Los resultados de las elecciones provinciales en Santa Fe del pasado 10 de septiembre plantean un rotundo cambio en el escenario institucional, que también deberá conjugarse llegado el momento por el que termine imperando en el plano nacional. Pero más allá de eso, pueden catalogarse los distintos aspectos en los que supone un triunfo de la política como tal, y a la vez abre desafíos que la pondrán a prueba.
En primer lugar, y como ya ha sido marcado, en la persona del candidato que resultó ungido gobernador con más del 58 % supone un triunfo de la política en su concepción originaria. Básicamente, ejercida por políticos, atada a una clara vocación política, y concebida como parte de un proyecto político. Maximiliano Pullaro trazó su camino con varios años de anticipación y lo recorrió sin perder de vista el objetivo, trabajando intensa y extensamente para llegar a él. Cierto es que en otras circunstancias y contextos podría no haber sucedido, pero también resulta difícil pensar que hubiese sido posible sin esa planificación y ejecución.
En tiempos de anti-política, y del éxito por defecto de propuestas que vienen desde otros campos de la sociedad (que, por caso, sí se verificó en el caso de la intendencia y el Concejo santafesinos, o la senaduría de Rosario), Pullaro primero se impuso en la interna a Carolina Losada, y luego en las generales a Marcelo Lewandowski, en ambos casos figuras provenientes del mundo de los medios de comunicación, y que a la vez asumieron un rol protagónico en las anteriores elecciones legislativas. Pullaro, en cambio, tiene pasado en la política, que el electorado inevitablemente debió tener en cuenta al otorgarle esta chance en el presente. El futuro se verá a su debido tiempo.
El otro triunfo de la política quedó manifiesto en el hecho de que la ciudadanía optó deliberadamente por un proyecto, más que por una sucesión de candidatos individuales, eventualmente pertenecientes a distintas propuestas; cuestión facilitada por la boleta única que, naturalmente, es un reflejo genuino de la voluntad del electorado, pero también tiene como efecto la fragmentación. En esta oportunidad, los santafesinos mayormente eligieron, categoría por categoría, a los referentes de un mismo proyecto, independientemente del carisma o el nivel de popularidad de cada uno de los candidatos en particular. Y lo hicieron hasta el punto de otorgar al futuro oficialismo la mayoría en ambas cámaras legislativas, con una dimensión inédita en lo que va del actual período democrático.
Pero lo que se abren en este punto para la política son desafíos. Y el primero, ya vigente en la intensa transición que acaba de empezar, es sintetizar en términos de gestión las diversas identidades y miradas de las fuerzas políticas que componen la coalición ganadora. Tanto en la órbita del Poder Ejecutivo (ya se trabaja en consensuar nombres para el gabinete), como en la dinámica en que vaya a asumir el desenvolvimiento de la Legislatura. Incluyendo el crecimiento de "terceras fuerzas", que también formarán parte de la ecuación. Y luego, obviamente, que estos diseños y acciones sean eficaces para dar las respuestas que la población requiere.
Maximiliano Pullaro será el próximo gobernador de Santa Fe. Crédito: Guillermo Di Salvatore
El otro desafío a la política no es para la coalición triunfadora, sino para el justicialismo. Con su identidad vapuleada, por el forzado alineamiento con un gobierno nacional que ideológicamente nunca representó a la mayoría del peronismo santafesino (gobernador incluido), y también por la impronta más personalista que integrada del proyecto de Omar Perotti, el partido se apresta a un fuerte debate interno, y a un período de recomposición, que incluye el adelantamiento de la elección de autoridades.
Como suele suceder, los resultados de las elecciones del 10 de septiembre fueron una fotografía en tiempo real de la voluntad política de la ciudadanía, a la vez que pueden leerse como el modo en que decantaron procesos políticos que se desarrollaron en los últimos tiempos. Y también, como base para lo que se viene. Como escribió el poeta, y así es en política especialmente, el tiempo está después.