Necesitamos a Los Midachi. Me duele escribir esto, uno tiene deudas y llagas. Los Midachi son una deuda y una llaga. Cuando los vi por primera vez, invitado a comentarlos a la salida manifesté: "Son una estudiantina de quinto año nacional". Textual. Me insultaron. No ellos, sus amistosos admiradores. No ha cambiado mucho su modo de encontrarse con la vida y hacer humor de los hechos más infelices. Finalmente cerraron su ciclo. Fue un punto importante de sus vidas y de las nuestras. Enero de 2022. Córdoba. Carlos Paz.
La deuda es obvia, tengo aprecio por mis comentarios de espectáculos, me precio de entender de cómo va la cosa. El yerro con Los Midachi fue mayúsculo. Difícil empatar sus récords. Hace ahora cuarenta años de aquello que fue "una estudiantina de quinto año nacional" que aun da vueltas en la memoria colectiva y mantienen números de boleterías que muy pocos pueden empatar.
Podría defender mi posición sosteniendo que eso, que creía "estudiantina" acaso lo era, lo fue, lo es y que el público del país, de varios países, entendía como una sanación los esquicios de estos muchachos y sus graciosas y disparatas salidas en el escenario. Después la técnica. No se negaron a nada de los adelantos en la producción del espectáculo. No traicionaban su esencia "estudiantina", dotándola de aquello que el show necesitaba, que permitía sostener, crecer, derivar, sobrevivir, triunfar. Muchos verbos han hecho de Midachi un nombre que se explica por sí solo. Midachi.
Parados en los cuarenta años de su existencia (poco más, o menos, no es esto una placa de bronce) hay cuestiones visibles. Se quieren, más allá de cuanto se diga, han pasado demasiadas cosas juntos como para suicidar el afecto.
El Chino Volpato, más allá de su destino como productor agropecuario en la provincia de Santa Fe, está en Paramount Latinoamérica; está en la "marca Abel Pintos"; está y estuvo en proyectos artísticos, algunos de ellos verdaderas beneficencias, ayudas para crecer. Digámoslo en términos de la psicología: participa. Y el que participa… pertenece. Es parte de Argentina.
Dady Brieva soltó al "mencho peronista" que tenía dentro y ahí va con lo suyo. A campo traviesa y con el pecho al aire. Ha dicho que nunca será candidato a nada pero pelea un sitio en la política y se va a España a filmar dos películas. Es un actor de carácter que ya demostró con tiras televisivas que es valioso. Vamos, en la peli con Oscar Martínez están él y la Bonelli, empatándole al almidonado primer actor. No para. Juega de frente una Argentina donde está claro que participa y pertenece. Sabe de dónde vino y, fuera del incierto total, él sabe dónde está y dónde quiere llegar.
Miguel Torres del Sel fue candidato y electo legislador. Perdió unas elecciones provinciales en un reconteo que es de una película de especialistas en "la mosqueta". Lo repito, especialistas en "la mosqueta". Sonríe ante la traición de algunos y esa mala demostración de la embajada que le dieron (¿de castigo?), y vive donde quiere, con esa historia de los santafesinos que buscan un nieto y quieren que los saluden los muchachos del café. Participa y pertenece. Como la naranja, puede pasearse de la sala al comedor.
Con cualquiera de los tres se puede formar una Argentina diferente, pero los tres son intrínsecamente argentinos y, partiendo desde una "estudiantina" (insistencia suicida de mi parte) lograron entender, entenderse y allí van. Cada quien con sus amores y sus odios en una sociedad donde aprendieron que el escenario da una mirada y la calle otra. Ninguno de los tres se ha engañado en ese punto. Exageremos: los cuarenta años de democracia parieron personajes como los Midachi. No son los únicos.
El próximo presidente será pos peste. Si alguien cree que La Peste no nos quitó la sábana y nos dejó desnudos y a los gritos revise sus anteojos. Y aprenda la importancia de mirar más allá de la somnolencia del noticiero nacional y sus variantes… según ideología y pauta, que ya no van solas y diferenciadas sino que diferencian una y otra señal. No solo que es profundamente así, es que en la superficie se ve. El próximo presidente es mediático y pautado. Todos aceptamos el engaño, por lo tanto todos somos parte. El que participa… pertenece.
Estamos buceando en aguas turbias y con poco oxígeno en el tanque buscando algo, una luz, una claridad, algo. Poco más para respirar antes del ahogo. Alberto Ángel Fernández, porteño y abogado… ¿Ha respondido a las expectativas? Sí, no, táchese lo que no corresponda. Nombrado por CFK no respondió a CFK. Tampoco a los enemigos de CFK y menos a los que se alejan del "mucho odio" como del "mucho amor". No fue federal y lo desprecian los unitarios.
Los Midachi ya no pueden reunirse porque sus caminos diferenciados les dejan aquello que fueron y que entienden y, además, siguieron sus caminitos, sus biografías están abiertas a lo que vendrá. Alberto Ángel Fernández no puede reunirse con su pasado porque dice cosas muy diferentes, no puede sostener el presente que lo muestra confuso, no logra media hora de relato coherente.
El porvenir no es un tema donde tenga poder de decisión, excepto por el default que sus decisiones provocan día tras día, reportaje tras reportaje, decreto tras decreto. Y sin embargo estamos –hasta cierto punto– en relación de dependencia con su cargo. Fernández es presidente constitucional por el voto popular, como parte de un binomio que integra con CFK, de un modo constitucionalmente indisoluble, excepto por renuncia o impedimento físico.
Dady de Colón de Santa Fe. Miguel, desgraciadamente tatengue. Uno peruca a ciegas, el otro un liberal a tientas en el camino de Mauricio. El Chino un productor de las cosas nuestras. Supieron construir un camino de ida, entienden dónde están, saben por dónde seguir en el camino de vuelta a casa en cada jornada. Se tocan el bolsillo y el corazón y saben cómo va la vida propia y la de los suyos, cómo va la vida de todos, finalmente.
En el largo camino de vuelta a la normalidad perdida con Fernández, ejerciendo el principio de incertidumbre hasta para lo más elemental, el precio del kilogramo de pan y del beso al llegar a casa conviene revisar la vida de los Midachi. Cómicos estudiantiles que crecieron, viven sus vidas, lograron entender el hombre en el escenario y el hombre en la platea.
Nunca lo dirán porque no hay modo, pero saben cuál es el límite del amor y del odio. Entienden, sin remilgos, pudores o reflexiones, a Carl Jung y el inevitable asunto de la pasión y la relación amor/odio. En el largo camino de vuelta a tierra firme, Fernández provoca día por día sustos por sus actos como por su ausencia de factos conducentes.
Consejero de almas, de espíritus, se necesita. Alguien más, aparte de esta reflexión provinciana, que insista: miren a los Midachi. La experiencia no es transferible ni transmisible, es envidiable. Fernández debería invitarlos a comer varias veces. Imprescindible el Chino Volpato, que forzadamente disimula que los Midachi son tres. Que los tres le hacen falta a Fernández. Pero soy escéptico. Es muy difícil el camino de vuelta, aún para los Midachi.