Viernes 12.7.2024
/Última actualización 21:59
Hace unos días tuve la alegría de visitar la Feria del Libro Gente del Agua (Reconquista) y de acompañar a Silvia Salame en la presentación de su nuevo libro de poemas: "Fuera de la luz del día". Este trabajo me ha hecho pensar en esos juguetes de movimiento perpetuo diseñados por físicos, que usan el impulso, el peso y la velocidad para formar figuras fluidas y cambiantes. Los elementos toman determinada disposición, colapsan, toman otra, y retoman la anterior.
Portada de "Fuera de la luz del día", poemario de Silvia Salame publicado por Palabrava en 2024. Gentileza En este libro noto un vaivén acompasado entre temas y emociones que van dibujando en el aire una forma de existir. Silvia elige que su libro empiece con un poema sobre la soledad. Con esa decisión apuesta a meterse de lleno en el dolor -en un dolor asordinado, amordazado- para desde ahí ponerlo en palabras. En ese primer movimiento, abre diciendo:
Algunas noches la llevo a ver la luna por mis ojos.
Hace tiempo se metió bajo mi piel.
Yo dejo que me modele desde adentro como arcilla.
A veces ella se levanta con un cuchillo
y quiere abrirme un tajo que no puede.
Digo que se trata de una apuesta porque el tópico de la soledad ha sido muy frecuentado por la literatura y hasta puede que toda la literatura sea una respuesta a esos dolores compartidos -a lo inenarrable de la pérdida, o del amor, o del vacío-, pero Silvia no subestima el desafío que representa el tema y construye una poesía alejada del minimalismo, que se estira para explorar, que sigue hasta que descubre o hasta que intuye el descubrimiento. Creo que en esto Silvia sigue a Pedro Salinas, para quien "la poesía es encontrar la esencia de la realidad, descubriendo el tiempo y sus interrogantes".
La esencia de la realidad que va revelando Silvia en este primer movimiento tiene que ver con la soledad, la noche, el abandono. En su poema "Bohemia", dice:
Cualquier bolsita plástica
dando vueltas con el viento
La emoción se intensifica y el movimiento se eleva al punto de la pasión, con versos como "No me tocó rugir / ni ladrar / ni aullar. / Por eso / escribo el grito" ("El principio"). A medida que leemos nos sumergimos en una atmósfera tensa de desesperación larvada, nos asomamos a un dolor que de tan grande no puede mirarse de frente. Y entonces a ese primer movimiento lo sigue un segundo movimiento con un motivo que va a recorrer el poemario, el de los perros. En "La orilla del día", dice:
El día termina en una orilla
perros de la calle peleando por las sobras
comiendo huesos de la basura…
Decía Carl Sandberg que la poesía era la bitácora de un animal marino viviendo en tierra y queriendo volar. Esa inconformidad con la existencia, ese deseo que no encuentra su objeto y que veíamos aparecer en el primer movimiento del libro se encarna en estos perros que van a aparecer cada tanto. Podría pensarse que esa falta del primer movimiento muerde como los perros del segundo. En "El reflejo", dice:
Pero recuerda: el secreto es lo que falta.
Estás vestida de vos misma hasta donde puedes.
Y vemos entonces el tercer movimiento, que alude a los vestidos como máscara, como disfraz, al vestido como intento y como límite. "Nunca me tuve puesta", dice. Y sigue, en "Más cierta en la ficción":
La realidad es un disfraz
pero siempre amanece muerto.
Y con la máscara, con ese disfraz, aparece en un cuarto movimiento la mirada del otro. En "Hoy", confiesa:
Llegué tarde a todos lados.
Tus ojos causaron mi hora demorada.
Me entretuvo tu forma de ver las cosas.
Fue una clase de cetrería.
Una libertad con método tu mirada.
Ese otro que aparece en contrapunto con la soledad del primer movimiento toma la forma de una amenaza, al punto que la poeta ruega "(…) No me aplastes como a una rata / voy camino a tu veneno. / ¿Qué otro deseo puede tener tu trampa?"
Podríamos discernir más movimientos, la recurrencia de otros elementos que van delineando la manera en que Silvia imagina y expresa su experiencia: los ojos -que varias veces se pone y se saca-, los huesos -que la visten y la desnudan-, las ventanas -que recortan el mundo-, la luz y la oscuridad, ya sea que se presenten como día y noche o bajo otros disfraces.
Christopher Fry decía que la poesía es el lenguaje que explora su propio asombro. La poesía de Silvia Salame también explora el nuestro.
(*) Reflexiones sobre "Fuera de la luz del día" (poemas), de Silvia Salame. Libro publicado por Editorial Palabrava, para la colección "La punta del iceberg". Año 2024, 65 páginas.