Raúl Alfonsín: "Con la democracia no solo se vota, sino que también, se come, se educa y se cura", y en este sentido, además de un sistema democrático, precisamos pensar y diseñar un sistema educativo de calidad con la mirada puesta en el futuro y las nuevas demandas laborales, además de dotar de capital humano y recursos al sistema de salud. Por último, se necesita incrementar la productividad y políticas redistributivas en orden a que ningún ciudadano argentino no pueda satisfacer necesidades básicas, es decir encaminarse en un sendero que reduzca las cifras de pobreza e indigencia.
¿Cómo llevamos adelante estas políticas? ¿Necesitamos un Pacto de la Moncloa a la Argentina? Claramente el contexto es otro, pero sí creemos que las características y el perfil del acuerdo se irán dando de la forma que mejor se adapte a nuestro territorio y sociedad. De lo que ya no existen dudas, es que nos urge generar todos los consensos necesarios entre las distintas fuerzas políticas y dirigenciales para construir políticas de estado que nos permitan tener más que un proyecto de gobierno, un proyecto de país. El citado consenso no debe quedarse solamente en imágenes donde los distintos dirigentes se estrechan las manos, sino que es fundamental que se materialicen en la construcción de acuerdos que nazcan desde distintas visiones, pero con un único norte: el desarrollo argentino.
Llego el momento de madurar. El mecanismo con el que cuentan los ciudadanos argentinos para elegir sus representantes es el voto, mediante el cual todos buscaremos elegir los mejores intérpretes que lean las demandas populares y las materialicen en políticas públicas. Pero es un error recaer en el hecho de que la coalición que llegue al poder, gobernará en soledad. Nadie se salva solo, y nuestro país no es la excepción. La madurez que precisa nuestro país requiere construir puentes con la oposición, generar un dialogo que edifique soluciones concretas y no un ruido que destruya. Argentina precisa dejar de lado las mezquindades políticas y requiere de mayor generosidad, una escucha activa de los gobernantes hacia el pueblo y mayor responsabilidad en el manejo de los recursos públicos.
La posibilidad de madurar, puede provocar golpearnos con los distintos obstáculos que aparecen en el camino, pero por sobre todas las cosas, implica la necesidad de aprender de los mismos y superarlos. Necesitamos usar la historia como un faro que ilumine nuestras decisiones y no como un medio para buscar culpables de la coyuntura que nos toca vivir.
Un país que no madura es un país que no progresa. Tenemos ambas necesidades: madurar y progresar. ¿Estamos preparados como sociedad para ello?
(*) Licenciado en Economía y Especialista en Evaluación de Proyectos.
(**) Contador Público Nacional y Especialista en Finanzas.