I
I
En agosto la sorpresa, la revelación, lo imprevisto, fue Javier Milei; dos meses después, las mismas sensaciones las produjo Sergio Massa. ¿Qué puede pasar en noviembre? No lo sé. Todo parecería indicar que el ganador sería Massa, pero hasta la noche del domingo 19 de noviembre todos los pronósticos son refutables. Massa fue el candidato que sacó más votos la noche del domingo. Fue lo imprevisible. Creo que ni él lo esperaba. Después están los puntos de vista: Massa es la primera minoría, pero sabe que no puede perder de vista que más del sesenta por ciento de los argentinos no lo votó. Para ser presidente, Massa necesita que ese sesenta por ciento esté dividido. ¿Podrá hacerlo? No lo sé, pero sí sé que Massa es capaz de cualquier cosa.
II
¿Por qué digo que aparentemente el ganador sería Massa? Dispone de más recursos que Milei, de más experiencia, de más poder, de más carisma, de menos escrúpulos y del apoyo de un peronismo que ha recuperado su empuje ganador. ¿Esto quiere decir que gana el kirchnerismo? El kirchnerismo no pierde, pero no me atrevería a decir que sería el ganador. Si Massa es elegido presidente, el poder lo ejercerá él. Ya lo dijo Néstor Kirchner: "Es más hijo de puta que yo y además quiere ser presidente". Presidente peronista, claro está. Por lo pronto, sacó casi el 37 por ciento de los votos. No es poco, pero son tres millones de votos menos que los que obtuvo el peronismo en 2019. Los críticos del box aseguran que el talento de Carlos Monzón residía en el arte de retroceder pegando, una habilidad que le permitió ganar más de una pelea. Pues bien, el peronismo pierde votos pero gana. Por lo menos en esta coyuntura lo hace.
III
El kirchnerismo controla la provincia de Buenos Aires, pero les recuerdo que en 2003 Duhalde también la controlaba. ¿Massa enfrentará al kirchnerismo o el kirchnerismo enfrentaría a Massa? No lo sé. Lo que sé es que Massa no es Alberto Fernández y los kirchneristas saben que nunca fue kirchnerista. Las diferencias existen. Veremos si se superan o se profundizan. La experiencia enseña que un peronista que ocupa el sillón de Rivadavia se considera el titular del poder. No es lo que hizo Alberto Fernández. O intentó hacerlo y le salió mal. Pero Alberto Fernández es la excepción que confirma la regla o, en homenaje al folclore peronista, la versión algo grotesca, algo lastimosa, de Héctor Cámpora.
IV
Javier Milei salió segundo. No era lo que esperaba. El hombre venía dulce con su inesperado treinta por ciento de las Paso. Apostaba a ganar en la primera vuelta pero no dejó torpeza sin cometer. Milei creía que, como Superman, no le entraban las balas. Y durante dos meses se dedicó a quemar sarcófagos. La última fogata la produjo el pavo real de Alberto Benegas Lynch prometiendo romper relaciones con el Vaticano. Benegas Lynch, el maestro de Milei, el que se suponía que iba a poner límites al loco, hasta que descubrimos que el más "loco" de todos era él. Milei no perdió votos, pero tampoco sumó, lo que en estos casos significa perder.
V
Patricia Bullrich fue derrotada en toda la línea. No sé si le faltó carisma, decisión o facilidad de palabra. No lo sé. Lo que sé es que su candidatura se constituyó para derrotar al kirchnerismo. ¿Qué pasó? Yo diría que el rifle de Patricia tenía como blanco al kirchnerismo pero sucede que cambió el blanco. En principio, Massa no es un kirchnerista clásico. Pero, además, para su desgracia, ingresa Milei a la pista de baile y entonces Patricia se queda sin saber a ciencia cierta contra qué blanco apuntar. Esa indecisión, ese leve vacilar de las cosas, en una campaña electoral se nota. Patricia contaba con experiencia política, testimonio militante en la resistencia contra el régimen K, una presencia territorial expresada en gobernadores, intendentes, legisladores. Y sin embargo, en la disputa triangular fue derrotada.
VI
En política ganar una elección no significa ser el más bueno, el más lindo o el más justo. Significa haber sacado más votos. El que pierde asimismo no es un pecador, un villano o un portador de maldiciones bíblicas. Simplemente sacó menos votos que su rival, pero como candidato representó la voluntad de millones de personas que objetivamente le asigna en el juego de la democracia el noble rol de opositor, sin el cual no hay democracia. Ganar con más votos no es un detalle menor, pero el juego de la democracia no termina en una elección. Y a veces ni siquiera empieza. ¿Milei es lo mismo que Massa? Supongo que no. Si lo citamos a Aristóteles, por ejemplo, diremos que Massa es un verdadero animal político, pero me temo que Milei por lo pronto es apenas un animal al que le falta aprobar aún la asignatura política.
VII
Benegas Lynch citó a Julio Argentina Roca, Ni él ni Milei le lustran los zapatos. Se dice que Roca rompió relaciones con el Vaticano a fines del siglo XIX cuando en realidad la que rompió las relaciones con el gobierno argentino fue la Iglesia Católica con sus inspiraciones ultramontanas. Y ya que lo citan a Roca, Milei debería haber tenido presente ese consejo del Zorro a sus amigos: "En política nunca es conveniente decirle a los adversarios cosas irreparables". Y lo que Milei hizo en estos meses es decir cosas irreparables todos los días. Ahora, tiene que ir con la escupidera en la mano a pedirle perdón a Patricia, a Horacio Rodríguez Larreta, a los radicales e incluso a la izquierda, porque, importa decirlo, algo ha aprendido Milei en estos meses de la detestable casta política: ser oportunista, afirmación que habilita la otra pregunta: ¿Este Milei moderado, correcto, delicado, es creíble? Pregunto, porque el Milei que sumó millones de votos lo hizo con la motosierra, prometiendo dolarizar y dinamitar el Banco Central, alentando la venta de órganos, acusado de comunistas a todos sus adversarios; no sé si da lugar a un Milei reconvertido en ese gatito mimoso que con tanta dulzura irónica bautizó Myriam Bregman.
VIII
No sé lo que va a pasar el 19 de noviembre. El sentido común indica que Massa tiene todo a su favor para ganar, pero también era el sentido común el que dictaba que ningún candidato puede ganar elecciones con estos índices de indigencia, pobreza, inflación y descalabro financiero. Y allí están los resultados. Massa ganó y el discurso que ofreció esa noche fue impecable, tan impecable que si no lo conociera, si fuera un turista extranjero que lo escucha por primera vez, lo aprobaría, con algunos escrúpulos, pero lo aprobaría. Pero claro, el que habla es Massa, diestro en el arte de la mentira, la manipulación y sobre todo en el arte de ejercer "el cuento del tío", relato que, como se sabe, da resultado porque suele alentar las tentaciones más "pecaminosas" de sus adversarios.
IX
Massa promete la unidad nacional y algunos socialistas y algunos radicales se estremecen de emoción y placer. ¿Quién puede estar en contra de la unidad nacional en tiempos de crisis? Sería como estar en contra de la vida, de la paz, del amor. No quiero ser un aguafiestas, pero a ciertos amigos radicales y socialistas arrobados por esta promesa o tentados a disfrutar de los beneficios de algún cargo, les recuerdo que para un peronista la unidad nacional no es el acuerdo igualitario de partidos políticos para una gestión de gobierno. Nada de eso. La unidad nacional para un peronista se construye cooptando dirigentes de otros partidos; cuatrereando dirigentes. Y en todos los casos bajo la condición de someterse al líder del momento. ¿Una nueva transversalidad? Es muy posible. Los que quieran ingresar a la alcoba de Massa y acostarse en su cama, les advertiría que se miren en el espejo de Ricardito Alfonsín o de Hortensio Quijano, el radical que acompañó a Juan Domingo Perón en 1946. Y los socialistas, aprendan de Ángel Borlenghi y la larga lista de izquierdistas y trotskistas que pasaron por la alcoba del peronismo con la promesa de un casamiento en regla y fueron abandonados en el baldío de la otra cuadra, desnudos como llegaron el mundo y con la virginidad perdida para siempre sin otro destino que el de cortesanas y rameras baratas del populismo criollo.