I
I
Inútil predecir quién ganará las elecciones el domingo 22 de octubre. Inútil, incluso, predecir si habrá o no segunda vuelta. Y si la hay, inútil aventurar quiénes serán los contendientes. Nos alcanza con saber que los candidatos al sillón de Rivadavia son tres. Nos pueden gustar más o menos, pero son tres. Cada uno con su historia, su perfil político, sus esperanzas y sus ambiciones. Cada uno con su representación social. Por supuesto, todas las deliberaciones y digresiones son posibles. La primera certeza es que una mayoría significativa de los argentinos prefiere candidatos y soluciones políticas que van del centro a la derecha y, tal vez, a la extrema derecha. La izquierda revolucionaria no supera desde hace años el dos y el dos y medio por ciento, una minoría que no les hace perder el sueño porque su estrategia política de poder no es electoral, es revolucionaria. El denominado progresismo que suele tener una representación significativa está disperso en las filas de Juntos por el Cambio y Unión por la Patria, más aquellos que admiten su impotencia política y decidirán votar en blanco o a quien consideren lo menos detestable.
II
El único candidato que no suma "progresistas" es Javier Milei, una ausencia que no le arranca una lágrima, todo lo contrario. La Libertad Avanza se ha propuesto diferentes objetivos de mayor o menor alcance, pero lo que queda claro -en particular para sus dirigentes- es que su adversario, incluso su enemigo, es el socialismo y la izquierda, o por lo menos, lo que ellos estiman qué es socialismo e izquierda. Observación pertinente, esta última, porque para Milei están incluidos en esas filas burgueses de linaje, ingresos y estilo de vida como Horacio Rodríguez Larreta o Patricia Bullrich, además de los radicales a quienes Milei les tiene reservada las imputaciones más graves en la materia: responsables de la decadencia del país desde 1916 y miembros activos de la Internacional Socialista, una imputación si se quiere incompleta, porque la Internacional Liberal le ha rendido honras a Raúl Alfonsín, detestado por Milei en una relación inversamente proporcional a su amor por Carlos Menem. Atendiendo sus fobias, sus furias y sus desencajamientos personales, se me ocurre que en otros tiempos Milei hubiera sido convocado por el senador norteamericano Joseph McCarthy para su faena de caza de brujas que lo hizo célebre. Como es de público conocimiento, los excesos políticos y delirios de McCarthy concluyeron en un hospital psiquiátrico porque los desequilibrios emocionales trasladados a la política suelen concluir de este modo, un dato interesante para prestar atención en esta desdichada Argentina tan proclive a tomarse demasiado a pecho el libro de Erasmo de Rotterdam, "Elogio a la locura".
III
Que los tres candidatos con posibilidades ciertas de ganar sean de derecha, no impide que sus diferencias vayan más allá de sus recelos personales, de lo que se deduce que la contradicción derecha-izquierda no ha desaparecido, pero no alcanza para explicar las actuales relaciones de fuerza y su oscilante equilibrio. Sergio Massa es el candidato del peronismo y cometería un error de apreciación quien crea que los descalabros de la economía y las finanzas lo descalifican para ser presidente. El peronismo es una realidad política, histórica y cultural arraigada en nuestras tradiciones y su poder va más allá de la suma de votos. No está atravesando por su mejor momento, el balance de su gestión es ruinoso, pero sus recursos de poder son abundantes y su vocación de poder es insaciable. Según las mediciones, Massa es el candidato más desprestigiado de los tres, pero hay acuerdos en admitir que es el mejor candidato para representar el peronismo en esta coyuntura. Y lo es por sus ambiciones, por su destreza para lidiar con las filosas variables del poder y por su infinito talento para contradecirse o, lisa y llanamente, mentir, sin que se le mueva un músculo de la cara. "Me contradigo; contengo multitudes", escribió alguna vez Friedrich Nietzsche, sin imaginar que esa frase iba a ser una fotografía bizarra del populismo criollo. De todos modos, el talento, la habilidad política y los recursos al parecer infinitos de poder no alcanzan a disimular la crisis de dominación del peronismo. Crisis de representación y crisis de hegemonía. La sensación es que "la larga agonía de la Argentina peronista" está llegando a su fin. Al agotamiento político del kirchnerismo, le sucede la pérdida de su tradicional representación en las provincias. La crisis del kirchnerismo es también la crisis del peronismo, ya que a contramano de algunos teóricos del "peronismo eterno", el kirchnerismo no es más que una corriente interna del peronismo, una corriente que lo ha dirigido en los últimos veinte años y que solo el vientre pantagruélico del peronismo es capaz de parir.
IV
Javiel Milei parece ser para muchos el candidato ganador. Habrá que ver si lo es en primera vuelta o si va al balotaje. Lo que está fuera de discusión es su gravitación política, y dejo para balances futuros explicar el origen de ese singular liderazgo extendido a lo largo y a lo ancho del país sin una estructura política que lo sustente. Los interrogantes acerca de si podrá gobernar desde ese exclusivo liderazgo, si forjará alianzas como las que se insinúan con Luis Barrionuevo, si podrá sostenerse en el poder en un país con una sociedad civil fuerte y demandante, son temas a debatir en el futuro. Lo que importa por ahora es intentar dilucidar cuáles serán las preferencias mayoritarias el 22 de octubre, ya que conocer qué factores operan en la conciencia de cada individuo a la hora de decidir el voto, y en particular el proceso por el cual millones de personas se inclinan para un lado o para el otro es una aspiración que pertenece al terreno del misterio. La sorpresa de las recientes Paso, protagonizada por Milei, no necesariamente se ha agotado. En una situación inestable y confusa pueden ocurrir novedades inesperadas. Como no. Pero esas incertidumbres solo las disiparemos el domingo a la noche.
V
Este domingo 22 a los argentinos se nos brindará la oportunidad de ser razonables. A la tentación del continuismo fundado en subsidios y planes clientelares con emisión desenfrenada, se ofrece la posibilidad del salto al vacío, la fe en un exclusivo Mesías que promete consignas que no puede cumplir, según sus propias palabras, por lo menos hasta el 2035. Lo razonable, por su lado, se traduce en un liderazgo forjado a lo largo de años difíciles, un liderazgo con representación política y territorial, con vocación republicana y democrática evidente, con gobernadores, equipos y colaboradores conocidos, muchos de ellos prestigiados en la gestión pública. Estimo que no es necesario que dé el nombre de ese liderazgo porque todos saben muy bien de quién estoy hablando, pero está claro que ese liderazgo, y la correspondiente construcción de una estructura de poder político, representa la posibilidad de empezar a hacer algo diferente en esta Argentina enfangada en la calamidad del populismo. Los argentinos deberíamos saber que en todas las circunstancias de la "locura" de los liderazgos populistas corruptos y dilapidadores no se sale con más locuras, con saltos al vacío bajo la consigna de que "peor ya no podemos estar". De un populismo de "izquierda", no se sale habilitando a través de las urnas a un populismo de derecha cuya expresión de poder más visible y notoria es Luis Barrionuevo. Y a no desesperar caballeros: estamos mal, pero podemos estar mucho peor, Las escaleras cuesta abajo en dirección al infierno suman muchos escalones. De nosotros depende continuar descendiendo o proponernos objetivos más trascendentes y estimulantes.