Por María Teresa Rearte
La tesis propuesta deriva de una antropología realista, que reconoce la necesidad y aún la prioridad de urgencia del bienestar material para todos los hombres. Y a la vez no puede desentenderse de la prioridad de dignidad e importancia de los valores espirituales.
Por María Teresa Rearte
El 14 de noviembre pasado la liturgia católica celebró el Domingo XXXIII durante el año. El evangelio que corresponde a esa celebración fue el del evangelista Marcos 13, 24-32. Fue también la V Jornada Mundial de los Pobres. También en la vida nacional fue día de elecciones.
El evangelio correspondiente a ese domingo que es el penúltimo del año litúrgico, que culminó el pasado domingo 21 del mes en curso con la celebración de la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, muy apropiado para el tiempo social y político que estamos viviendo. Y para la situación existencial y la vida espiritual de los cristianos católicos y de toda persona de buena voluntad, que quiera abrirse a su anuncio.
El evangelio no es una filosofía de la moderación. Tampoco es la receta para la solución de los problemas que nos afligen como Nación. Ni para lograr la felicidad terrestre. El evangelio no niega la felicidad de la que pueden disfrutar los ricos. Al contrario, nos habla del epulón que se vestía espléndidamente y banqueteaba como un señor. En tanto el pobre es uno que llora, sin pan, sin trabajo, sin sustento para su familia. E incluso sin vivienda. Y otros laboriosamente subsisten en medio de dificultades de variada índole. La política se ordena a la consecución del bien común. En cuya estructura concurren los elementos básicos, que podemos reducirlos a tres: el bienestar material, la paz y los bienes o valores culturales.
La participación en los valores culturales no es el que tiene mayor carácter perentorio con respecto a los elementos anteriores. Aunque sí tiene el carácter de fin con respecto a éstos. La tesis propuesta deriva de una antropología realista, que reconoce la necesidad y aún la prioridad de urgencia del bienestar material para todos los hombres. Y a la vez no puede desentenderse de la prioridad de dignidad e importancia de los valores espirituales. Todo lo cual es necesario tener presente en la situación actual de los argentinos para una reflexión sobre la responsabilidad que a todos nos concierne. Y de modo especial a quienes nos gobiernan. También a quienes en esta oportunidad han resultado electos para los respectivos cargos públicos. Sin olvidar la necesidad de que los diversos espacios políticos examinen si los candidatos que se postulan poseen las cualidades requeridas para los cargos que se disputan.
El Pontífice dijo el domingo 14 próximo pasado que "en el caso de elecciones importantes se imagine, antes de decidir, estar delante de Jesús". Estar, añadía; "como al final de la vida ante Aquél que es el amor."
"En el umbral de la eternidad", decía el Papa Francisco, "nosotros ¿en qué estamos invirtiendo la vida? ¿En las cosas que pasan, como el dinero, el éxito, la apariencia, el bienestar físico? ¿Estamos apegados a las cosas terrenales, como si fuéramos a vivir aquí para siempre?" A continuación agregó que "cuando llegue la hora de la despedida debemos dejarlo todo".
Luego del rezo de la oración mariana del Ángelus, el Pontífice recordó que ese domingo se celebraba la Jornada Mundial de los Pobres, "nacida como fruto del Jubileo de la misericordia." A la vez que aseveraba: "En el pobre Cristo está presente."
Con relación a dicha Jornada definió que "el grito de los pobres, unido al grito de la tierra, resonó en los últimos días de la Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático Cop26, en Glasgow. Animo a todos los que tienen responsabilidades políticas y económicas a que actúen ahora con valor y visión de futuro."
"Quien hace el bien, proclamó el Papa Francisco, invierte para la eternidad."
Los pensadores y la cultura de nuestro tiempo seguirán forjando sus ideas y propuestas. Y las transmitirán a las sucesivas generaciones, en el contexto de un mundo que se podría calificar de triste e insatisfecho. Y qué decir del sentir de los argentinos en medio de los apremios económicos y las confrontaciones políticas. Más la siembra de muerte e incertidumbre del coronavirus. Y la descomunal deuda externa que pesa sobre todos.
El domingo 21 fue el último del año litúrgico, en el que la Iglesia celebra la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. Se trata del título atribuido a Jesús como Rey y Señor del cosmos y de la historia.
Su poder no se asemeja al de los reyes de este mundo. Sino que es el poder del Amor que instaura la paz en medio del conflicto. Y enciende la luz de la esperanza en la oscuridad, las derrotas y angustias que oprimen el corazón humano
La fe cristiana proclama a Jesucristo Rey de un Reino que no es mundano ni efímero como los reinos humanos. Aunque sí en parte es también un Reino ya presente en este mundo.
El amor que nos une con Dios y unos con otros, los sufrimientos por la búsqueda de la paz y la justicia y la expansión de la caridad, la angustia de la persecución y el martirio sufridos por los santos y los justos, indican la proximidad en la que se tocan el amor, la verdad y el bien con el odio, la mentira y el mal en general. Del Reino de Dios y el reino del Maligno.
Hay tantas idolatrías en el mundo contemporáneo, que seducen y apartan del Dios verdadero. Idólatra es el que fascinado se detiene en la vida y se apega al oro, la plata, el poder, el placer, como si éstos fueran el fin de la vida. Y otorgaran una cierta superioridad a unos sobre otros. La avaricia corroe el corazón del hombre.
Recordemos el evangelio del domingo XXXIII durante el año: "El sol se oscurecerá, la luna ya no dará luz, las estrellas caerán del cielo." (Mc 13; 24-25) Esto no es "catastrofismo", aclara el Papa. "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mc 13, 31), asegura el evangelio. Lo que no pasará es el horizonte hacia el cual encaminar nuestra vida.
"En el umbral de la eternidad, nosotros ¿en qué estamos invirtiendo la vida? ¿En las cosas que pasan, como el dinero, el éxito, la apariencia, el bienestar físico? ¿Estamos apegados a las cosas terrenales, como si fuéramos a vivir aquí para siempre?"
Los pensadores y la cultura de nuestro tiempo seguirán forjando sus ideas y propuestas. Y las transmitirán a las sucesivas generaciones, en el contexto de un mundo que se podría calificar de triste e insatisfecho.