Neil Silberman no halló registro historiográfico del antiguo Egipto, sobre la presencia de 600 mil hebreos esclavos. Israel Filkenstein no encontró rastros arqueológicos de 2 millones (sumando mujeres y niños) deambulando por el Sinaí cuando Moisés entregó la ley de Dios a su pueblo, según las sagradas escrituras.
Lejos de toda pretensión refutadora de la religión, los autores de "La Biblia Desenterrada" (2001) fundamentaron su hipótesis: el rey Josías "encontró" un libro que -tras el retiro de los Asirios del reino del norte en 722 a.c.- cimentó la invención de un linaje, el establecimiento de una Nación y la afirmación de una promesa mesiánica. En términos estrictamente políticos, un relato para reunir los separados reinos de Israel y Judea bajo "un templo, un Dios".
Un relato puede ser trascendente, pero no toda escritura lo es. Es en esa clave -el relato terrenal para gestar poder- que debe analizarse el profano engreimiento de Javier Milei, en nombre de los cielos.
Antes de las religiones monoteístas -desde el origen de la historia- templo, palacio, silo, tesoro y fortaleza militar eran una misma construcción fáctica, en las ciudades mesopotámicas (sumerias, acadias, asirias o babilónicas) y sobre el Nilo. La invocación a una idea divina arropó la investidura como ordenador mítico del poder civilizatorio y ante el enemigo.
De la representación de Dios en el mundo por las monarquías absolutistas, a la Revolución Francesa, la historia humana escaló a una forma Representativa y Republicana (liberal) de organización del poder, con los contrapesos indispensables para que el abuso se reduzca a su mínimo posible. Un sistema en el que el debate organizado de argumentos procure la ley justa.
A gusto o disconformidad de cada quien, en la razón griega, la jurisprudencia romana y la judeo-cristiandad, están los cimientos de los exitosos Estados laicos de occidente. El teórico comunismo marxista y las atrocidades estalinistas o nazis resultaron en deformaciones históricamente inconducentes, crueles, asesinas.
A nombre del progreso, los tardíos populismos latinoamericanos -constructores de leyendas negras allí donde la AK47 ya no pudo imponer sus rigores- sembraron el atraso ideologizado. Relatos que no logran distorsionar la evidencia: el 20% de los estados nacionales, donde la democracia liberal impera -en especial en el expresivo estado de bienestar- exhibe los indicadores de mayor evolución, libertad y equidad humanas.
Fuera de esa lista están las teocracias como la Iraní, donde las personas -en especial las mujeres- no son sujetos de derecho; las autocracias como la rusa o la china, donde el capitalismo de amigos o del partido somete a las personas. Y en general las democracias iliberales que -bajo los cantos de sirenas imperiales- se construyen desde el voto pero desconocen la ley. Acaso Donald Trump es un anticipo que amenaza.
Menos como rabino que en los modos de un pastor pentecostal, Milei se postula a redimir el estancamiento secular de la Argentina. Presentó sus propias escrituras en el Luna Park, denostando el becerro de oro populista; durmió a la concurrencia cuando abordó los tecnicismos economicistas del "sancta sanctorum" libertario, en el que sólo los elegidos ingresan; resonó los cuernos del Panic Show para insuflar el espíritu a las concurrencias en el estadio y a través de la iconodulia de redes.
El aumento de los dólares financieros y del blue, el incremento en la brecha que corrobora el atraso cambiario, la recesión y la pobreza, confrontan en contradicción académica e incertidumbre social a los relatos del presidente. La baja en los índices de precios o el superávit fiscal no son vara suficientes para abrir las aguas hacia la tierra prometida.
Milei llegó a estas orillas agitadas, avalado por sectores sociales diversos y dispuestos a invertir sus padecimientos, para perplejidad de los líderes -muchos ricos e impunes- del movimientismo fallido. El presidente puede orar por inspiración divina; en la República -cuyo Poder Ejecutivo ejerce- la ley la escribe el Congreso. Y eso no se rectifica en la letra de un libro consagrado en misa libertaria.