Puede que a un periodista le sorprenda la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque peronista. Sin embargo, a un historiador del futuro la sorpresa la representaría no esta renuncia sino que el hijo de Néstor y Cristina fuera presidente de un bloque partidario, una sorpresa relativizada por el saber que en la tradición del populismo criollo la familia (hijos, esposas) disponen de privilegios no muy diferentes a los estatuidos por las casas reales. Los mismos historiadores no disimularían su asombro por la constitución de un poder político en el que desde su inicio el poder efectivo lo ejerció la vicepresidente. El hecho de que no se registren antecedentes parecidos en la historia universal fortalece la singularidad del peronismo, en tanto la iniciativa fue coronada con el éxito electoral a lo que se añade el dato efectivo de que todo el peronismo en sus más diversas y contradictorias facciones adhirieron a esta singular iniciativa. Dirigentes de la oposición le han reprochado al peronismo esta suerte de maniobra fundada en resultados electorales sin evaluar luego las posibilidades de gobernabilidad. Las imputaciones opositoras merecen ser atendidas con la salvedad que el peronismo concebido como un formidable dispositivo de conquista del poder no solo se distinguió por su diversidad interna, propia de cualquier partido político, sino que esa diversidad en más de una ocasión incluyó las posiciones más contradictorias y antagónicas, lo cual no deja de ser una paradoja, en tanto el peronismo por concepción se distingue por la centralización del poder en el líder, jefe o conductor. Centralizado y verticalista y al mismos tiempo atravesado por contradicciones que como en los años setenta se resuelven por el camino de la sangre, como décadas después pueden resolverse por el camino de la farsa. Maravillas del movimiento nacional.
De todos modos, la decisión de Máximo no sorprendió o no debería haber sorprendido a nadie. Su gesto es la conclusión práctica del discursos pronunciado por su señora madre en Tegucigalpa. Los rumores acerca de algunas disidencias entre madre e hijo no son más que eso: rumores. Por convicción, por sometimiento o por lo que sea, Máximo no va hacer nada que contradiga a su señora madre. ¿Contradecirla en qué? Esta pregunta no admite respuestas sencillas. El kirchnerismo no es una ideología, pero está comprometido con un relato identificado con lo "nacional popular", la crítica al denominado neoliberalismo y las estrategias del llamado capitalismo globalizado cuyo centro de dominación sería Estados Unidos. Esta concepción de la política y el poder no está reñida con el peronismo histórico, por lo menos con algunas de las versiones tradicionales del peronismo. El kirchnerismo -hay que decirlo una vez más- es una corriente legítima del peronismo, como lo fue el menemismo en su momento. Es más, solo en el peronismo es posible una experiencia o una aventura política como el kirchnerismo. Que algunos peronistas hoy lo nieguen, no hace más que confirmar una añeja tradición consistente en negar al peronismo existente en nombre de un supuesto peronismo "ideal". Tal vez la versión inicial de esa concepción de la política la expresó en su momento Vandor cuando lanzó la consigna: "Hay que estar en contra de Perón para salvar a Perón". ¿Qué tal? La historia del peronismo desde que regresó al poder en 1973 es la historia de la negación de esa identidad por parte de algún sector interno apartado del poder. En nombre de ese peronismo ideal la identidad peronista le fue negada a Cámpora, a Isabel, a Menem, a Cafiero, a Duhalde y a los propios Kirchner. Lo curioso es que si se tomara al pie de la letra este proceso de negación o afirmación de identidades, arribaríamos a la sorprendente conclusión de que el peronismo ideal nunca fue gobierno, aunque, como dijera tía Cata, "los vengo soportando desde hace casi ochenta años y ahora me vengo a desayunar con que nunca gobernaron".
El relato K dispone de la flexibilidad que exige el poder y las apetencias del poder. Al kirchnerismo se lo debe entender desde su relato, pero ese conocimiento sería incompleto si no incluyera la apetencia de sus jefes por disfrutar de las mieles del poder y enriquecerse. No hay kirchnerismo sin relato y sin una simultánea práctica sostenida del saqueo de los recursos nacionales, saqueos que en más de un caso intentaron ser justificados en nombre de razones prácticas y nada novedosas en la historia reciente del peronismo: robar para la corona; o crear a partir de la corrupción una denominada "burguesía nacional" opuesta a la tradicional oligarquía liberal. ¿Lázaro Báez o Cristóbal López serán los paradigmas de esa burguesía nacional? ¿Por qué no? De todos modos, ninguna de estas especulaciones puede desconocer el dato consistente de una gestión de poder que, más allá de relatos y épicas, expresó, y tal vez exprese, lo más parecido a una cleptocracia. La decisión de Máximo, de oponerse a las negociaciones con el FMI realizada por el presidente de la nación a través de sus colaboradores más inmediatos debe entenderse en ese contexto político. La "cultura kirchnerista" rechaza las negociaciones con el FMI. Sería una ingenuidad suponer que solo la ideología está presente en ese rechazo. En efecto, si bien el kirchnerismo no ha disimulado sus opiniones acerca del FMI, al mismo tiempo su estrategia de poder le aconseja tomar prudente distancia de lo que para todos -oficialistas y opositores- es una decisión políticamente "ingrata". Como el kirchnerismo dispone o cree disponer de un proyecto propio de poder, no quiere pagar los costos de decisiones que afecten su estrategia. Nada más peronista. Beneficiarse de los oropeles del poder, pero no hacerse cargo de sus costos. Irresponsables o no, son de alguna manera previsibles. El objetivo es que los costos los pague Alberto y Juntos por el Cambio, mientras ellos se reservan para 2023 el rol de salvadores de la patria socialista o la patria peronista.
¿Y mientras tanto qué hará la oposición? ¿Votará en el Congreso un acuerdo con el FMI con medidas desagradables, mientras un sector dominante del peronismo toma distancia con el objetivo solapado de mantenerse inmaculados? No creo que sean tan ingenuos. Algunas declaraciones de los dirigentes de Juntos por el Cambio permiten avizorar una línea de conducta consistente en esperar que los peronistas se pongan de acuerdo para recién empezar a hablar. Concretamente, lo que los opositores no querrían es enredarse en una adhesión al acuerdo con el FMI dejando habilitado a un sector dominante del peronismo para erguirse en el futuro inmediato en adalid de las luchas contra los ajustes y otras "causas justicieras" por el estilo. Final abierto. No es novedoso que un partido de gobierno -el peronismo en este caso- esté atravesado por disidencias internas. Lo que habría que preguntarse es sobre la "calidad" de esas disidencias, empezando por el dato singular de un régimen de poder donde las decisiones más importantes incluida la capacidad de veto la tiene la vicepresidente y no el presidente. A este panorama hay que añadirle la tradición internista del peronismo siempre oscilando entre la farsa, la picaresca y la tragedia.
¿Qué pasará con el acuerdo del FMI en el Congreso? Nadie debería sorprenderse que los trotskistas y los diputados de Grabois y Alderete voten en contra. Diferente es la decisión que tome la oposición de Juntos por el Cambio. Patricia Bullrich y Cornejo en ese sentido fueron muy claros: "No votaremos un acuerdo que el oficialismo no avale en su totalidad". Me parece lo más prudente. Y la más realista respecto a la relación con el peronismo quien debería hacerse cargo de sus responsabilidades en el poder. Ocurre que los opositores tienen razones para recelar de un acuerdo con el FMI mientras el kirchnerismo se lava olímpicamente las manos. En política, saber con los bueyes que se ara es también un signo importante de sabiduría.
Nada más peronista. Beneficiarse de los oropeles del poder, pero no hacerse cargo de sus costos. Irresponsables o no, son de alguna manera previsibles. El objetivo es que los costos los pague Alberto y Juntos por el Cambio, mientras ellos se reservan para 2023.
Los opositores no querrían enredarse en una adhesión al acuerdo con el FMI dejando habilitado a un sector dominante del peronismo para erguirse en el futuro inmediato en adalid de las luchas contra los ajustes y otras "causas justicieras" por el estilo. Final abierto.