El 19 de octubre próximo se cumplirán ciento diez años años del fallecimiento del general Julio Argentino Roca (1843-1914), en medio de la revalorización oficial de su nombre (el propio presidente Javier Milei ha expresado la admiración que le inspira su figura y el modelo de país que representa) y del rechazo que sigue generando en ciertos sectores contestatarios que van desde el revisionismo nacionalista (que lo tilda de "europeizante"), hasta un amplio abanico de izquierdas que condena la campaña del "desierto" y lo trata de "genocida".
Portada del nuevo libro de Miguel Ángel De Marco, publicado por Emecé Editores, Buenos Aires, 2024. Gentileza
Otros cuestionamientos, como los producidos por su política laicista, hoy han perdido entidad. Recuerdo haber visto pintadas en la base del monumento a Roca de calle Perú, en Buenos Aires, que decían "Más vale un mayo francés que un julio argentino". Y también recuerdo que en Rosario manos anónimas habían reemplazado el nombre de Roca por el de "pueblos originarios" en la señalética de la calle que lo evoca.
El monumento a Roca (1941), la ciudad rionegrina y el ferrocarril que llevan su nombre (este último bautizado así durante la presidencia del general Juan Domingo Perón), la multitud de calles que lo recuerdan en el territorio nacional, su rostro en billetes y estampillas, el museo que se le ha dedicado en Buenos Aires, y muchas otras expresiones a él consagradas, documentan miradas e ideas de otro tiempo.
Yo no las tocaría, por reconocimiento a gran parte de su obra como constructor del Estado moderno y por respeto a las generaciones precedentes. No me imagino participando de un homenaje a Roca, pero tampoco suscribiría ninguna campaña tendiente a defenestrarlo.
Un libro esclarecedor, para conocerlo mejor
Con la solvencia y la ecuanimidad que lo caracteriza, Miguel Ángel De Marco ha sumado este año otro título al listado de sus biografías iniciadas con la de Bartolomé Mitre en 1998, a la que le siguieron las de Manuel Belgrano, José de San Martín, Martín Miguel de Güemes, Leandro N. Alem, Domingo Faustino Sarmiento, Carlos Pellegrini, Hipólito Bouchard, Facundo Quiroga, Guillermo Brown y Manuelita Rosas.
El nuevo libro se titula simplemente "Roca" y muestra en su tapa al general vistiendo su uniforme de gala y la banda presidencial, acompañado por sus hijas. La imagen es ilustrativa de lo que el lector encontrará al adentrarse en la lectura de las 450 páginas que componen la obra: un equilibrado tratamiento de la intimidad del biografiado y de los aspectos públicos de su trayectoria.
El "Roca" de De Marco ofrece al público una imagen positiva de quien fuera dos veces presidente de la República, sin incurrir en alabanzas desmedidas ni caer en el panegírico, a partir de su convicción de que cada figura no puede juzgarse fuera de su contexto histórico. Es por lo tanto una herramienta útil para quien desee documentarse en medio del debate que el relevante hombre público sigue alimentando entre nosotros.
A lo largo de diez capítulos (que no están numerados) se desarrolla la trama de una vida que encarna en sí misma el proceso de modernización del país de la segunda mitad del siglo XIX, marcado a fuego por la influencia de una Europa que vive su segunda revolución industrial y que expande por el mundo su poder colonialista. Como ya es práctica en los libros de De Marco, cada apartado lleva por título frases escogidas de la correspondencia o de los discursos del mismo biografiado, o como en el caso de los dos primeros, de alguien que ofrece un testimonio sobre su persona.
De esta forma, capítulo a capítulo, se va perfilando la figura de uno de los tres grandes líderes argentinos de la segunda mitad del siglo XIX, que, al igual que los generales Urquiza y Mitre en años anteriores, supo construir un sólido espacio de poder que se expandió por las situaciones provinciales, a partir de firmes alianzas (Liga de Gobernadores) y del Partido Autonomista Nacional, que en un primer formato había llevado a la presidencia a Avellaneda en 1874 y que se sostendría hasta principios del siglo XX, en lo que se ha dado en llamar el "régimen conservador".
Ese proceso de crecimiento personal nace muy tempranamente en Roca, joven tucumano que se forma en el Colegio de Urquiza de Concepción del Uruguay. Una brillante carrera militar lo llevará en pocos años a la cúspide del poder nacional, desde Cepeda (1859) hasta los sangrientos combates de la Revolución del 80, pasando por Pavón (1861), la guerra del Paraguay, la Revolución del 74, las acciones contra Ángel "Chacho" Peñaloza, Felipe Varela y Ricardo López Jordán, así como la campaña del "desierto" de 1879 (a la que De Marco no quita dramatismo), cuando ya era ministro de Guerra del presidente Nicolás Avellaneda y había sido ascendido a general a los 31 años tras el combate de Santa Rosa contra la revolución mitrista de 1874.
A la par de la vida pública del general, De Marco aporta coloridas postales de su vida privada, su casa, su familia, sus estadías en su estancia La Paz y sus prolongadas temporadas en Europa. También sus hábitos, sus gustos y sus temores, de manera que el hombre aparece retratado con sugestivos trazos y su carácter calculador, pragmático y de firmes convicciones, claramente definido.
Figura central de la política de su tiempo
A partir de 1880, Julio Argentino Roca se convertiría en la principal figura de la política argentina, desarrollando desde sus dos presidencias (1880-1886 y 1898-1904) un proyecto de país fundado en los principios del positivismo, que dieron sustento a la "cultura del progreso" y que él sintetizó en la fórmula de "paz y administración". Aunque en realidad la paz fue esquiva por esos años en que los conflictos asumieron nuevas formas y estallaron en la Revolución del Parque de 1890 y los levantamientos radicales de 1893 y 1905. La sociedad se hacía más compleja y las nacientes clases medias reclamaban participación, a la vez que inmigrantes llegados de los centros urbanos de Europa introducían sus ideales socialistas, anarquistas y sindicalistas.
La obra de los gobiernos de Roca, favorecida por el contexto internacional de la división internacional del trabajo, y las firmes convicciones modernizantes que compartían los hombres de la "Generación del 80", se fue materializando -como lo describe extensamente De Marco- en todas las áreas en las que el crecimiento podía desarrollarse: la afluencia inmigratoria europea, la ocupación del territorio, la expansión agrícola ganadera, el trazado de ferrocarriles, el tendido del telégrafo y la telefonía, el desarrollo del correo, la multiplicación de escuelas y colegios, la ampliación del número de universidades, todo ello enmarcado en un modelo agroexportador que reservaba a un segundo plano el crecimiento industrial.
La conflictividad social movió a Roca y a su ministro Joaquín V. González a proyectar cambios, acordes con el naciente modelo de Estado de bienestar que prosperaba en Europa, especialmente en Alemania. Así surge el proyecto de Código Laboral que introducía importantes avances y que nos dejó el invalorable informe de Juan Bialet Massé sobre el estado de las clases trabajadoras en el interior del país. En dicho contexto, además, la Ley de Residencia, que permitía la expulsión de extranjeros que conspiraran contra el orden público, subrayó el principio de autoridad que Roca consideraba esencial para la consolidación del Estado.
El libro de De Marco es complejo, macizo, sólidamente documentado, y escrito con una prosa amable y llevadera. Las coloridas ilustraciones trasportan al lector a aquel tiempo de cambio y crecimiento, no exento de serios conflictos, que bien puede llamarse la "Época de Roca".
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