Por Jorge Alberto Busaniche (*)
Por Jorge Alberto Busaniche (*)
Manuel Belgrano, quien fuera figura preclara de nuestra historia nacional, es recordado por actividades de notable jerarquía en diferentes campos de las ciencias sociales. Entre otras, las que lo llevaron a ser el Secretario del Real Consulado de Buenos Aires, institución encargada de promover el progreso de la economía durante la vigencia del Virreinato del Río de la Plata. Su dedicación al estudio y el esmero durante su etapa formativa en leyes y economía, que supo recibir en las Universidades de Salamanca y Valladolid, lo acreditó para ocupar dicho cargo y contribuir a la gestación de escuelas e instituciones en aquellos años del principio del siglo diecinueve. En la Semana de Mayo, su participación resultó decisiva dentro de la Primera Junta de Gobierno y en la difícil tarea de iniciar el germen libertario de la Patria.
El hecho de haber aceptado la jefatura del Ejército del Norte y enfrentarse a los desafíos que el momento imponía, es absolutamente compatible con el temperamento vigoroso de aquellas personas acreditadas en valores que no se doblegan ante ninguna adversidad, más aún en el caso de Belgrano quien no estaba formado en la especialidad militar, pero la grandeza de su persona, el patriotismo que lo animaba y su total entrega a la causa de mayo, es lo que contribuyó a obtener logros fundamentales para la libertad e independencia de las entonces Provincias Unidas del Río de la Plata.
En marzo de 1812 se produjo el arribo de José de San Martín, a pocos días de que Manuel Belgrano se dirigiera a asumir la conducción del Ejército del Norte. Próceres de nuestra historia nacional que sumaron esfuerzos en la lucha por la libertad de la Patria y que coincidieron en romper con los prejuicios y temores dentro de la dubitativa conducción política del Primer Triunvirato, que impedía una mayor predisposición para recorrer el camino a la independencia. El plan de San Martín de cruzar la Cordillera y actuar contra los realistas por Chile, no hubiese sido posible en su momento sin el decisivo triunfo de Salta y las acciones de resguardo de la frontera norte ejercidas por Miguel Martín de Güemes. Constituye por lo tanto una suerte de virtuosa complementación de lo que se obtuvo inicialmente por Manuel Belgrano, seguido por la campaña libertadora de San Martín y la vigilia gaucha de los patriotas salteños.
Las fuerzas de las ideas tenían que ser sostenidas por medio de las armas y acceder a la anhelada libertad en los campos de batalla, destacándose José de San Martín con su brillante foja de servicios durante su carrera militar en España, y Manuel Belgrano en su carácter de General, posicionándose como comandante de las fuerzas militares y recibiendo los aportes de la oficialidad bajo su mando, como de la población civil en cada escenario en el que le tocó actuar.
Manuel Belgrano fue un "genio", por cuanto el hecho de haber asumido la conducción de dicho ejército en una situación claramente desventajosa y tener que reconstituir las fuerzas en vista a los enfrentamientos bélicos que se sucedieron. Inmediatamente surge la reflexión acerca de cómo resultó posible atender tantas necesidades y comandar su ejército en verdaderas epopeyas en que lograron las victorias que fueron decisivas para la causa patriota. Si en las barrancas de Rosario se encendió el lucero que iluminó la Patria con la creación de la Bandera, un año después brilló un torrente de luz el día de la victoria de Salta.
Las Piedras, Tucumán y Salta, fueron batallas en que los hijos de la patria se brindaron con una fuerza incontenible para forjar la libertad. En la Batalla de Salta tuvo su bautismo de fuego la bandera de Belgrano, en la cual prevaleció la fuerza espiritual en cada integrante de su ejército y la genial estrategia decidida por Manuel Belgrano, lo que permitió el gran triunfo del 20 de febrero de 1813, apuntalando política y militarmente hacia el camino a la independencia.
"Ay, Patria mía", fueron sus últimas palabras, pronunciadas en la mañana de aquel 20 de junio de 1820. El legado de Manuel Belgrano -que perdura a través de los tiempos- es nada menos que la libertad. Su vida y trayectoria constituyen páginas de gloria y entrega total para el cumplimiento de los objetivos que se propuso. Su genio es indeleble y se evidencia en todos sus hechos en favor del mantenimiento de los valores de la nacionalidad. El ¡VIVA LA PATRIA! que formó parte de las arengas a sus soldados, se mantiene como eco permanente que debería ser escuchado por las diferentes generaciones de argentinos y constituir motivo de reflexión para el bien republicano.
El hecho de haber aceptado la jefatura del Ejército del Norte y enfrentarse a los desafíos que el momento imponía, es compatible con el temperamento vigoroso de aquellas personas acreditadas en valores que no se doblegan ante ninguna adversidad.
Si en las barrancas de Rosario se encendió el lucero que iluminó la Patria con la creación de la bandera, un año después brilló un torrente de luz el día de la victoria de Salta. En ella tuvo su bautismo de fuego la bandera de Belgrano.