Fue una semana difícil para el gobierno nacional. El rechazo del DNU para los fondos reservados de la AFI; la ministra de Seguridad Patricia Bullrich salpicada por una fake durante la represión a manifestantes que se oponían al veto presidencial que impedía el incremento jubilatorio; la aprobación del presupuesto universitario y hasta la salida del interventor de Yacimientos Carboníferos de Río Turbio por severas denuncias de corrupción.
Entre medio de lo malo hubo una joya que casi pasó inadvertida: en la última sesión el Senado aprobó -con modificaciones- la modificación del Código Electoral Nacional estableciendo el fin de las boletas sábanas y sumándose a la tendencia aplicadas en varias provincias sobre el uso de la Boleta Única Papel. Una actualización del sistema que venía reclamándose desde hace años pero que encontraba en el peronismo -y más precisamente en el kirchnerismo- una fuerte resistencia al cambio.
Por eso es importante la foto final en la Cámara Alta. Los 30 senadores de Unión por la Patria quedaron sin los aliados de las provincias y la votación se impuso con el requisito constitucional de la mayoría agravada: el oficialismo logró sumar los 37 votos y aprobó la media sanción e introdujo cambios que vuelven a la Cámara de Diputados para su sanción definitiva. Si se ajustan a los tiempos hasta el posible que el sistema esté disponible para la elección de medio término del año próximo, lo que sería un golpe político importante sobre la estructura de punteros que aún subsiste en varios distritos electorales.
De ahora en más, el puntero será una moneda que irá devaluándose. Tal como ocurrió en las provincias que optaron por la boleta única, la “labor” de quien representa a un partido político se irá opacando.Y también toda la estructura que se ponía en juego en cada elección en donde, por caso, desaparecían los taxis y remises que quedaban al servicio de alguna fuerza política o los “aprietes” para que algunos ciudadanos más vulnerables tuvieran que llevar la boleta de tal o cual candidato para introducirla en la urna.
Javier Milei, presidente de la Nación. Crédito: Agustin Marcarian/Reuters
También es el final del negocio de la impresión de boletas. Actividad muy conocida en la provincia en donde muchos de los “dueños” de sellos de goma partidarios solían ufanarse de su avivada para quedarse con los dineros que el Estado otorgaba para la impresión de boletas. A muchos de ellos solía vérselos en los bares santafesinos, sonrientes, cada dos años, contando los fondos que disponían por impresiones que eran mínimas o inexistentes.
Un dato concreto: para la Paso de 2023 se imprimieron 3.744 millones de boletas para 35,3 millones de personas esto es 106 boletas por cada mayor de 16 años. Pero como el Estado no dispone de controles estrictos sobre cuál es el uso que se le dan a las partidas, una buena parte de los millones de dólares destinados a garantizar la pariticpación ciudadana, terminan en los bolsillos de los “dueños” de los partidos. O terminaban. Si pronto se aprueban las modificaciones en Diputados.
En un artículo de Chequeado sobre el uso de la BUP recuerda un dictamen de la Cámara Nacional Electoral de 2011 en el que sostiene que la boleta “no es […] un instrumento al servicio del partido” sino “la posibilidad física para que se exprese el ciudadano”, y que por lo tanto “constituye el elemento mediante el cual se exterioriza la voluntad del elector”. Y subrayó la conveniencia de evaluar la instrumentación de un sistema de boleta única por categoría, con el órgano electoral a cargo de su confección y su suministro, de modo tal de poner a disposición del elector la totalidad de la oferta electoral.
Desde entonces estaban hechas las recomendaciones pero hubo resistencias por un lado y hasta el empecinamiento de Mauricio Macri durante su gestión ya que el expresidente quería pasar al voto electrónico y rechazaba la opción del papel. Finalmente el cambio parace venir y consolidar lo que en Santa Fe ocurre desde hace años. También habrá que recordar que la sustitución de un sistema por otro provoca no pocos inconvenientes para quienes desde hace décadas se limitan a plegar una boleta sábana. Si se aprueba habrá que destinar tiempo y recursos para educar en el nuevo sistema para sepultar definitivamente al viejo.