"La promesa dada fue una necesidad del pasado; la palabra rota es una necesidad del presente". Nicolás Maquiavelo.
"La promesa dada fue una necesidad del pasado; la palabra rota es una necesidad del presente". Nicolás Maquiavelo.
Vox Populi es una expresión en latín que literalmente significa "la voz del Pueblo" . También se utiliza a modo de dar cierta y absoluta conformidad al utilizar la frase "Vox populi, vox Dei", sentencia que implica que el pueblo (la voz) que habló revela la voluntad divina y nadie puede oponerse a ello, independientemente de la fortuna de la misma. Traducida al español, sería algo así como que la palabra del pueblo es la palabra de Dios y que esa voluntad está atada indefectiblemente al designio divino. Dejemos al altísimo lejos de las decisiones terrenales, libremos de todo mal al omnipresente y ser supremo de nuestra mundana realidad. Somos argentinos, y nuestra voz se alza en medio de un murmullo altisonante, de gritos y refriegas, de grietas ideológicas y odios ancestrales, de populistas y anti populistas, de libertarios y… ¿carcelarios? Digo, para poner un antónimo a la palabra acuñada por los vencedores del balotaje y que representaron al 55% de los votantes.
Hace un par de años nada hacía prever que ese loco y pintoresco personaje mediático (mediático sí, porque todos los días y en cualquier horario estaba dando rienda suelta a sus ideas en los canales capitalinos con la anuencia de sus entrevistadores que le festejaban las salidas y las estrambóticas teorías nunca refutadas), estrafalario en su peinado, amigo del grito y compañero del enojo, de fluida verborragia agresiva y sin eufemismos, con la puteada y la bronca fácil, sería, a partir del 10 de diciembre de 2023, quien decida los tortuosos caminos que representa gobernar esta Argentina indomable. Tan indomable como la inflación, esa espada de Damocles que acompaña el trajinar diario de cada uno de nosotros. Nadie ha sabido a lo largo de esta nueva democracia que ya lleva cuarenta años, encontrarle la solución a este gran problema que devora precios, sueldos y sueños en iguales proporciones.
Del otro lado no había mucho más, ni mucho menos mejor, se sabía, con todo el aparato y su postura de político sobrado (no ensobrado, ojo) intentaba transmitir cierta impostura de seriedad y fortaleza, siendo representante económico de un gobierno que a pocos días de la pandemia hundía sus pies de barro en la intolerante realidad de un país endeudado hasta las orejas, con porcentuales increíbles de inflación (sí, la misma de siempre) y dejando en el camino algo de poder en las elecciones intermedias. Ese candidato, hoy perdedor, salía perdiendo desde el inicio, porque siendo ministro de Economía, era el representante fiel de un gobierno fracasado, de un "presidente oculto". Presidente que, por consejo ajeno o por propia convicción, se llamó a silencio perpetuo.
El candidato entonces se hizo "presidente presente" en las decisiones e intentaba convencer a propios y extraños que todo ese gobierno que representaba era sólo un espejismo; que la verdadera realidad iba a visualizarse con claridad si era elegido presidente de la Nación. En el durante, los precios seguían subiendo, la nafta desaparecía de los surtidores, los supermercados escondían sus productos y racionaban las gaseosas y los aceites; el dólar seguía su imbatible subida permanente; y las dudas, directamente proporcionales a la realidad, templaban el hastío amargo que se vería reflejado en las urnas. Es que si hay algo en que a los argentinos no nos gusta que nos hagan, es que nos tomen de boludos. Y claro, ante tanto de tan poco, surgía la duda.
La duda, se sabe, es el motor del conocimiento; porque dudar es también pensar, ni más ni menos, sin el impulso de la curiosidad y luego el surgimiento de la duda, no se puede llegar a concluir en las certezas. Pero algo tan simple y tan sencillo como dudar, algo tan cotidiano como pensar y repensar algunos actos o algunas cuestiones que a diario se nos presenta y que conllevaría a investigar, informarse y/o a tratar de entender el porqué de ese sencillo discernimiento, en estos modernos tiempos de permanente instantaneidad y urgencia, nos es casi imposible llegar a una decisión al menos prescindible. Atados a los algoritmos de las redes, la información nos llega acotada y segmentada, la pantallita de nuestros móviles y dispositivos nos muestran lo que queremos mirar, nos dicen lo que queremos oír y nos venden lo que no deberíamos comprar. Y de la necesidad surge la herejía. Y es en ese preciso momento, en que la duda persiste aliada a la convicción, y que donde las soluciones deberían ser plenas y convenientes, se termina actuando de manera desinteresada y con cierto atisbo de incomodidad. La duda, a partir de ese momento, pasó a ser una duda existencial.
A lo largo de los días que corrieron después de la primera vuelta de las generales -el 22 de octubre- se escuchaba muchísimo a la gente decir que las opciones que tenían eran nulas y casi nulas, van algunos ejemplos: "Hay que votar al menos malo"; "Uno es un tarado y el otro es un inútil"; "Con uno nos vamos al abismo y con el otro es más de lo mismo"; "Voy a votar en blanco porque ninguno de los dos me representa"; "Los dos son la misma cosa", u otras con diferentes tintes y expresiones.
Así, más allá de los convencidos previos y los partidarios de tal o cual propuesta, todas las manifestaciones connotaban el desánimo y el desgaste, el hastío y el descreimiento hacia la clase política. Síntoma, este último, de una población cansada, agotada de estar siempre perdiendo. Independientemente del color del gobierno, los argentinos van a votar porque están convencidos del acto democrático de elegir a las autoridades y siempre acompañados de la esperanza de que en su micro universo, las cosas van a cambiar para bien… de una vez por todas.
Y esta vez, lo digo convencido, ante las dos opciones, la población votó sin haber conocido previamente los principios, las ideas, las posibles soluciones y los proyectos de tal o cual candidato. Simplemente se dejó llevar, sin ser consciente de lo que vendría, pero sabiendo qué es lo que no querían ("más de lo mismo"), hasta quizás, con el consiguiente daño a sí mismos. La voz se hizo escuchar. Y que sea lo que Dios quiera.
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