Con Nicolás Peisojovich
Es tan particular el inglés, que corazón y tierra llevan las mismas letras y hasta suenan casi igual, solo una sutil diferencia las separa, casi un suspiro, un aliento de vida, un inaudible latido que sale del pecho con suavidad romántica.
Con Nicolás Peisojovich
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El idioma inglés tiende a la practicidad, al uso de la lengua sin mucha floritura, se saca de encima lo rococó y elimina la sobrecarga de la multiplicidad sinonímica; el inglés economiza en palabras y para el receptor desacostumbrado al idioma inglés, todo parece sonar igual. Es que hasta en el sonido parecen iguales, y quise poner el título de mi Peisadilla en el idioma que Walt Whitman se cantó a sí mismo, y que hace muchos años atrás lo conocí por una maravillosa traducción de J. L. Borges. Canto a mí mismo es también este humilde texto que les hago llegar cada sábado, desde hace años, colocando a vuestras mercedes mi corazón en forma de palabras; latidos en forma de recuerdos, taquicardia en forma de re locos. Pero tengo que concentrarme y gambetear la locura para utilizar las palabras para encajarlas en su justo lugar (que no es lo mismo que ponerlas en un lugar justo) pues sabemos que las palabras son pequeñas dictadoras, transformadoras de realidades y fantasías, repletas de verdades y mentiras, son engañosas en su timbre, vehementes en sus tonos; ellas se despliegan ante nosotros en total libertad y nosotros nos sumimos a su significado.
La Pachamama, nuestra madre tierra, es la madre que cobija y nos da sin pedir nada a cambio, generosa y vital nos brinda sus frutos y su líquido, nos da el aire puro y el agua que bendice la vida, su corazón es el corazón de la humanidad, es la madre que protege y cuida de sus hijos y aunque hoy esté enojada y nos tenga encerrados en una mortal penitencia, ella siempre busca cómo florecer, cómo abundar en su infinita latencia... ¿infinita?, creo que no, por eso es momento de reflexionar sobre los actos de los hombres que hacen un continuo daño a nuestra madre tierra, daño que en estos días se nos vuelve en contra, donde el hombre lucha contra una enfermedad mortal e insidiosa, que tiene en jaque a países y gobernantes, donde las preguntas siguen sin respuestas, donde el futuro se torna incierto, los sistemas caducan, los viejos paradigmas renacen, los nuevos dogmas se caen, el mundo se reconstruye, la normalidad es una anomalía social, donde lo social se vuelve insostenible y lo grupal es ilegal. La nueva normalidad “desnormaliza”.
Brindemos por eso, por nuestros héroes y por la tierra que los parió.
Una cañita con ruda y hasta la semana próxima.