Los teléfonos son un problema. Internet otro. Los abonos de los cables y las plataformas los multiplicaron. El martes pasado, después de más de una hora de intentar comunicarme, una voz con modulaciones muy fijas y duras me dio el "Hola que tal". No dijo eso, me avisó que era una Inteligencia Artificial, que respondiese claro sí o no, me lo repitió con esa voz de computadora e hizo las preguntas atinadas, programadas. ¿Programadas? Sí, por ahora… ¡Sí!
Respondí sí/no, al parecer con beneficio para el programa, y entonces me pasó a Jeremías que, después de un par de minutos de tono musical para no desconectar por silencio, me atendió. Jeremías no era Inteligencia Artificial, modulaba como un cordobés criado a peperina y burrito, a coca cola con "ferné".
Es sencillo, con estas pruebas de la Inteligencia Artificial, reconocerla. No es como nosotros. La inteligencia debe ser muy bien programada para mentir, porque con el sí/no las cosas se complican… siendo, al parecer, tan simples. Además es honesta. Explico otra vez: una máquina que pregunta no miente, porque son preguntas. Coloca las respuestas según un casillero y según una programación. Como dice el bolero: es pecado mentir.
En verdad, es difícil programar para la mentira y, supongo, solo con preguntas equivocadas que lleven a una sumatoria de respuestas también equívocas, que tuerzan el destino y nos compliquen la vida, pueden aparecer desfiladeros, barrancos, derrumbes, terremotos del pensamiento híper racional de una inteligencia artificial que ordena según programa. Como la naturaleza. No es sabiduría, es programa. Un programa es como un silogismo súper recto. Premisa mayor, premisa menor, conclusión. Chau.
Tal vez esa inteligencia que inventamos no tenga techo, no sé, se presume que no. Ignoro el mañana, no lo sé, el mañana es siempre el misterio a resolver. Excepto en Argentina, donde el pasado es el misterio a resolver porque… lo cambian tanto. El ayer no está sellado en mi país, doy fe porque soy un participante, en lo que me toca, del país que recibí y el que dentro de "muchís/ muchís"/ muchísimos años abandonaré, a reculones, con disgusto, obvio. Así decía Georges Brassens: "saldré del mundo a reculones, pero a la tumba no entraré".
Tanto discutir el ayer estamos perdiendo los minutos que nos quedan antes que la Inteligencia Artificial avise que llegamos al último segundo, que tomará como bueno nuestro silencio, la duda metódica, el yerro en la porfía de mirar por sobre el hombro aquel almanaque que ya fue. Por si no lo entiende: estamos en el umbral de un imperio de la Inteligencia Artificial, resolviendo todo menos la pasión... y eso, por ahora. Tendríamos que aprovechar estos últimos jubileos. Se viene Robocop.
¿Qué haría la Inteligencia Artificial con un personaje como Groucho Marx? ¿Qué haría con respuestas como las suyas? Una respuesta del artista define el momento en el que la Inteligencia Artificial dudaría, en su concepción binaria, con cuál terminal calificarla, ubicarla. En una nota publicada por Infobae se le atribuye al camarada Julius Marx (más conocido como Groucho) una definición que es una calificación y una crítica cargada del escepticismo que lo acompañaba: "La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados". Vamos a darla por original de Groucho. Vale de por sí. Más con su firma.
La Inteligencia Artificial necesita el sí/no para proseguir y dudo si continuaría o pediría que se reprograme todo. Fuera de los hermanos Marx, la Inteligencia Artificial está regulando, reformulando, reprogramando, al cabo "recalculando" terminales para el sí/no de cuestiones elementales. No se me escapa el eje: ella nos ordenará mañana, acaso desde ayer, con seguridad en esta década.
Argentina desafía a la Inteligencia Artificial. Existe el voto popular en Argentina. Pregunta: ¿Existe el voto inteligente? Hay una secuencia biológica que lleva al peligro en la juventud y el miedo en la vejez. Si un adulto súper mayor y un recién llegado a la mayoría votan parecido, qué cuestión los une y los define. Es la pasión el pulso del voto. Los que no llegan a votar porque no les interesa descreen del mandato o descreen de las leyes. Ni siquiera son preguntas, son dudas.
Tal vez la Inteligencia Artificial tenga decidido no preguntar a los argentinos medios, a los comunes, a los de carne y hueso, hambre y monotributo, qué desean como menú gubernamental y resuelva sola. Pregunta: ¿Quién la cargó? ¿No necesita cargarse?
Habida cuenta que las posibilidades son tres, sólo tres, con un mismísimo tono de derechas más o menos pintadas, con más o menos tibieza, después de hablar con la Inteligencia Artificial, a la que convencí allanándome a sus esquemas, claramente humillándome tanto que me permitió hablar con una voz de carne y hueso (qué mal queda eso pero es cierto, una voz que era de un cordobés de carne y hueso) advierto que Sergio Massa, Patricia Bullrich, Javier Milei están entre los más capacitados para vencer a la Inteligencia Artificial.
Una leyenda urbana atribuye a Groucho Marx la siguiente frase: "Estos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros". En realidad, apareció en un periódico de Nueva Zelanda en 1873, en la forma que transcribo: "Estos son mis principios, pero si no les gustan, yo los cambio". La atribución de la cita a Groucho se publicó por primera vez en el Legal Times en 1983, algunos años después de su fallecimiento. En cualquier caso, con esta fórmula se describe al político que acomoda su discurso, para decir lo que el público quiere oír.
Habitantes del "marxismo" (línea Groucho), los tres posibles presidentes son militantes funcionales de su practicidad tan rotunda como visible. El día por día y la historia concurren en los tres casos. La Inteligencia Artificial ya debe tener resuelto el quién y el cómo –siempre desde el 10 de diciembre al anochecer— para la toma del poder. Está programada. Sucederá.
En la cuestión individual, sobre las redes e Internet, la máquina me integró, me venció, me domina. La cuestión es el gobierno. Encuentro una sola manera para demorar su decisión: el número de votos. Una ausencia masiva acaso la desconcierte, debe tener una traba por escasez de respuestas pero… ¿Nos animaríamos a una ausencia masiva que deje sin alimento a la máquina y atrase la consagración de alguno de los tres?
No tengo la respuesta, tengo las preguntas, soy periodista.
(…) Es difícil programar para la mentira y, supongo, solo con preguntas equivocadas que lleven a una sumatoria de respuestas también equívocas, que tuerzan el destino y nos compliquen la vida, pueden aparecer desfiladeros, barrancos, derrumbes, terremotos del pensamiento híper racional de una inteligencia artificial que ordena según programa. Como la naturaleza. No es sabiduría, es programa. Un programa es como un silogismo súper recto. Premisa mayor, premisa menor, conclusión. Chau.