Domingo 27.3.2022
/Última actualización 12:17
Finalmente sucedió lo que todos esperábamos desde hace meses: la inflación se aceleró en febrero, con particular énfasis en el precio de los alimentos, porque el gobierno no tomó casi ninguna medida para frenarla -apenas algún acuerdo sectorial, el programa de Precios Cuidados y ahora el aumento de las retenciones a los derivados de la soja- mientras discuten si el fenómeno es multicausal, monetario, producto del déficit fiscal, la cartelización o de las expectativas.
No alcanza con definir a la inflación como el problema más importante de los argentinos y del país, como lo hizo el presidente Alberto Fernández en el discurso de apertura de sesiones del año legislativo el 1 de marzo o declararle la guerra, como la semana pasada. También hay que bajarla para que deje de golpear el poder adquisitivo de los salarios y el humor social. Hasta ahora al gobierno no se le ocurrió otra cosa que aplicar políticas que ya se implementaron muchas veces y, en el mejor de los casos, sirvieron para contenerla por poco tiempo.
El pedido del sindicato de Comercio, el de mayor cantidad de afiliados de todo el país, de discutir salarios cada tres meses muestra mejor que nada el clima de época. Desde la reinstauración de las negociaciones colectivas los primeros meses del gobierno de Néstor Kirchner es la primera vez que sucede. Hasta ahora eran anuales y desde que la inflación empezó a subir en el gobierno de Cambiemos se incluyeron algunas herramientas como las cláusulas gatillo o la revisión del acuerdo en un determinado lapso de tiempo nunca inferior a los seis meses.
No hay un solo indicio que indique que la inflación empezará a bajar en los próximos meses, más allá de los deseos de la mayoría de la sociedad que todos los días tiene que ir al almacén o al supermercado y cada vez tiene que llevar más billetes de mil pesos. De hecho, centros de estudios y consultoras estiman que en marzo el piso será del 5%, con un fuerte impacto del precio de la harina y sus derivados y el aumento de los combustibles.
Es verdad que la inflación golpea fuerte en el mundo y que lo seguirá haciendo los próximos meses. También que pega tanto en el humor social como el bolsillo. Por eso en el gobierno salieron a mostrar el desempeño de la economía el año pasado, uno de los mejores de la última década para el sector productivo argentino, para tratar de "neutralizar" el agobio de la gente.
Un buen resumen de lo que fue el 2021 fue hecho el 24 de marzo por el ministro Martín Guzmán en su cuenta de twitter. Allí destacó que la recuperación económica Argentina en el empleo, la producción y la inversión "fue realmente fuertísima, superior con creces a cualquier pronóstico".
"Los datos son contundentes. Argentina experimentó en 2021 un crecimiento récord en décadas, siendo la primera suba luego de 3 años consecutivos en baja (-2,6% en 2018; -2% en 2019 y -9,9% en 2020). La inversión, motor de este crecimiento, tuvo la misma dinámica: trepó 32,9%", sostuvo.
"La recuperación del empleo también es muy fuerte. Creció la tasa de empleo a 43,6%, y bajó la tasa de desempleo a 7%. Esto significa 1,1 millón de empleos más que en el primer trimestre de 2019, a pesar la pandemia", agregó el ministro, al tiempo que atribuyó esta recuperación al resultado de "políticas que priorizaron al trabajo y la producción y cuidaron al tejido productivo en el peor momento del COVID-19".
Más allá de discusiones teóricas sobre la inflación, estaría bueno que, como muchas veces se piden políticas de Estado, toda la dirigencia, no solo la política, haga de la inversión productiva una de ellas, generando las herramientas que la impulsen para que la capacidad productiva de las empresas se amplíe y de esa manera satisfaga la demanda en períodos de crecimiento y no la ajuste aumentando los precios, que es lo que pasa cada vez que mejoran los ingresos de la mayoría de los argentinos.