La primera política es vivir; la política se hace día a día. Construye la "polis" -la sociedad- quien trabaja todos los días, quien forma una familia, quien educa a sus hijos, quien desarrolla un emprendimiento y da trabajo a otros, quien construye una obra educativa o una obra de caridad a favor de los más necesitados.
En este tiempo, de grave crisis económica y social, con índices de pobreza e indigencia que duelen, se percibe en la sociedad una gran insatisfacción, un deseo de novedad, que muestran que el pueblo no se resigna, que no renuncia a una esperanza, a un trabajo de cambio; muestra, que el corazón no se puede aplacar.
Este deseo de libertad, no puede confundirse con la intolerancia y la descalificación violenta del otro (que no ayuda a una paz social), sino que se afirma en el respeto hacia quien tiene una visión distinta de la sociedad. Quien sea votado presidente tendrá que tenerlo en cuenta y gobernar con una mirada pluralista, dialogando y construyendo con y junto a todos, no tan sólo desde el "slogan", sino con hechos evidenciados y vividos antes de este presente electoral.
El hombre, no es un individuo aislado, sino una persona que vive en relación con otros, que necesita de la relación con los demás, que no puede desinteresarse de las carencias del prójimo (sobre todo de los más débiles), no para suplir su iniciativa con un asistencialismo mortificante y esclavizante, sino para contribuir a su educación, a su desarrollo; para acompañarlos, valorando y desplegando sus capacidades; ayudándolos a formarse profesionalmente, a encontrar trabajo; buscando con ellos lo que da sentido y gusto a la vida.
Estamos llamados, como nos recuerda el papa Francisco, a salir al paso de la "pérdida de ese 'sentido de la responsabilidad fraterna', sobre el que se basa toda sociedad civil" (Fratelli Tutti 40). Ciertamente, la política no es portadora del sentido de la vida, ni da la felicidad, ni salva al mundo, pero a través de su acción acerca o aleja la justicia, promueve o dificulta la libertad.
Por eso, el reclamo que hacemos a la política en cuanto forma más elevada de la caridad al servir al bien común, es el de generar y posibilitar espacios de libertad real (libertad religiosa, libertad de educación, libertad de iniciativa económica, social y cultural) para que el sujeto social a partir de sus ideales, contribuya a edificar un mundo más justo y más humano.
En Argentina hay muchas personas y comunidades que de modo cotidiano trabajan con esta mentalidad. Quienes hemos encontrado la fe hemos visto cambiar nuestras vidas, hemos aprendido una mirada nueva que abraza también nuestra dificultad para aceptar la alteridad, lo que nos permite reconocer que el otro es un bien para uno mismo. De esta manera se han generado comunidades y obras, pequeños ejemplos de este mundo nuevo.
En este momento nos ilumina especialmente este texto del entonces cardenal Joseph Ratzinger en su libro "Fe, verdad, tolerancia": "En el curso de nuestra historia humana no existirá nunca un estado absolutamente ideal y nunca podrá establecerse un ordenamiento definitivo de la libertad (...) Podremos establecer ordenamientos que serán únicamente relativos (...) pero debemos esforzarnos por llegar a la máxima aproximación a lo que es verdaderamente justo. En el ámbito de cada presente concreto, nuestra tarea consistirá en luchar por conservar el bien que de este modo se haya conseguido, superando el mal existente y defendiéndonos contra la irrupción de los poderes de la destrucción".