El periodista José Ignacio López, quien fuera vocero oficial del presidente Raúl Alfonsín durante todo su mandato (1983-1989), fue distinguido recientemente por la Legislatura porteña como personalidad destacada de la cultura, la comunicación social y los derechos humanos, logro que se suma a la distinción que le hizo el Congreso Nacional en 2022. En charla con quien esto suscribe, López expresó: "Es un orgullo recibir estas demostraciones de reconocimiento, que yo agradezco profundamente como lo hice en cada uno de esos actos, no solo a los que me asignaron esas distinciones, en este caso la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires".
Mirá tambiénJosé Ignacio López: "Es una deuda muy pesada al tener esta democracia con 40% de pobres""Primero porque soy porteño, en esta ciudad nací en el mismo año que el Obelisco, 1936, en la Maternidad Sardá, inaugurada un par de años antes, siendo la primera en su tipo en su momento", agregó. "Después agradezco a todos los que pudieron estar en el acto, a los que quisieron estar pero no pudieron y a muchos que ya se fueron, pero que como creyente que soy también sentí conmigo, como mis viejos, mis hermanos y tantos colegas de redacciones", destacó luego el entrevistado, con quien mantuvimos el siguiente diálogo para un medio radial de Rafaela:
- ¿Por qué cuesta tanto acordar consensos con políticas de Estado en el país después de cuarenta años de democracia?
- Nos cuesta porque nos ha costado históricamente; a pesar de que en estos cuarenta años hay un consenso, que parece que se nos hubiera pasado inadvertido como fue la reforma de la Constitución en Santa Fe en 1994, la única que se hizo con consenso, que perduró y fue convalidada por la ciudadanía, pero no hay ninguna duda que hoy no podemos hablar de la democracia consolidada. Me gusta recordar que Alfonsín fue el presidente de la recuperación de la democracia, con quien tuve el orgullo de haber trabajado; en 2008 cuando inauguraron su busto en la Casa de Gobierno, dijo un discurso en ese lugar, invitándonos a que podíamos llegar a un gran acuerdo, no solamente entre los grandes partidos políticos sino con la sociedad civil, las organizaciones sociales, los sindicatos, recordando la recuperación de la democracia nos decía que no estaba completa y no podíamos estar conformes.
Hoy estamos mucho más disconformes que en aquel momento. Con una división, una disparidad y esta situación social en la que más de la mitad de los argentinos son pobres no se puede hablar de una democracia absolutamente coja, como él dijo alguna vez. Hay que completarla, enriqueciendo el consenso que nos llevó en 1983; aquel sí fue una fiesta del acuerdo, porque estábamos recuperando la libertad y nos alegramos juntos porque vivimos esa experiencia ciertamente inolvidable, con un compromiso de poder saltar juntos con cualquiera que tuvimos al lado, sin preguntarle a quien había votado o si era de este color político o de otro. Nos alegramos juntos y durante un buen largo trecho de tiempo vivimos en la unidad nacional. Alfonsín no fue en vano en su campaña recitando el Preámbulo de la Constitución; hoy tenemos que ver cómo lo ponemos en alto y en acción porque con esta división no podemos salir de ninguna crisis.
- En esta división hay enfrentamientos verbales y violencia virulenta como ocurrió cuando se trató la Ley Bases en el Senado.
- Por ese camino no vamos a llegar, tenemos que recuperar la posibilidad de debatir porque solo discutiendo y dialogando podemos hacer un consenso fuerte, firme, decisivo, mientras hoy hay descalificaciones. Con ese lenguaje que en la mayoría es verbal, no podemos olvidar de dónde venimos. A lo largo de nuestra historia, ya vivimos demasiada violencia política para varias generaciones; vayamos a la de 1930, cuando empezamos a tener la costumbre del "partido militar" y pasamos a tener como si fuera parte de nuestro estilo a "tirar" gobiernos que habíamos elegido democráticamente. Todo eso fue a lo que le pusimos fin en 1983 entre todos, porque en esa elección ganó uno de los candidatos, pero la celebración fue de todos. Nos podemos sentir frustrados porque todas las dirigencias, no solamente la política -que carga con la mochila de la mayor responsabilidad-, están en una profundísima crisis moral… incluyendo a los periodistas, porque tenemos que revisar nuestras actitudes y la manera de participar en el juego colectivo de la sociedad.
Si cada uno no tiene algo para revisar no vamos a poder arreglarlo porque quién de nosotros puede estar contento con esto que conseguimos, con este índice de pobreza y con los muchachos que se van afuera porque no quieren al país que no les enseñó a querer su tierra. Desde nuestra condición de periodistas, asumamos nuestra cuota parte en esa crisis, contribuyendo con nuestra manera de actuar en la sociedad, de ejercer el trabajo; reinstalando el diálogo entre los argentinos y la conversación social; mostrando que se puede hacer periodismo respetando al otro; cumpliendo con las normas de la ética del oficio, contando la verdad, separando la información de la opinión. Esa debe ser la contribución del periodismo en esta profundísima crisis que tenemos.
- ¿Qué análisis hace de las dos misas recientes en Buenos Aires con los cánticos "la patria no se vende"?
- Lo dijo el arzobispo de Buenos Aires (Jorge García Cuerva). Más allá de la fe, con la misa no se juega. Es una cosa demasiado importante para los católicos y esto tiene derivaciones. Hay un problema en la Iglesia que Francisco, y algunos de sus predecesores, como Pablo VI, nos enseñaron: que el evangelio no deriva en una formulación política de las que el hombre ha construido para vivir en una sociedad y no se puede encerrar en una fórmula política. No se puede pensar o actuar como si se creyera que la única manera de ser católica en Argentina es ser peronista. Creo que el clericalismo juega un papel decisivo y fundamental; hoy se habla de la sinodalidad, que es caminar juntos, concebir como lo hizo el Concilio Vaticano (1962-1965), el pueblo de Dios somos todos, no se es más parte de la Iglesia teniendo sotanas como se usaba antes o los atributos solamente del clero, de los clericales sobre los religiosos.
El clericalismo ha ahogado a los laicos y hay demasiado laicos clericalizados, que se sienten muy cómodos tratando su responsabilidad sobre los hombros de los que son obispos. Desde el punto de vista de la fe, comenzar a aplicar una maravilla que nos enseñó Pablo VI, cuando se cumplieron ochenta años de la Rerum novarum (encíclica de León XIII en 1891), que la fe cristiana no se podía encerrar en una forma de reacción política. Eso es lo que nos lleva a estas cosas, nosotros también somos católicos y no vamos a ir al templo a cantar cuando celebramos la misa. No cometamos más esos errores, que se han cometido muchas veces porque el clericalismo sigue teniendo un papel y una fuerza, y la forma de ser Iglesia es clerical. Santa Fe es una provincia que tuvo un obispo y arzobispo que no tenía nada de clerical; cuánto nos enseñó Vicente Zazpe a los laicos, quienes nos formamos cercanos a él podemos sentir hoy esto porque nos hizo ver el papel que teníamos en la Iglesia.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.