El médico Ignaz Semmelweis en 1847 observaba en su lugar de trabajo, un hospital de Viena, que en la sala de las parteras, el número de mujeres parturientas infectadas y fallecidas era muchísimo menor con respecto a las atendidas por médicos en otras salas de partos. La realidad le indicaba que en la sala de parteros médicos, no tomaban la precaución higiénica de lavarse las manos antes de atender a las mujeres embarazadas. Pues trabajaban con las manos llenas de gérmenes de los pacientes y cadáveres con los que habían estado realizando su labor.
Semmelweis concluía entonces su observación planteando que los médicos y practicantes de medicina tenían que lavarse las manos antes de trabajar las pacientes. Con dicho planteo higiénico pasó a ser víctima de la repulsa y marginación por parte de sus colegas. Por ignorancia y también para evitar la responsabilidad del cuerpo médico por las fallecidas y enfermas por esta falta de higiene, se generó una campaña para desacreditar al doctor Ignaz Semmelwis. Sin embargo, a pesar de la descalificación y marginación que sufrió de sus pares, logró probar la certeza científica de la medida higiénica del lavado de manos.
El futuro le daría la razón. Este médico "salvador de madres" fue víctima de tanta agresividad corporativa que terminaría sus días en un psiquiátrico. Es muy curioso como una disciplina como la médica, no tenía otrora incorporada al agua para la higiene de manos.
Ignaz Semmelweis es el autor de lavarse las manos antes de atender a una paciente, luego esta práctica higiénica se extendería a otros ámbitos. Lavarse las manos salva vidas.
Lo esencial no llega a la ciencia ni a la pobreza, todavía hay 3000 millones de pobres en el mundo que no acceden a lavarse integralmente las manos con agua. Cuántos enfermos y fallecidos se hubieran evitado en la pandemia del Covid 19, si el agua hubiera llegado a las manos y a la ciencia en la cotidianeidad de la vida de las personas.
El agua es salud, por cada euro que se invierte en consumo e higiene de agua potable por persona se evitan 23 euros por enfermedades e internaciones. Hay 4000 personas de infancias que mueren por día por no acceder al vital elemento en forma segura. Más de 100 millones padecen de enfermedades vinculadas con agua contaminada.
Aproximadamente dos millones de seres humanos fallecen por año por no acceder al vital elemento. Podemos connotar asimismo, las infecciones que generan las 500 veces en las que una persona se toca la cara por día, sin antes lavarse las manos.
En Argentina aproximadamente 7 millones no acceden al bien hídrico potable y seguro, y 17.860.000 no tienen cloacas y mucho más de 3 millones de personas están expuestas al arsénico en agua.
En América Latina y el Caribe, 161 millones de seres humanos no tienen un acceso adecuado al agua potable y 431 millones no acceden a un servicio sanitario seguro.
Vemos que en pleno siglo XXI el agua todavía no llega a la pobreza ni a la ciencia. La OMS (Organización Mundial de la Salud) define a la salud como "…un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente ausencia de afecciones o enfermedades…". Como vemos estamos muy lejos que la salud ambiental se pueda plasmar en la realidad, algo imposible sin el agua potable y segura para todos. Hay una regresión dada por la desigualdad social y ambiental como lo demuestran los guarismos señalados. Aún en el mundo hay 2100 millones de seres humanos que no acceden al elemento esencial y 4200 millones que no acceden a un servicio de cloacas de gestión segura en la Tierra.
Semmelweis, desde la mitad del siglo XIX, nos viene a recordar la importancia que el vital elemento llegue a las manos para lavarse, y desde la creación de la OMS, nos reclaman una salud ambiental individual y comunitaria con resiliencia y con justicia social y ambiental de acceso a dicho bien esencial.
Necesitamos innovaciones saludables del bien hídrico para empezar a dar respuestas a las falencias mencionadas. Una innovación importante que hemos realizado es el derecho de jarras de agua potable para las personas en la cotidianeidad urbana, en los lugares gastronómicos, en las escuelas, en los espacios verdes públicos y en los lugares de diversión, como así también en los ámbitos trabajo.
Lograr que el agua llegue a los pobres y a la ciencia, requiere de un nuevo paradigma con base en el ambientalismo inclusivo, que nos señalice que las sociedades humanas y la naturaleza no están solas; que están íntimamente conectadas y ligadas.
El agua es salud, por cada euro que se invierte en consumo e higiene de agua potable por persona se evitan 23 euros por enfermedades e internaciones. Hay 4000 personas de infancias que mueren por día por no acceder al vital elemento en forma segura. Más de 100 millones padecen de enfermedades vinculadas con agua contaminada.
En Argentina aproximadamente 7 millones no acceden al bien hídrico potable y seguro, y 17.860.000 no tienen cloacas y mucho más de 3 millones de personas están expuestas al arsénico en agua. En América Latina y el Caribe, 161 millones de seres humanos no tienen un acceso adecuado al agua potable y 431 millones no acceden a un servicio sanitario seguro.
(*) Director de la Cátedra del Agua y Centro Interdisciplinario del Agua UNR. Magíster en Ambiente y Desarrollo Sustentable. Especialista en Ambiente y Desarrollo Sustentable. Maestría en Ciencias Sociales. Licenciado en Ciencias Sociales. Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales.