El evangelio de hoy nos enfrenta con la pregunta que pocas veces se plantea el hombre actual: ¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna? Por tratarse de un tema tan importante, primero quiero recordar una parte del diálogo precioso que aparece en la Liturgia de la Palabra de Dios:
"En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, un hombre se le acercó corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó: 'Maestro bueno… ¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?' Jesús le contestó: 'Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre'. El hombre replicó: 'Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud'. Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo: 'Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme'. Ante estas palabras, el hombre se marchó triste... porque era muy rico".
Qué lástima. El hombre se ha perdido una hermosa oportunidad para irse con Jesús, para encontrar la respuesta a sus búsquedas existenciales. Mis queridos amigos, uno de los grandes dramas de la sociedad contemporánea es la pérdida del sentido de la vida. El hombre, a pesar de la ciencia y de la técnica, ya no sabe ni por qué ni para qué vive, ni de dónde viene y a dónde va. Aparentemente vive, respira, pero en realidad está muerto. La pregunta que plantea el hombre rico no es una pregunta común. Hoy muchos se preguntan o nos preguntamos por varias cosas. Por ejemplo: ¿Cómo estar sano? ¿Qué estudiar? ¿Qué profesión elegir? ¿Cómo ganar mucha plata, etc.? Pero, la pregunta por el más allá de esta vida, resulta poco común, para no decir, no interesa en absoluto.
¿Qué es la vida eterna? Acaso… ¿Existe la vida eterna? A los que creemos en Dios, la Biblia nos dice que si; la fe nos dice que si. Y esto es bello. Nuestra vida con Dios tiene sentido; sin Dios es una lotería. Sin embargo, mucha gente no cree, no tiene una visión tan optimista, no espera nada. Entonces... ¿En qué que creen los que no creen? Las grandes preguntas que permanentemente debemos plantearnos no es sólo qué nos espera en la otra vida, sino cómo vivir, qué hacer para que esta vida, hic et nunc, aquí y ahora, sea feliz,... tenga sentido.
Nadie sabe ni cuándo ni dónde va a morir, nadie tiene el control sobre su vida, pero lo más seguro en este mundo de tantas inseguridades es que vamos a morir. Algún día va a ser el último día. Sin embargo, y esto es bello, de nosotros depende la respuesta a la siguiente pregunta: ¿Cómo vivir? A ver... ¿usted piensa que hoy uno puede ser ladrón, asesino, corrupto, y después de la muerte Dios lo transformará en un santito, inmaculado? ¿En serio? En el evangelio de hoy, en el diálogo de Jesús con el hombre rico encontramos varias orientaciones importantes.
En primer lugar, Jesús dice que lo esencial en la vida es cumplir los mandamientos: no matarás, no robarás, no darás falso testimonio… Pero eso no es suficiente. Porque el hombre rico a todo eso lo ha cumplido desde pequeño, pero, a pesar de todo, no se sentía satisfecho. Algo más necesitaba. Por eso le pregunta a Jesús: ¿Maestro, qué me falta? Y Jesús mirándolo con cariño le dijo: "Una cosa te falta. Anda, vende todo lo que tienes, dales el dinero a los pobres y luego sígueme". Jesús lo sitúa en una nueva dimensión.
No basta con cumplir los mandamientos, preceptos, prácticas religiosas, sino que es preciso liberarse de todos los apegos a los bienes materiales, a los vicios, a las ataduras internas, es necesario jugarse peor los demás. Ante las exigencias tan concretas y contundentes, el joven se marchó triste, porque tenía muchos bienes. Esperaba de Jesús otra cosa. Si Jesús le hubiera mandado hacer obras buenas, dar más limosnas a los pobres, lo haría gustosamente, pues total tenía muchos bienes.
Pero Jesús es radical. No se fija tanto en lo que damos sino en lo que nos guardamos para nosotros mismos. Se fija en el corazón. Por eso mismo, mis queridos amigos: ¡Qué engañoso es creer que las riquezas dan felicidad! ¡Qué engañoso es creer que el poder da felicidad! ¡Qué engañoso es creer que la fama da felicidad! Esto nos puede pasar a muchos. Nos creemos libres, pero en el fondo somos esclavos de muchas cosas. Pensemos por unos instantes en lo que somos y hacemos.