Ocho siglos y medio después de haber dejado este mundo una de esas verdaderas heroínas, Hildergada de Bingen (Hildegard von Bingen), sigue iluminando con su legado. Además de santa, es Doctora de la Iglesia, título otorgado en 2012 por Benedicto XVI y que sólo comparten cuatro mujeres. A Hildegarda puede considerársela una revolucionaria, mística, protofeminista, botánica, filósofa, sibila, médica, artista, poetisa, sexóloga, compositora y consejera política.
Fue monja benedictina y virgen y, sin lugar a dudas, una mujer excepcional, un espíritu renacentista en el corazón del Medioevo. Publicó su primera obra recién a los 38 años y murió a la por entonces avanzadísima edad de 81 años. Su vida y sus escritos escaparon a la hoguera, tal vez un signo más de su divina conexión o de su astucia para saber cómo manipular sus luces.
Como diezmo
Nacido en 1098 en Bermersheim en el seno de una familia noble de origen germano. Décima hija, su futuro monacal fue decidido por sus padres antes de su nacimiento: sería consagrada a Dios como “diezmo”. Fue entregada a los ocho años a la noble Judith de Spanheim (Jutta) para que la preparase para tomar los hábitos. Bajo la tutela de ésta estudió latín, los salmos, las sagradas escrituras y los cantos gregorianos.
Hildegarda.
Al cumplir 14 años, pupila y maestra se enclaustraron en el monasterio de Disibodenberg. Este monasterio era masculino, pero acogió a un pequeño grupo de enclaustradas en una celda anexa en 1112. Dos años más tarde la celda se transformó en un pequeño monasterio, a fin de albergar el creciente número de vocaciones. En ese mismo año, Hildegarda emitió la profesión religiosa bajo la regla benedictina.
Viajes y homilías
Tras la muerte de su maestra en 1136, Hildegarda se puso al frente del grupo monacal femenino. Si bien la clausura en sus tiempos no era tan rígida como lo sería a partir de Bonifacio VIII, no dejó de sorprender y admirar a sus contemporáneos que una abadesa abandonara su monasterio para emprender largos viajes de predicación.
Sus hermanas de la orden hacían copias de sus homilías para compartirlas con otros monasterios y entregaron sus cartas, de las que se conservan casi 400, a muchos y eminentes destinatarios. Fue la única mujer a quien la Iglesia permitió predicar al clero y al pueblo en iglesias y abadías. Les hablaba de la corrupción de los canónigos y del avance de la herejía de los cátaros culpando de esta última a la falta de piedad del clero y del pueblo en general.
Con motivo del cisma provocado por la elección del antipapa Víctor IV con el apoyo del emperador Barbarroja, frente al papa romano Alejandro III Hildegarda hizo graves amonestaciones proféticas al primero de estos, así como al emperador mismo.
Lingua Ignota
Para Hildegarda el universo, su plenitud y perennidad, podían experimentarse como una expansión cosmológica del alma inseparable de la vida divina. Aunque sus manuscritos fueron escritos en latín y alemán, su boca quiso cantar las maravillas de Dios y para ello creó la Lingua Ignota o lengua desconocida, el primer idioma artificial de la historia, con más de mil palabras y un alfabeto nuevo de veintitrés letras.
Según su visión del mundo la creación puede cantar simplemente a través de un rayo de luz. Haciendo gala de un aguzado ingenio y una fe firme enfrentó numerosos obstáculos y logró ver la Gloria de Dios en la belleza de su creación.
Celebración
El Instituto Cultural Argentino Germano de Santa Fe celebrará este año el legado de esta mujer que sigue vigente con su obra provocadora. Por ello, gracias a la colaboración de El Litoral, acerca a los lectores cuatro entregas sobre su vida y legado, que forman parte del Proyecto “Hildegard von Bingen y sus aportes para nuestros días”.
Además, organizará durante agosto próximo, en el Foro Cultural Universitario, una muestra plástica a cargo de la artista tucumana Marcela Chichizola y una serie de conferencias en torno a su figura. Las actividades incluirán también un concierto en la Catedral Metropolitana a cargo La Sambuca, ensamble de música medieval y renacentista.
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