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Hoy celebramos en el paraninfo de la Universidad Nacional del Litoral los 25 años del programa de radio emitido por LT10; "Hoy y mañana", un título copiado de la columna que durante décadas escribió ese notable periodista norteamericano que se llamó Walter Lippmann. Veinticinco años es un cuarto de siglo, una designación que en cierto punto se insinúa como abrumadora. Un cuarto de siglo con sus exclusivos domingos transmitidos desde los estudios de la radio o desde cualquier punto del país y cualquier punto del planeta. La afirmación parece un tanto exagerada, pero es verdadera porque el único exagerado por practicar mi vocación periodística en todas las circunstancias fui yo. La mirada hacia el pasado para ser auténtica debe ser crítica. Sin entrar en detalles digo que más de una vez me equivoqué, usé un adjetivo de más o un punto y coma de menos. Los periodistas trabajamos en tiempo presente y tenemos que elaborar o interpretar las noticias con una información incompleta. Una defensa elevo para mi causa: me equivoqué más de una vez, pero nunca lo hice por plata. Me equivoqué porque soy humano y falible, pero no corrupto. Siempre dije lo que pensaba, incluso a quién votaría en las próximas elecciones. Siempre me reconocí en un liberalismo democrático, humanista y republicano. Así fue en 1997 y así es en 2022. Es más, así fue a mediados de los ochenta cuando me inicié como periodista, primero en el Hoy en la Noticia y luego en el diario El Litoral, el diario que me honró con su confianza y me permitió la máxima posibilidad de expresión, incluso en temas que sus directivos no estaban de acuerdo o por lo menos no estaban tan de acuerdo.
II
Siempre viví la relación entre El Litoral y LT10 como una relación inspiradora. Para mí así lo fue. Es verdad, una cosa es la radio y otra cosa es un diario. Pero el periodista es el mismo. El que escribe su columna habitual y el que editorializa con el micrófono piensa y percibe lo mismo. Me gusta escribir y me gusta hablar. Son recursos expresivos diferentes pero de una manera secreta. Íntima están contados. Por lo menos en mi caso así lo es. Siempre admiré a aquellos escritores que "escriben como hablan". De Lucio Mansilla y de Victoria Ocampo se decía eso. Escribir como se habla es un logro estético, un logro que me propuse desafiar pero, como ocurre en estos casos, uno siempre considera que falta bastante para lograrlo en plenitud. Claro está que nada de esto hubiera sido posible si no existiera la libertad de expresión y la libertad de prensa. Es muy difícil escribir con las manos atadas o hablar amordazado. Celebrar 25 años de radio significa rendir un tributo a la libertad y muy en particular a los directores y rectores. Pienso en Julio Schneider y en Guillermo Álvarez. Y los rectores Juan Carlos Hidalgo, Hugo Storero, Mario Barletta, Albor Cantard y Enrique Mammarella, que hicieron posible esa libertad. Pienso también en el Sapo Caputto, en Susana Bachini, en Cola Caputto, en Gustavo Vittori, en Nahuel Caputo, en Silvia, en Joselina, en don Enzo. Y en mis compañeros, colegas y amigos de redacción de la radio y el diario.
III
La celebración de hoy en el paraninfo es una celebración a un aniversario, pero es en primer lugar un homenaje a oyentes y lectores. A esos oyentes y lectores que compartieron mis palabras y que más de una vez disintieron. Ellos y ellas son los destinatarios de todo. Hay periodismo porque hay ciudadanos y si hay ciudadanos hay opinión pública. Y no hay manera, resulta materialmente imposible, constituir una opinión pública sin una prensa libre y ciudadanos dispuestos a ejercer su libertad de pensar, de creer y de disentir. Sobre todo de disentir. Esta profesión tiene sus riesgos, sus ingratitudes, sus propias exigencias, pero también se prodiga en satisfacciones. Que un joven (a mi edad una persona de cuarenta años es un muchachito) me pare en la calle y me diga que su padre o su madre que ya fallecieron me escuchaban todos los domingos o guardaban los recortes de mis notas, es conmovedor. Historias parecidas viví más de una vez y por supuesto, estoy gratificado de haber sido el responsable de establecer este tipo de relación. Como un periodista debe contar todo, debo decir que en algunas ocasiones lectores y oyentes que no compartieron ni comparten mis notas me expresaron sus disidencias y no se esforzaron en ser amables. Gajes del oficio. ¿Y un periodista debe contar todo? Siempre y cuando nos pongamos de acuerdo en el concepto "todo". Un veterano en el oficio se jactaba de decir que él valía más no por lo que decía sino por lo que callaba
IV
Cuando inicié el programa de "Hoy y Mañana", leía la columna escrita en El Litoral. Esa columna se publicaba con mi firma los domingos en la edición vespertina. Pues bien, con mucho tino los directivos de El Litoral observaron que no era justo que la columna se leyese antes de ser publicada por el diario. Conclusión: dejé de publicar los domingos, como lo venía haciendo desde hacía casi diez años, y empecé a publicar los sábados. Lo que se dice un acuerdo justo y razonable entre caballeros. Insisto en la complementariedad entre el oficio de escribir y de hablar. Hay lectores que aseguran que escribo mejor de lo que hablo; pero hay oyentes que no piensan lo mismo. Cabe en este caso el refrán acerca de que "en gustos no hay nada escrito". Sí importa saber que uno se esfuerza por dar lo mejor a sus oyentes y lectores. No es fácil hacerlo pero hay que hacerlo. Para ello se necesita vocación, esfuerzo y una pizca de talento. Saber también que en esta profesión no es posible pretender que todos te quieran. Sobre todo cuando uno decide hacer periodismo de opinión y compromete sus ideas en el empeño. ¿Y qué pasa cuando las ideas están en contradicción con lo real? Pueden pasar muchas cosas, pero al respecto, lo más sabio en la materia lo enseñó el viejo Sartre: "Hay que aprender a pensar en contra de uno mismo".
V
He recorrido el mundo, por lo menos muchos de sus lugares, escribiendo para El Litoral y hablando para LT10. No concibo viajar sin escribir y sin hablar. Todos los domingos, en Madrid, Nueva York, Dresde, Budapest, Pamplona, Roma, hice "Hoy y mañana". A veces con cierta comodidad, a veces en las circunstancias más adversas. Nunca olvido una entrevista a Hermes Binner en 2007 desde la cabina telefónica de una pensión de calle Fuencarral en Madrid. Y cómo se reía Hermes cuando le contaba mis peripecias. O una entrevista a Hugo Marcucci desde un bodegón rasposo de Florencia. O una entrevista a Raúl Alfonsín desde un paraje de la quebrada de Humahuaca. Puedo contar más anécdotas, pero no es necesario abrumar a los lectores con tantos detalles. Sí creo necesario compartir con ustedes mi vocación periodística. Y decir, por supuesto, que no estoy solo en el empeño. En esta ciudad, en Santa Fe, para no irnos tan lejos, hay muchos colegas que todos los días, y a veces en circunstancias muy incómodas, dan lo mejor de sí para honrar este oficio o profesión cuyo alimento es la noticia y cuya razón de existir es la libertad. La reunión que hoy celebramos en el Paraninfo de la UNL es también un homenaje a todos ellos.
Los periodistas trabajamos en tiempo presente y tenemos que elaborar o interpretar las noticias con una información incompleta. Una defensa elevo para mi causa: me equivoqué más de una vez, pero nunca lo hice por plata. Me equivoqué porque soy humano y falible, pero no corrupto. Siempre dije lo que pensaba, incluso a quién votaría en las próximas elecciones. Siempre me reconocí en un liberalismo democrático, humanista y republicano. Así fue en 1997 y así es en 2022.