Por Lic. Juan Cruz Giménez (*)
Por Lic. Juan Cruz Giménez (*)
En pocos días más, estaremos compartiendo una conmemoración en clave regional, propia al campo pedagógico, pero no encapsulada en él. Es que el 14 de octubre de 1898 nació en la localidad de San Justo, por entonces la frontera norte de la provincia de Santa Fe, el maestro, inspector, ministro e intelectual Juan Mantovani.
Como parte del ejercicio reflexivo entre pasado y presente, cabe mencionar que la capital provincial y la ciudad de San Justo tienen referencia del pedagogo, en tanto que se han denominado con su nombre edificios educativos, calles o bibliotecas. Sin embargo, podemos afirmar que persiste sobre el trabajo y el legado de Mantovani un importante desconocimiento, que ha motivado el inicio de una obra colectiva que aspira humildemente realizar aportes, en una perspectiva biográfica e intelectual que en nuestros días se reconoce como necesaria.
El 125º aniversario del nacimiento de Mantovani -que se va a cumplir en 2023- es una muy buena excusa para abrir archivos, recuperar discursos, textos, libros, proyectos, informes, cartas y demás documentos que no han sido sistematizados aún. Una oportunidad que hemos asumido con un grupo de académicos que compartimos la curiosidad y el propósito de encontrar huellas y rastros profundos de Juan Mantovani. Si bien la obra colectiva (con textos de Rodrigo Borla, Bernardo Carrizo, Juan Cruz Giménez, María Eugenia Guida, María Elisa Welti y Marcelino Maina) ha demandado tiempo, esfuerzos y acuerdos, en estas publicaciones breves compartimos con los lectores interesados algunas dimensiones específicas en la vida del pedagogo.
Durante los años treinta, podemos afirmar que Juan Mantovani evidencia producciones de notable maduración filosófica, pedagógica e intelectual, resultado de un lento y sostenido diálogo con tradiciones educativas determinantes en su formación de maestro (en la Escuela Normal de San Justo), de profesor (en la Escuela Mariano Acosta) y catedrático (en la Universidad Nacional de La Plata y Buenos Aires). Sus textos iniciales dan cuenta de un conjunto de lecturas que interroga el campo pedagógico atravesado por una determinante crisis luego de la Primera Guerra Mundial.
En este clima, Mantovani adhiere a ideas reformistas, comparte los ejes propios a la renovación pedagógica del momento (escolanovismo) y asume la tarea de la reflexión filosófica sobre el modelo escolar en clave espiritualista. Notablemente formado, habiendo editado y publicado breves reseñas y análisis sobre la cuestión educativa en Argentina, el pedagogo publica en 1933 su primer libro: "Educación y Plenitud Humana" (editorial Gleizer). Una obra que evidencia la capacidad sustantiva de Mantovani en pensar el problema de la educación, su historia y la emergencia de la burocracia educativa en su dimensión filosófica.
Luego de transitar más de una decena de breves artículos en los que se interesa por la educación en general y la instrucción primaria en particular, en Mantovani se materializa la preocupación por el problema de la "segunda educación", denominación que en la actualidad refiere a la educación secundaria. El escenario en el que comparte su primera obra debe explicarse en un año de densidad conmemorativa para con el sistema educativo. Es que 1934 es un año dominado por la pretensión conmemorativa en Nación y Provincia de revisar el pasado, a lo largo de 50 años de la Ley de Educación Elemental Nº 1.420 (1884).
Dicha coyuntura aún no ha sido estudiada en profundidad; la construcción de sentido sobre la educación y las políticas públicas constituyen una buena estrategia para su abordaje. Durante 1934 podemos identificar algunos actores sobresalientes. En primer lugar, la figura del radical antipersonalista Manuel María de Iriondo (Manucho) quien se desempeña como ministro de Justicia e Instrucción Pública durante el gobierno de la Concordancia (en tiempos de la presidencia de Agustín P. Justo), luego de haber sido derrotado electoralmente ante el triunfo de Luciano Molinas (PDP Alianza Civil). Es que la relación estrecha entre Mantovani y Manuel María de Iriondo no debe ser ignorada para poder comprender el período.
Manuel María de Iriondo había resultado clave en la promoción y aprobación de la Escuela Normal Nacional de San Justo (1910), la localidad de la entonces frontera norte. Ya como ministro de la cartera nacional, propicia la Conferencia Nacional de Analfabetismo y delega en la figura de Mantovani la dirección de expertos y realización de un plan de reformas de la segunda educación, que se presenta en el parlamento ese mismo año. En la ambiciosa tarea expuesta en el Plan de Reforma de la Escuela Secundaria de 1934, se organiza el trabajo en comisiones específicas, abordando escuelas normales, escuelas industriales, colegios nacionales y liceos, escuelas de comercio. Mantovani comparte la tarea con pedagogos de reconocida trayectoria como Ernesto Nelson, Juan Emilio Cassani, Manuel Allier, José Rezzano, Clotilde Guillén de Rezzano y Ricardo Levene, entre otros. En segundo lugar, el gobierno provincial demócrata progresista de Luciano Molinas (1932-1935) había auspiciado una reforma de la Ley de Educación Santafesina que logró sanción parlamentaria en 1934 como ley Nº 2.369 (poniendo fin a su predecesora la ley de 1886). La implementación de la nueva norma encontró notables dificultades y profundas resistencias, que culminaron con su derogación a poco de transcurrido un año. Mantovani fue protagonista central como inspector general de escuelas de la Nación por esos años. Sus cualidades reflejan un profesional con fuerte capacidad de construir consensos y destacarse a los ojos de las culturas políticas del momento.
Mantovani es responsable y director del estudio y Plan de Reformas de la Educación Secundaria, experto participante en la Conferencia Nacional de Analfabetismo, destacado intelectual en el ambiente extensionista de los años treinta (en el Instituto Social de la Universidad Nacional del Litoral, en el Colegio Libre de Estudios Superiores de Buenos Aires y revistas especializadas).Reconocido pedagogo que propicia conferencias de otros colegas destacados como Adolph Ferriere o Rodolfo Llopis en el Consejo General de Educación y la escuela Sarmiento de la ciudad de Santa Fe.
Si bien el programa de reforma de 1934 presentado por Mantovani ante el ministro Manuel María de Iriondo no tuvo tratamiento satisfactorio en el parlamento nacional, la lectura del informe elaborado (con más de 300 páginas) constituye un ejercicio necesario de un documento que hoy mantiene su valor histórico. Las persistentes resistencias a la hora de pensar las dificultades y capacidades que atraviesan la segunda educación en nuestros días.
En el informe de 1934, Mantovani se detenía en la profunda crisis que atravesaba la educación secundaria. Una propuesta de reforma que se reconocía en estudios anteriores como la Memoria de Amadeo Jacques de 1865, la Didáctica de Leopoldo Lugones de 1910, el Plan de Reformas de la Enseñanza Secundaria de Ernesto Nelson de 1915 y las Reformas orgánicas de la enseñanza pública por Carlos Saavedra Lamas (de 1916). El mismo año (1934) que en la capital provincial se constituyó la Asociación del Magisterio Católico, como reacción a los intentos reformistas y laicos de Luciano Molinas.
Hoy atravesamos tiempos de incertidumbre, en cuanto al campo educativo se refiere. Recuperar el legado y los aportes de Juan Mantovani resulta necesario. Es relevante analizar retrospectivamente la recurrente resistencia a implementar programas de reformas, que tanto tiempo han demandado en su elaboración, por una educación secundaria que asuma nuevos desafíos. Entre otros temas de densidad similar, de eso se trata la obra.
(*) FHUC-UNL.