"Un poco de perseverancia, un poco de esfuerzo y lo que parecía un fracaso desesperado puede convertirse en un éxito glorioso". Elbert Hubbard
"Un poco de perseverancia, un poco de esfuerzo y lo que parecía un fracaso desesperado puede convertirse en un éxito glorioso". Elbert Hubbard
Los sonidos se repiten, reverberan como el eco; voces que difieren, idiomas, con más o menos emoción; con llantos; con gritos; pero siempre felices. Las imágenes se multiplican, desde diferentes ángulos, profesionales; amateurs; retocadas; tuneadas; personales; privadas; públicas. Los colores son siempre los mismos, el celeste cielo y el blanco purísimo, en algunos asoma el sol, ese, el sol de mayo. El fútbol unió, se hizo uno el grito nacional, el orgullo de pertenecer; de ser argentino, donde el éxito es bandera y el fracaso es lápida.
Trágicos desde la cuna. Cada pequeña batalla librada en el campo de juego, en un campito, en la vereda o en La Bombonera (por nombrar el que quizás es el más emblemático de los estadios nacionales) se transforma en una cuestión personal, donde se juega el orgullo, la hombría, el exacerbado fanatismo casi descontrolado de formar parte del equipo ganador, así sea uno contra uno y lo que ruede entre ambos sea una pelota, una media o un bollo de papel. El fútbol es identidad, es intensidad, es inglés por invención, es argentino por la pasión. Es que también nos adueñamos de todo, porque en todo somos así. Con ese afán de subsistir la diaria y casi eterna lucha de existir en un país que poca da, el argentino medio (entero) se brinda de lleno a aquello que da un cacho de felicidad. Ya lo dijo Valdano, a quien le atribuyen la frase que cuentan, la dijo primero el italiano Arrigo Sacchi: "El fútbol es la cosa más importante entre las cosas menos importantes". Lo haya dicho el tano o el filósofo del fútbol, acá lo más importante es que lo que realmente importa es el fútbol, aunque no pague las facturas, aunque la inflación trepe a niveles impensados y que el dólar blue, que no entiendo si es por triste o por azul, siga subiendo, atando los precios de nuestras obligaciones.
Contábamos las horas, los días. Las imágenes se repetían siempre, los momentos felices y añorados de Maradona alzando la última copa, en México 86, la de la FIFA, esa hermosura dorada, brillante, única. Esa que había reemplazado al "Abrazo del alma" del Mundial 78. Aquella imagen icónica en la que, de rodillas, se abrazaban Tarantini y el "Pato" Fillol, y se les sumaba la figura de un entonces desconocido Víctor Dell'Aquilla, sin brazos, que los abrazaba desde el alma, con la felicidad y la emoción palpables en su rostro, en ese invisible abrazo sin brazos, captado por la instantánea de Ricardo Alfieri, histórico y prestigioso fotógrafo de El Gráfico.
El drama, como parte indispensable del ser nacional, intrínsecamente ligado a las raíces tangueras de nuestro deber ser, es pulso y lágrimas. Y es ahí donde el dolor muestra sus credenciales, el documento gráfico y estremecedor que nos detalla, sin analgésicos, el estigma de ser argentino y futbolero. La foto es una y acompañará durante ocho años a quienes de una u otra manera lo responsabilizaron como el artífice de tamaña vergüenza y desidia, sembrando el desconcierto y poniendo en duda a uno de los mejores jugadores del mundo, quien hasta ese momento había ganado todo, había roto todos los records y había dado todo de sí mismo para tenerla en sus manos y regalarla a los argentinos, no a sus vitrinas.
¿Es necesario nombrarlo? ¡Claro que sí! Si llegaste hasta aquí sabes muy bien de quien hablamos. La foto fue la ganadora del "Word Press Photo 2014" de deporte y pertenece a Bao Tailiang. El objetivo es él: en Messi está el foco de la escena, en el centro de la imagen, coronado con un público que se difumina, sólo, con la mirada en la copa, con las cejas que denotan toda la tristeza mundial, los ojos aguados, el alma perdida en algún lugar del corazón, los hombros levemente volcados hacia adelante como queriendo abrazarla y percibiendo en esa milésima de segundo que para él, ese brillante objeto del deseo, es intocable. Un click, furtivo, exacto… Su mirada es puro tango, sumisa, desprotegida, sólo él y la copa que grita sin una palabra que "de chiquilín te miraba de afuera, como esas cosas que nunca se alcanzan"
Frases hechas si las hay, más en un deporte cuyos protagonistas no se salen del esquema predispuesto, ese, el de responder con el casete puesto. Pero en el fútbol hay muchas, son pequeños latiguillos y clichés que forman parte del más popular de todos los deportes (¡je!) Entre todas, creo que la más escuchada es: "El fútbol siempre te da revancha". Claro que sí amigos lectores, esa es LA FRASE que define a los equipos de fútbol no ganadores, pues decirles perdedores suena muy fuerte.
Y vaya si hubo revancha, más ahora que estamos en las buenas, si hablamos de Truco…pero esa es otra historia. No solo esperamos 36 años, también tuvimos que tragarnos la bronca y esa foto trágica de Messi mirando la copa por ocho años y chirolas. Vimos a periodistas perder los estribos y estar rogando, rodillas al piso, para que se vaya tal o cual del equipo; escuchamos los gritos y las broncas de otros versando atrocidades desde lo personal, enterrando jugadores y técnicos, disfrutando como termitas del árbol caído. Vimos bajarse sponsors tildados de mufa, vimos renunciar y a pedido de los hinchas, regresar al más grande de todos. Vimos y sentimos morir parte de nosotros cuando falleció Diego. Vimos crecer a un grupo de chicos que futbolísticamente se prepararon para intentar mantener el sueño vivo, para que esos ojos tristes de aquel joven Messi de 2014 se transformaran en ojos llorosos, pero de felicidad.
Fue un largo camino, fue un tango, tragedia argentina. Fue guion de película; fue la saga de héroes, fue terror; miedo; angustia; felicidad y explosión de alegría. Fue intensidad y piel de gallina; fue llanto; pesimismo y resurrección. Fueron cabezas agachadas, cábalas, gente que no miraba los penales y el viejo paseando al perro 120 minutos. Fueron todas las Abuelas La La La, fueron ellos, un puñado de muchachos que nos volvieron a ilusionar. Fue el fútbol, lo más importante de lo menos importante. Fue Messi, fueron todos. Y la foto es él, besando la copa, acariciándola, sopesándola, compartiéndola. Fue Messi abriendo los brazos con los ojos puestos en su familia, leyendo sus labios diciendo "ya está". Si campeón, ya está, y lo vamos a seguir festejando durante cuatro años más, porque primero está la Argentina, y segundo, Francia.