Miércoles 6.4.2022
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La administración pública nacional, desde que está a cargo del kirchnerismo, intenta minimizar los efectos del machismo implícito en el idioma castellano (según denuncian desde algunos sectores) promoviendo el uso del denominado “lenguaje inclusivo” (o “inclusive”, según considere denominarlo la persona que lo practica). En esa línea, vimos en reiteradas oportunidades a funcionarios finalizar palabras con “-e” en sus discursos – como el propio presidente, que muchas veces se refirió a “todes”– o reemplazar la “o” por la “x” en sus presentaciones escritas. En ese sentido, muchas veces se fue más allá y se deformaron palabras que repercutieron en la opinión pública (“albaniñas” dijo el primer mandatario alguna vez o “docentas” el gobernador Axel Kicillof). Ahora, llegó el turno del General Guillermo Olegario Pereda, a cargo de una institución fundacional que está regida por reglamentos, usos y costumbres que marcan la disciplina que todo el personal militar debe acatar. En un discurso en Posadas, Misiones, el Jefe del Ejército Argentino se refirió a “Soldados y Soldadas” causando sorpresa entre los presentes en una parada militar.
Desde la época del propio General San Martín se pregona que los efectivos militares deben cuidar su imagen y presentación en público para mantenerse siempre impolutos ante los ciudadanos de la soberanía que protegen. En la misma intención, el Padre de la Patria también se dirigió varias veces en la línea de no entremezclar la actividad militar con la coyuntura política del país. Esto quedó en segundo plano para Pereda, quien – en un claro intento de mostrarse cercano al gobierno nacional luego de algunas polémicas que lo salpican – deformó un grado para adecuarlo a un lenguaje “políticamente correcto” y dejó de lado su necesario ascendiente para el cargo que ocupa. Vale destacar que el Ministerio de Defensa ya publica documentación deformando los tradicionales grados militares desde hace varios meses, pero su uso nunca superó esos límites y no forma parte de las actividades del servicio de la tropa. De hecho, en el sitio oficial de la Fuerza se presenta el listado de grados y no existen las “Soldadas”. Nadie lo usó hasta que el Jefe del Estado Mayor decidió romper el molde histórico, aunque no hay registrados casos de efectivos que hayan seguido su nuevo “uso” del “lenguaje”. Para complementar, al final de estas líneas compartimos la opinión de algunas profesionales de la carrera de las armas.
Captura de video D.RGrados militares. Foto: Argentina.gob.ar
Más allá de la ruptura de los códigos militares, consultamos una docente (formadora en el nivel terciario) para conocer qué dicta la norma de nuestro idioma oficial, que se supone debe ser respetado por la estructura pública. “La gramática admite este término de una sola manera: Soldado”, informa la profesora Laura Basso y aclara “esto no es algo que dice la Real Academia Española, que es un organismo tan político como cualquier otro y a veces propone cambios en el uso de algunas palabras, sino que lo determina el sistema de lenguaje que es irrefutable”. Para no dejar dudas, la docente indica que “la gramática no prescribe” y que por eso “en las instituciones de formación académica se respeta las reglas del idioma tal cual se hizo siempre, más allá de lo que después cada uno haga con su comunicación de manera personal o informal”. La especialista concluye que corresponde referirse, en este caso, a “la soldado” debido a que los grados de escala militar se mantienen inmutables y su género es determinado por “la” o “el”. Por otra parte, vale destacar que el término “soldada” existe, pero representa otro significado: el pago de un “sueldo o salario” según indica el diccionario de la lengua española.
Explicado el error en términos académicos, también es importante destacar el hecho como un tropiezo para su figura de conductor de una Fuerza Armada porque esto también impacta negativamente en la cadena de disciplina imprescindible y es cuando los niveles inferiores perciben el desvío de los esfuerzos de los mandos superiores hacia objetivos que no son los dictados por la misión del Ejército Argentino o para atender las necesidades que una actualidad crítica requiere. Es que el manoseo de la tradicional terminología castrense por una bandera ideológica circunstancial no sólo generó el malestar de gran parte del personal retirado y en actividad en general, sino que no encuentra aceptación entre las mujeres que visten uniforme. La “modificación en la denominación de una palabra no representa una inclusión o igualdad en las condiciones laborales de las mujeres (como salarios, puestos o tratos interpersonales) en absoluto” dice una Oficial Profesional a El Litoral. Otra de menor rango asegura que si se implementaran cambios de estas características “sería incómodo para mujeres y hombres por igual, todos estamos cómodos con los grados de siempre” y comparte que su modificación respondería más bien a “modismos de algunos grupos para sentirse parte”. “No quisiera que nunca me llamaran así o tener que llamar a alguien de esa forma” dice una Sargento cuando se le propuso imaginar identificarse como “Sargenta”. Otra Suboficial dio un postura contundente: “Siento que es más inclusivo que nos identifiquen con el mismo grado que a los hombres, el que ya existía, porque si lo cambian justamente nos diferencian y eso incluye tratarnos como distintos entre pares por nuestra condición de género”.
Lo que fue común en todas las respuestas que ninguna militar entiende que una medida de esas características satisfaga una necesidad real o le ponga fin a una desigualdad. De hecho, encuentran ilógico que alguien crea que se puedan resolver problemas de género cambiando terminología.