Por Jorge Font
Por Jorge Font
Solo bastó la conjunción de un lírico como José María Contursi y un creativo como Mariano Mores para que en el año 1942 la desgarradora historia de un amor diga presente en el género tanguero. Me refiero a "Gricel". José María, al que apodaban "Katunga", hijo de Pascual, más allá de su admiración rayana con la idolatría y el cariño filial hacia su padre, incursionó en el vasto predio tanguero nutriéndose de las fuentes más adversas de la vida y de las cosas.
Su formación, su entorno social y la ciudad fueron condimentos más que suficientes para explicar su apartamiento de las huellas paternales. Fue fiel a su época y a su ambiente del mismo modo que lo fue su padre que respondió a los compromisos de su temperamento y de su medio. Se lo definió como un poeta fino y romántico sentimental. Solamente su rasgo sanguíneo y su vocación por el tango fue el común denominador
Mores fue un creador y excedió los límites de la orquesta típica, la formada generalmente por bandoneones, contrabajo, violines y piano, con la libertad que lo caracterizaba le agrego instrumentos como guitarra americana, órgano, percusión, bajo y timbres nuevos. Esta leyenda del tango y del piano tenía una particularidad: primero hacia la música y luego el autor debía ponerle los versos en la mayoría de las veces, a excepción de Enrique Cadícamo que se inspiraba acariciando las teclas del piano en función al trabajo de ese autor.
Una historia real y seis letras fueron partícipes necesarios para poner en ruta un símbolo dentro del mundo tanguero, "Gricel", que bien podría haberse transformado en una gran telenovela y por qué no una gran película taquillera. Nada faltaba para que ello ocurriera. El personaje de este tema musical fue Susana Gricel Viganó, una joven de solo 15 años radicada en Capilla del Monte, en la provincia de Córdoba, hija de padres acomodados, dueños de una hostería en dicho lugar.
Gricel era una niña de una belleza indescriptible, rubia de ojos azules. Lo que se dice el partido perfecto para los galanes soñadores de la época, en pocas palabras: un verdadero bocato di cardenale. La familia Viganó tenía relaciones familiares con otra leyenda del tango, Nelly Omar, quien invitó a la jovencita Gricel a presenciar su actuación en una radio capitalina. Se me ocurre pensar que, más que a presenciar su actuación, Nelly tenía toda la intención de que la chiquita conociera a una persona en particular.
El locutor y conductor de aquella actuación de Nelly fue nada más y nada menos que José María Contursi, hijo de un pionero del tango, quien tenía por aquel entonces 24 años, estaba casado y era padre de una nena. La seducción entre ambos –química que le dicen- no tardó en manifestarse y la vida de "Katunga" comenzó a experimentar cambios, aunque también la de Gricel, que quedó encandilada por ese joven de buen empilche, un verdadero dandi, de muy buena parla.
La niña aquella vez volvió a su Capilla del Monte natal eclipsada, tejiendo entre sus pensamientos una historia de ese amor adolescente que como llegó, se fue. Pero… pasaron algunos años, y José María, ya cumplidos los 29, había perdido totalmente el timón de su vida, que se tornó ciertamente tumultuosa y desordenada, a tal punto que aparecieron en él algunos problemas de salud.
Entonces ocurrió que los médicos capitalinos le aconsejaron al compositor recuperarse en las sierras cordobesas (¿Casualidad?), más concretamente en Capilla del Monte (¿Otra casualidad?). Y… ¿Adivinen dónde se alojó? ¡En el hotel de los Viganó! (¿Tercera casualidad?) Todo hacía parecer que el romance volvía a tomar impulso, pero no, fue de corto alcance; duró lo que duró la recuperación de "Katunga", que volvió a la capital al poco tiempo, mientras Gricel veía como su ilusión nuevamente se rompía como un cristal.
José María acusó el impacto también. Fue tal su angustia que plasmó en letras varios tangos memorables, cargados de dramatismo: "Quiero verte una vez más", "En esta tarde gris", "Sin lágrimas", "Toda mi vida", entre otras canciones, en las que ponía de manifiesto ese amor que guardaba por la bella Gricel, a la que soñaba volver a tenerla entre sus brazos.
Gricel, perturbada y viendo que su vida era un castillo de arena arrasado por las olas de la desesperación, y sabiendo que su amor por "Katunga" se alejaba cada vez más de sus posibilidades, decidió formar pareja con otra persona, de la que nació una hija. José María, anoticiado por Nelly Omar de lo sucedido, no demoró en redactar los versos memorables reflejados en la primera estrofa de la pieza musical que lleva el nombre de su joven amada, "Gricel":
"No debí pensar jamás/ en lograr tu corazón/ y sin embargo te busqué/ hasta que un día te encontré/ y con mis besos te aturdí/ sin importarme que eras buena/ Tu ilusión fue de cristal/ se rompió cuando partí/ pues nunca… nunca más volví/ ¡Qué amarga fue tu pena!"
Lamentablemente, la salud de "Katunga" Contursi se deterioraba cada vez más. Pero, aun así su pluma no cesará de redactar versos muy profundos, ligados a ese amor que se le había escapado. Así fue como aparecieron "Sombras nada más", "Cada vez que me recuerdes" "La noche que te fuiste", "Garras", entre otras creaciones.
José María, ya con su salud deteriorada al extremo, enviudó dejando cuatro hijos. En algún momento se entera que Gricel había sido abandonada por su marido, por lo que, ni lerdo ni perezoso "saltó la torera" y fue al encuentro de ese amor de juventud que había dado por perdido. Entonces hubo reencuentro y se casaron. Al fin el sueño de ambos se había cumplido, aunque "Katunga" nunca pudo recuperarse totalmente y falleció a los pocos años, abatido por el alcohol y los rigores de su vida pasada, la que transitó a gran velocidad.
Por eso mismo, para finalizar, cabe recordar otros versos del popular tema de las seis letras:
"No te olvides de mí/ de tu Gricel,/ me dijiste al besar/ el Cristo aquel/ y hoy que vivo enloquecido/ porque no te olvidé/ ni te acuerdas de mí /¡Gricel! ¡Gricel!/ Me faltó después tu voz/ y el calor de tu mirar/ y como un loco te busqué/ pero ya nunca te encontré/ y en otros besos me aturdí/ ¡Mi vida toda fue un engaño!/ ¿Qué será, Gricel, de mí?/ Se cumplió la ley de Dios/ porque sus culpas ya pagó/ quien te hizo tanto daño".
El inicio de este ciclo sobre letras de tango (y las ricas historias que trascienden detrás de ellas), así como mi infinito agradecimiento y el recuerdo de siempre, están dedicados a mi amigo Tito Mazzei.
Hasta la próxima.