"Nunca hay vientos favorables para quien no sabe a dónde va"- Séneca
¿Qué significa gobernar democráticamente?
"Nunca hay vientos favorables para quien no sabe a dónde va"- Séneca
Comúnmente se entiende a la democracia como un sistema político que defiende la soberanía del pueblo, a través del cual la ciudadanía tiene derecho a elegir y a controlar a sus gobernantes. Sin embargo, cuando una nación pretende consensuar y articular estas ideas a través de órganos, normas y procedimientos, emergen un conjunto de dificultades que hacen que este proceso se extienda inexorablemente en el tiempo. En este sentido, la historia de nuestro país nos presenta con mucha claridad los obstáculos y las dificultades que hemos tenido que sortear para consolidar nuestro sistema republicano, representativo y federal, a tiempo de haber cumplido recientemente el bicentenario de nuestra independencia.
Cuando en la vida cotidiana asoman prácticas sistemáticas de corrupción, no solo en nuestros gobernantes, sino también en el empresariado o en diversos representantes de estamentos de la sociedad civil, la democracia se vacía de sus contenidos primigenios, y se convierte en una quimera. Esto nos lleva a reflexionar que, en realidad, no se está cumpliendo con la segunda de las premisas del postulado democrático, la de controlar a nuestros gobernantes, más allá de que éstos hubieran sido elegidos legítimamente por el pueblo. Es que la garantía de la gobernabilidad, y por ende el éxito del sistema democrático, no solo viene dado por el voto popular de una mayoría sino por gobernar democráticamente.
¿Y qué es gobernar democráticamente? Que funcionen las instituciones pensadas y creadas por nuestros representantes, ni más ni menos. Pero además instaurar nuevos sistemas de colaboración, nuevos mecanismos participativos, nuevas reglas de rendición de cuentas. Por eso es esencial reflexionar, y máxime actuar en esa línea, para que las decisiones se centren en las demandas del pueblo y no en los intereses de las autoridades de turno; para superar la opacidad y el direccionamiento en la utilización del erario público; para neutralizar el autoritarismo en la formulación y ejecución de las políticas públicas; para evitar los programas y proyectos de inversión favoreciendo a sectores o a gobiernos del mismo tinte político; para desterrar la discrecionalidad en las designaciones nepotistas o clientelares, sin ningún tipo de control.
Así entonces, la calidad de una democracia moderna se sustenta empoderando a la población a través de diversos instrumentos de cogestión, que faciliten el seguimiento de la administración de la cosa pública, con iniciativas participativas y colaborativas del ciudadano común. Ahora no solo es condición necesaria que las instituciones funcionen conforme al derecho -supuesto birlado de manera reiterada desde la restauración de la democracia argentina en 1983-, sino que es imprescindible instaurar una nueva cultura de seguimiento y control de los organismos públicos, en los que la innovación y las nuevas Tecnologías de Información y Comunicaciones (TIC) no pueden estar ausentes.
El contexto actual favorece el desarrollo de estas nuevas dimensiones fundamentalmente a partir surgimiento de las TIC, que constituyen una oportunidad sin precedentes. Permiten reducir la brecha entre un Estado excesivamente regulado por sus normas, con nichos de corruptela en sus diferentes instancias de prestación de servicios, y un Estado Abierto y cognitivo, más flexible, plural y dinámico en su gerenciamiento público. Internet, primero, las redes sociales, después, los sistemas de posicionamiento global o GPS, luego, y los teléfonos celulares inteligentes, últimamente, son ejemplos de tecnologías digitales que han aventajado los inconvenientes de espacio, de tiempo y de almacenamiento de información, en la vida del hombre posmoderno.
Estas mismas herramientas aplicadas adecuadamente a las instituciones públicas, permiten superar el oscurantismo y pasividad del paradigma burocrático weberiano a partir de las nuevas prestaciones que emergen de su uso: conectividad entre prestadores y beneficiarios de servicios públicos, portabilidad y accesibilidad con independencia del lugar en que se encuentre el interesado, instantaneidad para disponer de información en tiempo real, localización geográfica para facilitar la ubicación hacia o desde cualquier destino, transparencia de manera continua y sistematizada que facilite la rendición de cuentas de los asuntos públicos y almacenamiento virtual ilimitado sin que sea un impedimento para construir el conocimiento de la realidad estatal.
Planteado así, la aplicación intensiva TIC ha constituido un medio esencial para modernizar y transformar la eficacia y eficiencia del Estado. En un primer momento, se promovió mundialmente el gobierno electrónico, como estrategia alternativa para mejorar las prestaciones que brindaba el Estado, en la que las tecnologías de información se constituyeron en un vehículo muy poderoso para competir y suplir paulatinamente a los sistemas de atención presenciales.
Con el tiempo este ideario se completó, con la irrupción del Gobierno Abierto anunciado por Barack Obama en su mensaje de asunción presidencial, buscando una mayor apertura del Estado para tutelar a una sociedad desprotegida en sus derechos inalienables. No solamente era necesario hacer que el producto público generado fuera más eficiente y equitativo en su provisión, sino que, además, se gestara de manera más abierta, flexible, y participativa, centrada en el ciudadano, con adecuados mecanismos de supervisión y control por parte de los interesados.
La realidad estatal debería anclarse en estos conceptos, recuperando las ideas que dieron origen al Gobierno Abierto, a partir del relevamiento y del análisis de diversas experiencias, principalmente del ámbito local y provincial. Entendemos que la construcción de la democracia es colectiva, no solo desde procesos decisorios gestados por nuestros gobernantes, sino a través de la intervención de funcionarios públicos, de la investigación de académicos, de la opinión de empresarios, de la participación de representantes de la sociedad civil, y de la colaboración del mismo ciudadano. Por tanto, la articulación de una comunidad en red resulta decisiva, y la difusión de un conjunto de prácticas exitosas, alientan a gestar la transformación del Estado a partir de una sociedad más involucrada, con el único objetivo de mejorar la calidad de vida de los habitantes de una región.
El Gobierno Abierto es un nuevo paradigma que se ha consolidado en los últimos diez años a nivel global, para fortalecer las capacidades de gestión de los gobiernos y modernizar el sector público. La transformación de nuestra sociedad no será viable en la medida de que todos los sectores participen activamente, de manera abierta y colaborativa, para gestar una ciudad o una región más justa, equitativa y solidaria. Recordemos siempre que la peor pobreza de una nación es su incapacidad de proyectarse. De eso los argentinos sabemos de sobra. Hemos vivido dando tumbos, rodando por el mundo, haciendo el destino que quizás nos merecemos. Algún día la experiencia nos ayudará por baquianos. Mejor no lo hubiera podido interpretar Julio Sosa, en su célebre tango "¡Qué me van hablar de amor!".
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