"La libertad nunca es dada voluntariamente por el opresor; debe ser demandada por el oprimido" Martin Luther King, Jr.
"La libertad nunca es dada voluntariamente por el opresor; debe ser demandada por el oprimido" Martin Luther King, Jr.
La palabra libertad, en el contexto actual, es decir el gobierno nacional del libertario Javier Milei, suena a pura poesía para quienes soñaban con un país desatado de la intervención estatal, de las restricciones y de las cargas fiscales. Pero, como suele suceder, el poder tiene una forma divertida de modificar hasta las convicciones más férreas. A favor de Milei, lo que se puede señalar es que muchas cosas que dijo que iba a hacer las está haciendo, mientras que hay otras a las que se van acomodando. En dicho contexto, algunos logros parece que van llegando... ¿pero a qué costo?
En cuanto a las libertades individuales, es donde Milei parece un político de doble filo (o doble discurso). Por un lado, aboga por la eliminación de entidades y organismos que, según él, solo buscan inmiscuirse en la vida de los ciudadanos; cierra ministerios, degrada secretarías y abre otras. Pero, por el otro, ideologiza el pensamiento único dentro de sus huestes comunicacionales y las aplica en modo fórceps (hacés lo que él dice o estás afuera, como la ahora ex canciller Diana Mondino). Sí, se parece mucho a cosas que ya se vivieron. ¿Para qué necesita el Estado decirte qué leer o cómo educar a tus hijos? Con que lo diga él, la novia, la hermana, o el vocero Manuel Adorni -que evade más de lo que responde-, la verdad seguirá siendo una, la propia.
Todo eso, mientras desarma la estructura social, educativa y cultural, además de promover una "moral" de lo privado y lo comunitario, con un fuerte sesgo hacia el "código tradicional". En otras palabras, la libertad está bien, siempre que no desafíe sus valores. Es que en el espacio libertario se habla de "libertad" como un derecho casi sagrado, pero en lo fáctico, sus voces más respetadas dentro de su ámbito, van en contra del aborto, del matrimonio igualitario y todo esto quedó demostrado en las opiniones de algunos de sus referentes con respecto a la Marcha del Orgullo, cierto tufillo a oscurantismo victoriano. Las justificaciones, llena de "digamos" y sin derecho a la repregunta o el pataleo, parecen más cercana a una moral conservadora que a un liberalismo pleno.
La centralidad del discurso libertario siempre fue la reducción del Estado, convertirlo en algo así de mínimo que apenas influya en el día a día del ciudadano promedio. ¿Quién no querría pagar menos impuestos y no tener que lidiar con una burocracia monumental? Bueno, los impuestos subieron, pasando la barrera del 200 por ciento en los servicios, instauró nuevamente el impuesto a las ganancias para aquellos que trabajan en la Argentina y abre la canilla para que quienes se llevaron el dinero en dólares la entren sin pagar un solo peso y con la promesa, o con la intención, de borrar los nombres de aquellos que la traen para no dejar rastros para investigaciones futuras.
La promesa del achique del Estado suena tan revolucionaria como práctica, pero cuando empezás a ver la lista de prioridades, las cosas se complican para el ciudadano de a pie. Porque, cabe aclararlo, todo esto termina aumentando el desempleo (ya que eliminar ministerios completos no es precisamente un método de conservación de empleo). Y ahí está el otro detalle: al reducir drásticamente los servicios públicos, obliga a los ciudadanos (muchos más a pie) a contratar proveedores privados para salud, que están liberados al arbitrio de sus directores a aumentar lo que quieran y como quieran. Y ni hablar de la educación pública, que es otro de los recortes más significativos. La libertad de elección, sí, aunque para muchos, esa elección sea simplemente entre pagar o perder derechos básicos.
Como diríamos en el barrio: "tanta alegría seguida me va a matar". O tanta libertad seguida nos va a matar. Mientras se reducen los servicios sociales y se miente sobre los números con respecto a la jubilación, se refuerza otros sectores como las fuerzas de seguridad. Las promesas de "mano dura" son otras de sus famosas banderas, y aquí sí que no hay retroceso del Estado: más policías, menos tolerancia a manifestaciones, y si las cosas se salen de control, no importa sin son abuelos, niños o lisiados, palo y a la bolsa. Hay diferentes tipos de libertad, y la de protestar o disentir no es una buena libertad.
Milei ha sido el azote de los medios. Bajo su gobierno, aquellos periodistas que hablen contra su gestión, aquellos economistas que no comulguen con su visión de la economía, como así también aquellos que se atreven a opinar sobre él en las redes, son el blanco perfecto para su ejército pago de odiadores virtuales y pasan a ser tildados de ensobrados, ladrones y degenerados. La libertad de los medios de comunicación es para aquellos que comunican a su favor, es miel para sus oídos, pero para los demás, es hiel. Sin embargo, como parte de su cruzada "anti-casta" (como él denomina a toda figura política que no sea él o alguien de su círculo aunque le chorree casta en cada poro de su cuerpo), también es implacable contra aquellos que critican su gobierno.
Los periodistas que lo cuestionan son "parte de la casta"; los opositores son "enemigos del progreso". Es decir, tenés la libertad de opinar, pero solo si tu opinión no contradice la narrativa oficial. Tanta "libertad de prensa" derivó en un clima mediático enrarecido: por un lado, los medios independientes se sienten presionados; por el otro, los medios más afines tienen carta blanca... pero para amplificar el discurso oficial. Al final, la "libertad de prensa" bajo la gestión Milei parece ser más una cuestión de quién está dispuesto a alinearse y quién está dispuesto a desafiar la narrativa sin temer el ostracismo.
En lo que va de su gobierno, se nota que su propuesta, sin dudas, es un ejercicio de contradicciones. Milei ofrece una versión de la libertad que parece hecha a su medida, en la que se eliminan algunos controles y se refuerzan otros, y donde la sociedad debe ajustarse a los moldes que él considera "correctos". Y donde los daños colaterales no le hacen mella en su diario (de Yrigoyen) vivir.
Hay un "run run" (léase rumor) de que ahora quiere intervenir en el Poder Judicial, para colocar a dos de sus jueces preferidos en el máximo Tribunal de Justicia. Ya quedó demostrado que a puro veto se defeca en el Poder Legislativo. Sólo le queda el Judicial. La suma del poder total es el sueño de los dictadores. Quizás, la famosa libertad que tanto prometió y promete Milei no es tanto una realidad, sino mas bien un espejismo. El tiempo dirá.