Y que los cumplas muy feliz, y por muchos años más, querido Hospital de Niños de Santa Fe. Te estamos agradecidos, y estamos contentos y conformes, y te tenemos plena confianza. Ya sabemos que hay dificultades, pero también sabemos de la buena voluntad y del sentido común, y de las ganas de solucionar todas las dificultades.
El 5 de agosto, el Hospital de Niños cumple 25 años en su actual ubicación. Feliz cumpleaños. Y como manda la tradición, estamos frente a una torta de chocolate, recubierta con dulce de leche y esparcidos por arriba los mil copos blancos del coco rallado. Sobre la superficie superior, más o menos convexa, se yerguen orgullosas las 25 velitas encendidas que dan fe de este magnífico cuarto de siglo.
Antes de soplarlas, la tradición manda que se expresen tres deseos. El primer deseo es que este querido hospital continúe siendo el punto de referencia para todos los chicos y para todos los pediatras de la ciudad de Santa Fe y de la mitad norte de la provincia. Sin duda es lo mejor que tenemos.
Ser el punto de referencia pediátrico para media provincia significa que allá donde haya un consultorio de pediatría, público o privado, ante una misma situación se aplica un mismo proceder, luego un mismo diagnóstico, luego un mismo tratamiento. Ya sabemos que cuando se aplican criterios uniformes para situaciones iguales, la pediatría es más fácil, más segura y puede llegar así a más pacientes. Y tanto si están acá como si están allá, porque no se trata de tener el pediatra en la esquina de casa, sino de saber que el pediatra y la enfermera de pediatría actuarán según criterios consensuados, basados en la evidencia.
La función del hospital es tanto asistencial como formativa. Debe atender, asistir a todos los lo necesiten y en la medida en que lo necesiten. A la vez, y esto no es menos, debe desarrollar una doble faceta formativa. Por una parte, debe formar en pediatría a los médicos y a las enfermeras que la comunidad necesita. Por otra parte, debe establecer los criterios que sirven de referencia para todos los profesionales de la pediatría, estén donde estén. Ambas facetas de formación tienen puntos en común, y puntos de periódica actualización.
Ambas facetas formativas son un orgullo para el hospital, y determinan, y luego mantienen el prestigio del hospital. Orgullo y prestigio también proceden, en igual medida, del quehacer asistencial y organizativo. Y aquí está el segundo deseo que expresamos antes de soplar las velitas cumpleañeras: queremos seguir teniendo un hospital prestigioso del cual estemos orgullosos.
Pero hay que advertir que el buen funcionamiento asistencial y formativo del hospital necesita contar con el apoyo de la autoridad, sea de la dirección, sea del ministerio. Los criterios políticos no tienen cabida en un hospital, ni tampoco tienen cabida los cargos políticos, puesto que ambos son cargas pesadas que lastran la función hospitalaria, y comprometen por tanto la función del hospital. Se necesitan personas competentes, y que asuman responsabilidad por lo que hacen y por lo que dejan de hacer.
Descontamos que el hospital cumple con sus funciones de la mejor manera que puede, y esto es motivo de prestigio y de orgullo. No obstante, no basta con ser bueno, sino que hay que demostrarlo. Este es el tercer deseo. Que el hospital muestre más y mejor todo lo que hace, y todo lo que no hace porque no puede. Que se sepa. Que se sepa lo bueno tanto como lo malo. Que se sepa lo cotidiano y lo excepcional. Que el quehacer formativo y asistencial del Hospital de Niños esté más en los medios, para que se sepa.
Necesita más presencia en la prensa general y en la prensa científica, lo que tal vez signifique un compromiso extra por parte del hospital y un interés extra por parte de los medios. El hospital tiene mucho para decir, y necesitamos que nos lo diga. Queremos saber. Es el derecho a la buena información, voces autorizadas, voces creíbles, voces contrapuestas, voces que entusiasmen, voces que sumen. Y luego, con esta música, más vocaciones pediátricas depertarán, y acudirán entonces al llamado.
En el corazón de mil
El Hospital de Niños de Santa Fe nació llamándose Eva Duarte de Perón, y fue ella misma quien lo inauguró, con su propio nombre, en 1947. Antes era el Sanatorio Meana, y le debía el nombre a uno de sus propietarios, el doctor Teófilo Meana. Les fue expropiado.
Creo que fue en 1955 cuando cambió de nombre, y pasó a llamarse Dr. Ricardo Gutiérrez, en homenaje al pediatra que había fundado, en 1875, el Hospital de Niños de Buenos Aires, del cual fue director durante años; desde 1946, este hospital lleva su nombre. En 1999, aprovechando que se traslada a la ubicación actual, el Hospital de Niños de Santa Fe cambia otra vez de nombre y pasa a llamarse Dr. Orlando Alassia.
No entiendo la curiosa costumbre de ponerle nombre de persona a los hospitales. No lo entiendo porque se supone que pretende ser un homenaje llamado a perdurar en virtud de unos méritos. Pero olvida a los muchos otros que, con igual o más mérito, fueron iguales o incluso más relevantes para la vida del hospital, y sobre todo para la salud de los pacientes. Es entonces una costumbre injusta, porque por recordar a uno se olvidan de muchos otros, y todos son importantes por igual.
Los dos primeros nombres del Hospital de Niños nos demuestran también que puede ser polémica, y efímera, la decisión de agregarle el nombre de alguien al nombre de un hospital. Todo mi respeto por las personas que le dan el nombre a un hospital, pero convengamos que no hace falta. Me parece que nuestro hospital de niños tendría bastante con llamarse Hospital de Niños, puesto que con esta sencilla denominación se evita toda polémica, todo olvido, se trata a todos por igual y en todo momento nos recuerda lo más importante: que es un hospital dedicado nada más y nada menos que a los niños, a todos por igual.
El nombre de quienes hicieron buena pediatría, de quienes hicieron la mejor pediatría que supieron, que pudieron o que les dejaron hacer, de quienes lucharon en favor de los pacientes incluso contra toda adversidad, todos estos, que son muchos, no necesitan el bronce para perdurar. No lo necesitan porque ya están inmortalizados en el recuerdo. En el corazón de mil pacientes que pidieron ayuda, y que la encontraron. En el recuerdo, en el corazón de los muchos chicos que se curaron. Y también en quienes murieron con humana, e infantil dignidad.
Por esto es que no entiendo el nombre de una persona para el nombre de un hospital. Porque no hace justicia, porque se olvida de los otros. En este vigésimo quinto aniversario del Hospital de Niños en su actual ubicación, entonces, vaya todo el formal reconocimiento, todo el agradecimiento a todo el personal, a todos por igual, del pasado y del presente. Es para ellos todo el mérito. Nadie quiere un único nombre, sino todos los nombres, todos los hombres y todas las mujeres que hicieron, que hacen, de la pediatría un gran servicio a la comunidad.