Viernes 22.9.2023
/Última actualización 4:59
Si no es ahora es mañana. La cultura, como el canto rodado que lleva y lleva el pasado y lo acomoda al presente, en algún momento se cobra lo suyo: testigo, memoria y olvido. De eso se trata. Esta es la segunda nota sobre un solo tema: los gobernantes y el hecho cultural. La tercera ya tiene título: "Los maestros y el analfabetismo digital".
Si en el sur de la provincia se necesitara arrojar nombres "por el aire", en este caso en particular un apellido, el de las hermanas Cosettini (Olga y Leticia), alcanza para identificar un rubro, un área, un mojón, un canto rodado que sigue en el camino. Con el nombre de Angelita Peralta Pino ocurre lo mismo, porque es otro buen ejemplo-ejemplo de lo que queremos significar, aunque el hecho ejemplar termina siendo el olvido y la memoria de testigos insobornables.
En el primer caso, son nombres convertidos en baluartes de la educación del inmigrante en Rosario. El segundo, es un nombre que hace referencia a la educación del peón explotado y analfabeto en el norte santafesino. ¿Se entiende? Iban a lo mismo, se conocían, especialmente Ángela y Leticia (que fueron compañeras de estudio en la Escuela Normal Domingo de Oro de Rafaela), pero la anécdota, así como el relato parcializado, las desubica… cuando se puede demostrar que estaban perfectamente ubicadas.
Lamentablemente, no hay un relato de provincia que las una. En Rosario a una de ellas se la conoce poco y nada, del mismo modo que a la otra –baluartes, ambas mujeres un baluarte- poco se la estudia en Santa Fe ciudad. Pero, si fuera sólo la palabra, ese artificio, ese código que nos une, el elemento para armar un territorio está claro que hay al menos dos y que en ambos casos (Cosettini y Peralta Pino) había un mandato único: transmitir conocimientos, bajo diferentes circunstancias. Una dura porfía de diferencias consistentes con dos provincias separa aquello que debería ser único.
El otro tema cultural y de la sociedad (cultura y sociedad) es una gran ausencia que está en emergencia. Consultado el intendente Pablo Javkin sobre la llamada "ley de mecenazgo" se victimizó, tal como esperaba: "No me la aprobaron". Lo pregunté con el concejal Miguel Tessandori delante, quien me dijo "déjame a mí que me ocupo". No es un bien personal de Javkin y/o Tessandori, pero el sur santafesino opera de un modo con la cultura, lo privado, lo posible y lo inaceptable que justificaría el pronombre posesivo. Sentarse con La Segunda o San Cristóbal y diseñar una estrategia cultural con el Estado como espalda es posible. Teléfono para Maximiliano Pullaro y Javkin.
No está aprobada, dice el intendente. Rosario no está actualizado en este rasgo que permite cosas tan fáciles de entender como el Guggenheim en Bilbao (en el País Vasco) y el Malba en Buenos Aires. Y, por favor, no se necesitan retruécanos para indicar los diferentes modos de entender los dineros enfocados en el patrimonio artístico. En todo caso, ya que es costumbre replicar las notas, diré las palabras mágicas: Instituto Di Tella. En Argentina hubo un fondo y una forma… y se perdió. En aquel cierre cerraron la libertad.
La pregunta sobre la que trabajo estos papeles que irán, en una botella, al fondo de la Setúbal o el Remanso Valerio, es cómo resolver, justamente, el juego de la señorita Peralta Pino, las señoritas Cossettini y el Instituto Di Tella. Se repite: hubo un fondo y una forma… y se perdió. Conmueve aquello que fuimos y está yéndose sin pausa. Hubo un Instituto de Cine ("Los cuarenta cuartos", "Tire dié", "Los inundados"), una editorial discográfica (EDUL, fenomenales vinilos) y una imprenta universitaria, junto con una radioemisora. Era la vieja UNL, descuartizada sobre 1966.
Con un presupuesto mínimo mantiene su letargo militante la FM Universitaria en Rosario. En Santa Fe LT10 tiene origen en aquella "descuartización" (que palabrita inventada) y, por negarse al cierre allá, en la tragedia, sobrevivió. Ergo: se podía y se puede. Traigo al frente otro disparate: un día cerraron la Cocina Centralizada. Hoy sería tan útil, porque el hambre avanzó. Hay restos humeantes y cobardías manifiestas.
Rosario tiene una frecuencia radial municipal otorgada, que tiene en latencia, y una de televisión que nunca reclamó: cobardía es la palabra. Tres intendentes respondieron del mismo modo: servirían para que se enojen los privados y tengamos discusiones internas con los nombramientos. Podría agregarse una imprenta, porque las herramientas están pero… "para que mentar la soga en la casa del ahorcado" decía mi abuela Josefa, personaje ya mencionado en estas columnas.
Convengamos, los primeros nombramientos de los directores del canal provincial tuvieron (justificaron) semejante cobardía: la inutilidad de algunos de sus directores fue tal que nadie puede defenderlos. Encima contestan: "Bueno, pobre, se ganaba unos mangos, además lo nombró la oposición". Y agregan: "Ahora, con Pullaro, llegó el tiempo que me den un lugar". Si así sucediese vamos con María Elena Walsh: "cambian los nombres, pero no la fascinación".
Este juego secreto y humillante de los directores de un canal del Estado Provincial al garete, que con sus empleados rema y rema, muestra hasta qué punto la cultura oficial se ha resuelto con un mecanismo desconsolador (… "no hagan olas"… ) mientras los factos culturales – con estos personajes - terminan hundidos hasta casi la boca en un líquido feo.
Pienso que, tal vez, muchos se estén enterando en esta lectura de la existencia de un arma de difusión y de unidad en la diversidad que se usó tanto para el mal como para el prevaricato, que no es lo mismo. Con el mal la censura, con el prevaricato contratos imposibles de justificar. Lo creó el socialismo, que aspira a vandalizarlo otra vez. Aclaración: el canal del Estado provincial no depende del Ministerio de Cultura. Alguien tenía que decirlo alguna vez.
Volvamos a Cultura y Sociedad. Hay dos posibilidades de salvar los restos y reconstruir. Primero superar un imposible. Esta provincia de Santa Fe es –culturalmente hablando- una cuestión de interés político y la incógnita es cómo se resuelve. Aparece primero "Javkin vs. Pullaro", con el propósito de usar una Rosario liberada como la base de la próxima gobernación; la contraoferta es una Rosario integrada con la provincia.
El mal endémico son los canales porteños, sus MdeC y hasta sus "influencers"; buscando la potencia económica que posee la región y que particionan y cuatrerean desde Casa Central para que, precisamente, no haya una provincia sino un trozo en estado beligerante (con el arma de la victimización) y otro postergado y lejano. Rosario se refleja en Buenos Aires e ignora a la provincia, que considera a Rosario algo lejano y diferente. Un nudo a desarmar.
Tal vez sea pedir demasiado
Quitar el habla de una provincia es someterla. Duele lo que sigue, pero es necesario entender: Marcelo Lewandowski y Carolina Losada deben sus senadurías nacionales a los MdeC porteños antes que a sus trayectorias políticas en el territorio y eso tiene un nombre: colonización. La otra mitad del imposible santafesino es Pullaro abrazando a Javkin y -en ese abrazo- aceptar que este último se victimice, pida más, intente resolver un presupuesto fallido año tras año y se queje por la falta de autonomía municipal, sabiendo que con esta constitución es imposible. Tal vez sea pedir demasiado.
Algunos arguyen que eso es así y punto. Para la resignación es totalmente cierto pero me resisto a creer que Rosario no reconozca a Carlos Guastavino y Antonio Berni no sea el destello de infinito que debería exhibirse de modo itinerante en toda la provincia. Conversar es manifestar que se puede. Del mismo modo que hoy, sin dudas, cabe preguntarse quiénes y con qué grado de responsabilidad integran –pública y lícitamente– los equipos de comunicación municipal y provincial en "tooooodas" las formas de transmisión, más allá de los avisos que llegan y que llegarán y las gacetillas oficiosas y aburridas que entorpecerán el tráfico de mensajes.
Un gobierno que no emite mensajes es un gobierno que agoniza. Está en funciones un ejemplo. Lo privado y lo público son necesarios. Pero no es suficiente. No es una empresa privada la que debe resolver la cultura, porque la ley de mecenazgo facilita costos y autoriza descuentos. Es algo, no es el eje. Pullaro y Javkin conforman un binomio desavenido. La unión es la llave, es eso en contraposición de "Javkin vs. Pullaro". La resolución es el imposible a dos puntas que unificaría la provincia bifronte.
El retardo cultural y la división es el impuesto que la cultura, ese canto rodado, les cobra a los dos dirigentes más altos. Uno es un ganador con muchísimos votos, el otro por sólo 16.000, pero es lo mismo: el mandato popular indica que gobiernan en la tercera década del siglo XXI. Hasta el 2027.
Chicos: Pullaro fue diputado, ministro, diputado y ahora gobernador electo. Javkin fue dirigente, concejal, diputado, acá y allá, funcionario y es intendente en ejercicio con ganas de ser gobernador en 2027. No hay sorpresa o ignorancia, no vienen de un repollo. Hablando se entiende la gente y, casualidad, el hecho cultural es ese mandato inocultable: hablar para entenderse. Si decidiesen que Rosario siga sola y, por lo tanto, Javkin mantiene su posición de víctima, acaso su vida pública se estabilice y hasta mejore. El hecho cultural no. El hecho cultural es un colectivo.
Si Pullaro no entiende el arma que ha sido, para su crecimiento, sus votos, su existencia real y cotidiana, dentro de los fenómenos que lo empujaron, la comunicación mínima, regional y directa, estaría negando un origen: no fue parido en un set porteño sino en una fragua militante donde el hecho y la palabra fueron necesarios. De eso se trata la cultura, del hecho, de la palabra. También del olvido y la memoria. Se debe tener presente que la cultura a la larga cobra el peaje. Testigo. Memoria. Olvido. Como dice Lito Nebbia: actuar para vivir.