Los santafesinos eligieron este domingo a los convencionales constituyentes que habrán de deliberar en fecha aún no establecida acerca de las reformas convenientes a una Constitución provincial. Todo comicio es, además de la obvia elección de candidatos, un termómetro político acerca de las relaciones de fuerzas existentes, singularmente importantes en este caso porque estamos en un año electoral por lo que muy bien podría interpretarse que los resultados de este domingo son algo así como un anticipo de nuevos resultados.
Digo “podría interpretarse” y no “debe interpretarse”, porque cada elección es un escenario con sus propias singularidades, lo que puede llegar a provocar oscilaciones en los futuros resultados. Hecha estas advertencias, vayamos a los trazos gruesos para luego interesarnos por los matices.
En principio hay un ganador sin atenuantes, y ese ganador se llama Maximiliano Pullaro o la coalición política que lo contiene, “Unidos para cambiar Santa Fe”, una alianza que incluye a la UCR, al Pro y a los socialistas.
Estos porcentajes de votos expresan también un poderío territorial, en tanto el oficialismo ganó en todos los departamentos de la provincia y esa victoria duplica en votos a su inmediato rival.
La contundencia de la victoria seguramente alentó a Macri a felicitar a Pullaro, tal vez porque en el fondo se sienta reconfortado con este joven dirigente radical, tal vez porque la victoria es algo así como un imán irresistible.
Después del ganador en votos llegan los ganadores “morales”, una categoría a la que los argentinos somos muy aficionados porque nos cuesta admitir que si hay un ganador, Pullaro en este caso, es porque hay perdedores, a los que podemos rendirle todas las honras del caso, pero no por eso dejan de ser perdedores.
Si en lugar de perdedores se los quiere designar con el título de “ganadores morales”, yo por lo menos no tengo ningún problema, más si esa denominación consuela. Veamos cada caso en particular. En primer lugar, La Libertad Avanza. Sacó veinte puntos menos que Pullaro, pero convengamos que sumar más de doscientos mil votos en la provincia y ganar con su candidato en el departamento de Rosario, es para una fuerza política de reciente formación no sé si una victoria, pero sí una performance que habilita expectativas optimistas hacia el futuro.
La Libertad Avanza ganó, además, en el departamento de Belgrano, mientras que en la ciudad de Santa Fe hizo una elección más que decorosa. Hacia el futuro se le abren varios desafíos, entre otros la posibilidad de acordar con Amalia (para la tradición liberal el nombre “Amalia” es más que sugestivo) Granata, pero en todos los casos estos desafíos estarán condicionados por el rumbo del gobierno nacional y los impredecibles juegos de la política.
El peronismo por su parte pagó una vez más el precio de su fragmentación que es a la vez el precio de una crisis interna que excede a la provincia de Santa Fe. Para el mítico movimiento nacional que en sus buenos tiempos se constituía como mayoría absoluta, como la encarnación misma de la patria, salir segundo, a más de veinte puntos de diferencia de un candidato radical, debería ser algo así como un bochorno, por lo menos para un peronista de la guardia vieja lo sería, pero más allá de glorias pasadas, lo cierto es que en estos comicios pareciera consolidarse el liderazgo de Juan Monteverde que en las pasadas elecciones perdió por la mínima diferencia con Pablo Javkin. Este muchacho Juan Monteverde, dispone de esa gracia invalorable para todo político: inspiración y futuro. Por lo menos en Rosario esto parece evidente, pero en temas de liderazgo es muy difícil abrir pronósticos.
De todos modos, este domingo a la noche las tres fuerzas políticas mayoritarias festejaban. Cada una encontraba razones para alentar el jolgorio habitual de sus seguidores.
Pullaro, porque ganó sin atenuantes, aunque sus adversarios observaban que sacó la mitad de los votos que lo llevaron a la gobernación hace un año y medio, una observación más parecida a una chicana que a otra cosa, pero si con ella los peronistas se sienten satisfechos como para cantar consignas al estilo “el Maxi ya está muerto”, adelante con los faroles, más allá de que resulta muy difícil probar la muerte política de un candidato que no solo sale primero y gana en todas las ciudades de la provincia, sino que duplica y algo más a su adversario.
A la hora de medir una elección el principio “goles son amores”, es válido. Y Pullaro ganó por goleada. Si tuvo suerte, si los dioses lo bendijeron, si las chicas lo votan porque es lindo, si los creyentes lo apoyan porque inicia sus discursos hablando de Dios, son excusas o justificativos. Los números en estos casos hablan por su propia cuenta, expresan su propia lógica, y quienes quieran discutir hacia el futuro deberán preguntarse qué les falta hacer o qué hicieron mal para perder por goleada, porque esa es la palabra, o la imagen a emplear cuando el primer candidato duplica en votos al segundo.
Al peronismo hay un punto a reconocerle: sigue siendo una fuerza política representativa en la provincia, pero estimo que no necesito explicarle a un populista que las contiendas políticas se ganan con votos y esos votos hoy no los tienen, salvo en Rosario donde hicieron una buena elección a concejales, aunque el departamento Rosario lo ganó Juan Pedro Aleart, mientras que en la ciudad el candidato provincial más votado fue Pullaro.
Y si de Rosario hablamos, habría que recordarles a los peronistas que desde 1983 no ganan en esa ciudad que alguna vez se consideró la capital nacional del peronismo. No gana y no está escrito que ganen. Es más, harían bien en hacerse cargo de que ganar para ellos es un emprendimiento difícil, complicado.
Lo novedoso es que están perfilando un candidato, pero de allí a unirse todo el peronismo detrás de ese candidato, y además ganar, hay un largo trecho. A título de curiosidad, me sorprende que el núcleo político original del Monteverde se llama “La ciudad futura”.
Pregunto con inocencia: ¿Sabrá Monteverde y los peronistas que lo siguen que “La ciudad futura” fue el título de la revista que fundó Antonio Gramsci en Turín allá por los años 1917-1918? ¿Sabrán estos compañeros quién es Gramsci? ¿Lo habrán leído? ¿O su fuente de sabiduría proviene de las lecturas obsesivas y neuróticas de “La razón de mi vida” y “La fuerza es el derecho de las bestias” más las "Memorias de un villero peregrino" de Juan Grabois? Vaya uno a saberlo. En todos los casos, “La ciudad futura” es un título que me resulta agradable, necesario para distinguir, por ejemplo, la diferencia entre el hombre del pueblo que “siente” y el intelectual que “sabe”.
Hay una frase de Pullaro que me importa destacar, porque a mi juicio es una lección de educación democrática, de republicanismo político y la expresión de un muchacho que desde su más tierna juventud se educó en la cultura alfonsinista: “Tener la mayoría no nos da la razón”.
He aquí una frase que ni por las tapas, ni ebrios ni dormidos, ni por las buenas ni por las malas, se le ocurriría a un peronista para quien “el pueblo nunca se equivoca” y su voz es la voz de Dios.
Y en este tema libero de responsabilidad al señor Aleart a quien seguramente esa frase no le dice absolutamente nada, ni a favor ni en contra. De eso se trata en la tradición republicana: la mayoría es un dato significativo a tener en cuenta en la ingeniería política, pero no otorga la razón ni mucho menos es sinónimo de verdad.
Obtener casi la mitad de los convencionales es significativo, pero mucho más interesante para la salud democrática de una provincia decidida a escribir una nueva Constitución es alentar la deliberación, estimular los entendimientos, ejercer, en definitiva, docencia democrática.
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