Varias veces estuve en España, esta nota la escribo en Madrid. Es la primera vez que la miro no como el periodista/ turista/visitante sino como el afligido argentino que viene de diez meses agitados en el alma nacional como muy pocas veces en mi historia, que comienza en la década del 40. Sumergirse en los pequeños atajos y callejuelas de los pueblos de España es, en cierto modo, meterse en su forma de entender el día, la secuencia del almanaque y, finalmente, la vida.
Todas las callejuelas, algunas donde no pueden entrar vehículos, llevan a calles principales y todas las calles principales ordenan el entrar y salir de sus ciudades. En cada sitio su gente. En todas sus ciudades el cuidado fue por retener el pasado jerarquizando lo bueno, lo posible, lo que se ve y se necesita exponer. No han renegado del ayer, simplemente lo suman.
Es asombroso ver los tranvías reciclados, los colectivos u ómnibus de nuevas generaciones circular sin demoras -excepto atascos, que los hay- y como se resuelve el tránsito. Tengo dicho que el humor de las ciudades lo da el transporte urbano de pasajeros. Trasladarse es una necesidad de vida, por trabajo o placer, el transporte público es el medio y, esto es tan obvio que espanta la distracción en algunos sitios de Argentina, si ése medio es malo el humor de los ciudadanos lo demostrará.
El tema de la educación -con exámenes- termina por definir qué se pretende de la sociedad. Todos los claustros tienen ayuda del Estado pero no es sólo eso, todos los claustros tienen cursos donde se perfila el siglo XXI. Hay muchas universidades y muchos terciarios y la más importante marcha estudiantil era para pedir los temas de los exámenes de ingreso (atención, atención, el que no aprueba no entra, hay exámenes de ingreso, solo los mejores seguirán… ¿se entiende?) para prepararse.
Más allá de lo levantisco de cualquier marcha, que no interrumpía el tráfico, ejem, que no lo interrumpía y que, además, era custodiada por la policía, solo eso, custodiada, pero más allá de lo levantisco de la marcha querían información para prepararse y aprobar el ingreso o sea: el concepto es quiero estudiar, quiero aprobar, quiero progresar. Siguen los que saben. La excelencia. La calidad que define hacia arriba, no el "muchachismo" simpático que demora profesores, recurso, ilusiones. Triunfo de la excelencia.
En cada una de esas calles, con nombres tan raros como "calle del Jesucristo de un clavo" y poco más allá "calle del Jesucristo de los tres clavos" (todas están en el GPS, en el teléfono) se destaca una casa cuidada, actualizada, recordando quien vivía allí. Tal vez sea una mirada diferente del pasado, se busca el dato que realce y se lo exhibe.
Asombra el cuidado de muchos edificios que vienen de años, en algunos casos de siglos y allí están. La picota y la maza no destrozaron, acomodaron y mantienen, recuperan y exhiben. El afán de lo nuevo -con claros intereses económicos y un más que claro desdén por el ayer- define una sociedad. En las sociedades donde vivo es exactamente al revés. Despreciar el ayer es el mandato inmobiliario, social, cultural, finalmente de vida.
Contrato, parte dos
El tema de la salud se maneja con estadísticas nacionales unificadas, un solo concepto sanitario y cosa rara: todas las encuestas elogian la Salud Pública y desconfían de los grupos privados. Solo hay quejas de grupos que tienen razón. Una agrupación para enfermos de diferentes variedades de ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica), que pedían licencias sobre medicamentos y tratamientos, ya es ley nacional.
Es un dato. No hay grupo político que bloquee mejoras de la salud del Estado. Es otro dato. La salud es, como corresponde, física y mental. El viejo "equilibrio sicosomático". España lo exhibe, nosotros no. Todas las ciudades grandes o medianas (las hay de 300.000 habitantes, lejos de las metrópolis: Madrid, Barcelona) entienden el turismo y entienden algo que ni siquiera se destaca, pero allí está: son multiétnicas.
Multiracial, es la definición que más sencillamente explica España en sus grandes ciudades. En algún pequeño pueblo de Andalucía o Murcia acaso no haya tanta integración, pero no lo sé. Lo que sabe cualquiera es que en España por año circulan tantos visitantes como habitantes y en muchas ciudades más turistas que locales año tras año. El espíritu español sobrevive. Hay, por debajo una sustancia que le es propia a un pueblo que sabe de dónde viene, solo así se puede entender hacia donde se avanza.
Contrato, parte tres
Tal vez Sevilla sea el sitio que elegiría para vivir, no Madrid y nunca Barcelona, donde todo lo peor de América y África se sostiene. Barcelona ya es, a mi superficial mirada, multiétnica, multiracial, por tanto multicultural y sin destino. Así como Miami no es Estados Unidos hoy Barcelona ya no es España, es el puerto de dos continentes llegando a un tercero. La mayoría llegando con desesperación porque en su sitio no tienen destino. Eso es para estudiar. Estudiar y lamentarse. Muchos de esos habitantes de una ciudad informe son argentinos. Por algo será.
En Sevilla me gustaría hacer radio. Un imposible de esos que lo motivan a uno. Hay dos barrios donde no entré. Uno se llama "Los Pajaritos", donde mandan los mafiosos gitanos. Nada fuera de ellos. Obvio que debe contarse la policía. El otro se llama "3.000 Viviendas", ya lo he mencionado en otra de mis notas. Armas de guerra, lucha de dos bandos en las calles. Policía municipal, policía provincial y el Ejército Nacional para poner orden.
El orden de los españoles lo cuidan todas las fuerzas españolas y nadie -periodista- tiene la brillante idea de decir que "3.000 Viviendas" es el sitio de la droga y la corrupción y el resto de España una pacífica sociedad. Se jerarquiza lo malo y se lo denuncia, no se lo estigmatiza. Hasta en estos días hubo redadas.
El "misterioso misterio"
Inesperado es no esperado. Javier Milei fue inesperado para buena parte del país. Está en el gobierno desde diciembre de 2023. Un muchacho solo, acaso con su hermana y poco más. Se ha ido llenando de conversos y de solícitos. Hay un fenómeno mundial de retorno a fuentes poco democráticas (como se las entendía en el siglo XX) y de rápidas decisiones. Milei está en ese tren.
El presidente de los argentinos obtuvo el 56% de los votos válidos en un balotaje, antes solo el 30%. El valor del voto popular lo decidió. Fue 56 a 44. Si el voto es válido y consagra -y lo es- es el presidente que consagramos. Su lenguaje diario es tartajeante, no es fluido ni tiene muchos vocablos. Cierra sus conceptos con exabruptos y aparenta ser feliz en el insulto, la generalización y la denigración.
Milei no dialoga con quienes no son de su entorno. Se define con absolutos sobre personas y personalidades con conceptos elementales e incompletos; casi infantiles o cercanos a la ignorancia. Es raro, no define peronismo pero si "socialismos y comunismos". Aparenta, por lo que se sabe, por lo que se ve, por lo que se decide desde su escritorio (donde quiera que se encuentre) con impulsos tan claros a esa definición: impulso.
En el diccionario médico, impulso es la "fuerza psíquica que empuja a la realización de un acto, constituida por la tendencia a reducir la tensión que produce una necesidad". Su necesidad. Se sostiene que respeta los conceptos o palabras claves que los algoritmos de las redes y se definen como pro positivas a su sostén y que, por consejo, se redefinen favorablemente en la confrontación que las redes sugieren. Milei es uno e indivisible, aun cuando diga que su jefe es su hermana. No tiene que responder a las necesidades del total de los argentinos, pero hemos delegado -en total democracia- en Milei la definición sobre tres contratos, el de educación, el de salud y el de seguridad.
Nunca nos inquirimos si sabía. Nunca le pedimos que explicase. Lo suyo fue decir estamos mal e iremos peor y creímos que hablaba de economía. En rigor hablaba de Educación, Salud y Seguridad. Hablaba del país. Hablaba de nosotros. Sus cifras de "econometrista" llevan a una conclusión que el periodismo conoce: a la mención de la cuarta cifra se olvida la primera. Aturdidos los colegas callaban. Los otros aprendices de brujos de la economía acotaban lo bueno y lo malo de esa economía. No hay opositor a su modo de relatar. Es, por construcción, un monólogo.
La sustancia era/es conservar la historia, mejorar las condiciones de vida y crecer. No parece el destino cercano. La confusión final indica que lo suyo nos llevaría, en cuarenta años, a una situación similar a la de Alemania. Se confiesa alineado con Israel y Estados Unidos pero no es el ejemplo al que llegaríamos en cuarenta años. ¿Quién, qué pueblo sacrifica cuarenta años para ser como Alemania?
No me lo pregunte, soy periodista, yo hago las preguntas. La más temible: ¿Con un hombre solo, que se maneja con impulsos y demuestra ignorancia sobre Gestión del Estado, pero una determinación muy férrea e impulsos difíciles de controlar, llegaremos a eso? La respuesta en dos capítulos: octubre de 2025 y octubre de 2027.
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