Vamos a intentar despejar el ida y vuelta de chicanas, eslóganes, promesas y acusaciones del contexto preelectoral, para tratar de pensar por un momento en la economía real de Argentina y lo que puede venir.
Situación político-económica del país.
Vamos a intentar despejar el ida y vuelta de chicanas, eslóganes, promesas y acusaciones del contexto preelectoral, para tratar de pensar por un momento en la economía real de Argentina y lo que puede venir.
Transitamos el complejo e incierto bimestre electoral (elección, asunción, equipos, primeras medidas), y venimos de años donde la combinación de pandemia, un clima muy esquivo y políticas de expansión del gasto público nos llevó a una situación ciertamente delicada. Sin que sea necesario abundar, sirva el dato social de 40,1% de pobreza, el dato económico de 141% de inflación prevista para 2023 y el dato financiero de reservas negativas por 7.000 millones de dólares como referencia.
Así las cosas, a las empresas pymes, la vasta mayoría del entramado productivo argentino, no les queda mucho más que continuar con la práctica conocida:
- Reprogramar pagos
- No tomar créditos a tasa variable
- Reducir, en lo posible, deuda en dólares
- Cuidar la mora
- Estar atentos a toda facilidad crediticia o impositiva derivada de la emergencia o del electoralismo
- Pagar importaciones cuando y como se pueda
- Sostener los mercados de exportación cuando y como se pueda
Tenemos dos escenarios electorales definidos para el balotaje: 1) Sergio Massa, en una nueva versión del peronismo (peronismo, menemismo, duhaldismo, kirchnerismo, cristinismo… ¿ahora massismo?). 2) Javier Milei, la novedad de la derecha, con definiciones económicas tan claras como extremas, y controversiales conceptos en educación y salud.
Las fallas continuas de las encuestas nos llevan a pensar en un final abierto, voto a voto. Pero esta crisis es diferente: recordemos que el país no tiene empresas para privatizar (YPF por ejemplo, que en 2005 valía 27.050 millones de dólares, hoy vale 5.151 millones, con una deuda judicializada por 16.000 millones). No tiene AFJP para nacionalizar fondos y también asumimos que será difícil conseguir préstamos significativos (Argentina detenta un tercio de toda la cartera del FMI en el mundo y tiene un record de defaults).
Asimismo, la presión fiscal ya resulta intolerable. Y la solución de imprimir moneda, encuentra límite en la inflación de tres dígitos. Y, por último, el 51,7% de los argentinos recibía asistencia social del Estado al cierre del 2022, de acuerdo al último relevamiento del Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina (UCA). En ambos casos, va a primar lo que podemos llamar "la economía real", que corrige lo que la política desarregla en una lógica económica probada en todo el mundo.
Podemos prever entonces:
- Alta inflación que tardará tiempo en ceder: por inercia inflacionaria de los últimos meses de 2023 y por la emisión descontrolada que no podrá suprimirse en forma instantánea.
- Lento, pero firme recupero de las tasas de interés, lo que hará más complicado el acceso al crédito.
- Algunos incentivos al consumo para mantener la demanda interna.
- Progresivo sinceramiento de tarifas de servicios.
- Progresiva apertura del comercio exterior con unificación o desdoblamiento (financiero y comercial) del tipo de cambio.
- Posibles medidas de blanqueo y moratoria, para recuperar reservas y recaudación respectivamente.
- Progresiva reforma laboral para incentivar la toma de personal.
- ¿Dolarización? Difícil que se pueda amasar pan sin harina…sin fondos externos que en todo caso nos resultarían carísimos, el escenario más probable es un desdoblamiento cambiario o una convivencia de monedas.
Los candidatos difieren en cuanto a velocidad y profundidad de los cambios, pero ninguno podrá apartarse demasiado de lo que arriba llamamos "la economía real". En otras palabras:
- Si no bajás el gasto público, tenés que imprimir y/o subir impuestos, destruyendo el ahorro y la inversión.
- Si no sincerás las tarifas, escasea el combustible o se contrabandea al exterior y paralizás la inversión en exploración.
- Si no avanzás con una reforma laboral, destruís empleo genuino o al menos congelás su creación
- Si no abrís el comercio exterior, colapsa la industria que requiere insumos importados y cerrás mercados a nuestras exportaciones
- Si no lográs una balanza comercial favorable y/o inversiones externas, solo queda el intento fútil del cepo cambiario para frenar el drenaje de divisas
- Si no reducís la presión fiscal a los sectores productivos, por la curva de Laffer aumenta la evasión y/o reducís la recaudación.
Cualquiera sea el resultado de la elección del 19 de noviembre, el país deberá acomodarse -probablemente con dolor-, a una economía más real y normal. Las claves para llegar a esa situación pasan por las reformas impostergables y la performance de las dos actividades más dinámicas del país: el campo y la minería. Pero, además, pasan por: la independencia de la importación de gas; la reactivación de una industria que sea más competitiva; un gobierno que tenga un programa consistente e instituciones que se vayan fortaleciendo de una buena vez, y brinden la seguridad jurídica indispensable para las inversiones de capitales nacionales y extranjeros a largo plazo.
Entonces, las empresas que aspiren a seguir en pie, deberán ser muy eficientes y competitivas. Esto implica lo siguiente:
- Costo fijo controlado.
- Plan comercial para época recesiva.
- Eficiencia y tecnología.
- Manejo de sus stocks.
. Deuda a tasa fija en moneda local.
- Retención personal clave.
Por último, y parafraseando a Leandro N. Alem, llegó la hora que nuestros políticos no hagan lo que pueden, ni hagan lo que quieren, sino que hagan lo que deben. Con la Constitución Nacional en la mano y la educación como prioridad y verdadera solución en el largo plazo.
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