Bryan J. Mayer (*)
Bryan J. Mayer (*)
“Soy de la primera promoción” le dice un elegante caballero de saco y corbata al presentarse con otro vestido de igual forma, aunque sesenta y tres años más joven. La escena ocurre frente al flamante tanque Sherman que engalana desde noviembre el frente del Liceo Militar “Grl. Belgrano” y en medio de la comunidad Liceísta que celebra un nuevo aniversario. Después de más de una década, el instituto que forma reservistas de Caballería del Ejército Argentino vuelve a tener un monumento a su principal sistema de armas (el Tanque, que antes fuera Sherman y hoy Tanque Argentino Mediano).
En esa simbiosis descrita fugazmente en el primer párrafo se resume la esencia del Liceo Militar: elementos que desaparecen un tiempo hasta que vuelven; los Cadetes ansiando egresar; los egresados anhelando volver a ser Cadetes; formas y actitudes que coinciden a pesar del paso del tiempo.
Casi un ícono de la familia Liceísta es la canción “Gracias a vos”, que desde su creación por parte de la promoción XXVII se convirtió en un himno, no sólo para los del Belgrano si no también para miles de otros Liceístas. Sucede que su descripción de dramatismo los domingos al atardecer; un largo viaje hasta el Liceo; el temor de cruzar el puesto 1 y las ganas de volver a casa resume en acordes una secuencia que vivió esa promoción, las anteriores y las siguientes. Sin omisiones.
Quizá no haya guardias, sino imaginarias. Tal vez computadoras o celulares desplazaron el material en papel. Algunos uniformes cambiaron de color. El celular no demanda largas filas en el teléfono público y los auriculares desaparecieron a las radios. Los maletines ya no son de cuero, pero tienen el mismo peso.
Más allá de eso, cuando un adulto entra a un lugar, los Cadetes se colocan de pie. Al cruzar a alguien con mayor grado, el saludo 1 sube por la línea de botones a la máxima velocidad. El aprecio a la familia crece con el paso de los días y el gusto al mate cocido se incrementa cada día en el terreno. Los Oficiales de Reserva se siguen formando para tal condición, más allá que sean ahora de Caballería y no Infantería; el fusil debe ser sostenido con esfuerzo, aunque sea un FAL y no un mauser; la mano izquierda sigue pegada a la pierna, aunque con gesto de puño y no tendida.
Ya no hay colectivos especiales desde Rafaela o Rosario. Pero un puñado de Cadetes siguen engalanando con sus uniformes distintos colectivos los domingos y viernes con esos orígenes o destinos. Ellos, como hace 77 años, saben que viajarán parados si cualquier otra persona se queda sin asiento y que ayudarán a cualquiera que necesite cargar un pesado equipaje.
Ellos aprendieron hábitos de otros Cadetes más grandes que les enseñaron lo que ellos mismos aprendieron de otros. Las anécdotas sobre Cadetes aún más viejos pueden ser transmitidas durante décadas, ni que hablar sobre profesores o instructores. Y aunque, a veces, los nombres de los protagonistas cambien, las historias que transitan entre las promociones guardan un común denominador: la picardía y el amor que sólo el paso por el Liceo Militar puede crear.
La esencia es la misma, aunque algunas formas cambien. Pues el contexto cambia. Por eso la conexión entre un egresado de la I es con el de la LXIV es tan natural como la de éste con la de otros 10 años más jóvenes. Por eso cuando el General Gustavo Re, la máxima autoridad militar presente en la última formación por el aniversario del Liceo Militar “Grl. Belgrano”, cerró su discurso con la frase “mi Liceo corazón” todos sabíamos (y sentíamos) de qué estaba hablando.
(*) Subteniente de Reserva - Promoción LXIV
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