I
I
Las recientes turbulencias en la provincia de Jujuy dan lugar a las más diversas interpretaciones, pero desde el punto de vista estrictamente político y despojándonos por el momento de evaluaciones sociales o ideológicas, bien puede decirse que uno de los efectos inmediatos que produjeron estas borrascas, fue el prolijo alineamiento de los principales contendientes. Todo el peronismo, desde Cristina a Scioli, desde Baradel a la CGT, avaló la pueblada contra Morales, mientras que todos los dirigentes de Juntos por el Cambio se solidarizaron con Morales, incluso sus rivales más duros. Sobre un mismo hecho y sobre un mismo acontecimiento, Jujuy habilitó lecturas curiosamente opuestas. Para el peronismo, la supuesta arbitrariedad de Morales, sus decisiones represivas confirmaron el diagnóstico sobre un gobernador al que detestan entre otras cosas por haber promovido la prisión y condena de Milagro Sala, mientras que para el electorado de Juntos por el Cambio, el gobernador jujeño ganó en prestigio, presentándose como una autoridad capaz de ejercer sus responsabilidades, como un político apegado a las reglas del Estado de derecho y como un dirigente con méritos para ejercer con solvencia las funciones de piloto de tormenta. Ironías y paradojas de la política: lo que para unos fue vicio o pecado, para otros fue virtud y pericia. No sé si el kirchnerismo ganará posiciones políticas por su iniciativa de promover una suerte de insurrección contra un gobierno, pero da la impresión que a ese gobierno y en particular a su titular, la crisis lo deja bien parado internamente, sobre todo después de los tropezones que tuvo en Córdoba propiciando la inclusión de Schiaretti a días de celebrarse una elección en la que sus correligionarios de Córdoba intentan derrotar a quien encarna un régimen de poder que se prolonga desde hace casi un cuarto de siglo.
II
No hace falta ser el oráculo de Delfos para predecir que las elecciones presidenciales las ganará la oposición. Todos lo saben, y los que lo presienten con más intensidad son los propios peronistas cuyas aspiraciones en esta singular encrucijada de su historia es no salir terceros, una impiadosa humillación para quienes se suponen la encarnación misma del ser nacional. Puede que el próximo presidente sea Patricia Bullrich u Horacio Rodríguez Larreta. Se dice que Horacio es la versión moderada, las palomas, mientras que Patricia encarnaría a los halcones. No sé si esas palabras, halcones y palomas, designan con precisión los acuerdos y las diferencias que representan estos dos dirigentes. Bullrich y Rodríguez Larreta son personalidades diferentes a las que se les atribuye modalidades propias para acumular poder, modalidades que no alteran el principio que los identifica y les otorga identidad: la certeza de que se debe derrotar al kirchnerismo. ¿Diferencias? Se supone que Horacio intenta arribar a un acuerdo con sectores peronistas no kirchneristas para que, apoyado en una representación que supere el setenta por ciento del electorado, pueda promover reformas económicas y sociales. Por su parte, los seguidores de Patricia Bullrich advierten sobre los riesgos de acuerdos que en lugar de alentar las transformaciones las frenen. Más decisionistas que gradualistas, consideran que en la Argentina actual se impone decidir y a partir de allí sumar adhesiones. "Para combatir a los Monos en Rosario, no podemos, en nombre del consenso, sumarlos a la mesa del consenso", dice un asesor de Patricia. "Si Alfonsín hubiera esperado disponer del setenta por ciento de las adhesiones, jamás podría haber creado la Conadep y juzgado a los militares", dice un radical alineado con la candidata. En sus trazos generales están las posiciones que se dilucidarán en las urnas de las próximas Paso en Juntos por el Cambio: gradualismo versus decisionismo, un antagonismo en el que predominarán los matices porque, en definitiva, será el juego del poder, las relaciones cambiantes de la política, la propia complejidad de una coyuntura histórica la que irá condicionando la conducta de los dirigentes, en tanto son los rigores de la vida cotidiana los que enseñan que para gobernar es necesario decidir cuando corresponde y consensuar cuando así lo exige la coyuntura. Los tiempos políticos dibujan los trazos gruesos; lo otro depende de la calidad, la perspicacia y la sabiduría de los dirigentes.
III
Por su lado, el peronismo ya advirtió con el reciente ensayo insurreccional en Jujuy lo que está dispuesto a hacer si pierden las elecciones. El interrogante que queda abierto no es si lo van o no a hacer, sino si podrán hacerlo. Una derrota electoral contundente pondrá límites a sus pretensiones destituyentes, ese oscuro y sombrío dogma de fe populista que estima que la Casa Rosada y la residencia de Olivos son peronistas y quienes así no lo entiendan o no lo acepten serán considerados intrusos y como tales tratados. "O gobernamos o incendiamos", parece ser su consigna preferida, por lo menos esto es lo que expresan con diversos tonos algunos de sus más reconocidos dirigentes. ¿Fatalmente será así? Quisiera creer que no. En diferentes provincias y en ciudades populosas de la Argentina, el peronismo no es gobierno y se comporta como una oposición respetuosa de las normas del estado de derecho. Incluso en Santa Fe, el peronismo no ha sido desestabilizador cuando fue oposición, mientras que a los gobiernos de Reutemann, Obeid o Perotti se los podrá criticar, pero no se los puede acusar de autócratas o corruptos. El peronismo, más allá de su historia, no necesariamente debe ser desestabilizador y autoritario. Lo que la experiencia enseña, es que la vigencia de sociedades abiertas, con redes sociales extendidas en las que se reproduce la ciudadanía política y no la "masa" manipulada por el caudillo, no permite aventuras despóticas. Santa Fe, Córdoba, Mendoza, ciudad de Buenos Aires, Entre Ríos no se parecen a la Formosa de Insfrán, al Santiago del Estero de Zamora, al Tucumán de Manzur, a la Santa Cruz de los Kirchner o a La Matanza peronista. Las historias, la configuración de sus sociedades, son diferentes y ponen límites a las aventuras autocráticas, a los afanes de construir satrapías o linajes familiares.
IV
El peronismo existió antes que el kirchnerismo y seguramente seguirá existiendo después del kirchnerismo. Su itinerario habilita sugerir que de alguna manera ha sido la enfermedad senil del peronismo. El interrogante abierto gira alrededor de saber acerca del costo político que pagará en términos de representación su empeño en identificarse con esta modalidad del peronismo. Conviene tenerlo presente aunque suene a obvio: la gestión de Alberto Fernández fue al mismo tiempo la gestión de Cristina. Ella lo designó y ella puso las condiciones de gobernabilidad. Y el testimonio más elocuente de la presencia decisiva del kirchnerismo en el poder lo brinda el hecho elocuente de que en estos cuatro últimos años más del setenta por ciento de los dispositivos materiales e institucionales del poder son controlados por los kirchneristas. El irreversible deterioro del actual presidente, ¿hay que atribuirlo a sus disidencias con Cristina o a su lealtad? ¿Qué hubiera hecho Cristina diferente si hubiera sido presidente? El kirchnerismo pretende presentarse como una alternativa al "albertismo", un sórdido operativo de cinismo, un disparate que atenta contra el más elemental sentido común, porque esa promesa la realizan quienes precisamente ejercen el poder. Cuando "Wado" de Pedro dice que dispone de ideas interesantes, innovadoras para gobernar si es elegido, ¿qué respondería si alguien le preguntara por qué a sus ideas brillantes no decide ponerlas en práctica aprovechando su condición de titular del poder? Patético y grotesco: "Wado" de Pedro y Juan Manzur han sido y son ministros del actual gobierno, como lo fueron y lo son Sergio Massa, Alberto y Aníbal Fernández o Axel Kicillof. Sin embargo, se comportan como si fueran opositores del gobierno que ellos mismo constituyen, como si fueran extraterrestres que acaban de llegar al planeta Tierra, cuando no, pretenden convencer a la población de que el actual estropicio político, económico y financiero es responsabilidad del Viejo de la Bolsa, Barrabás, la Hiena Barrios, el Pibe Cabeza o Mauricio Macri.