I
I
Celebraron la fiesta. Bombos, birretes y matracas. Cerveza y tetra brik para todos. Abundaron las caravanas de colectivos, camionetas y camiones. ¿Cuándo no? Como para colaborar con la causa, algunos gremios pararon, por ejemplo, los docentes de Baradel, siempre dispuestos a estos menesteres y a dejar a los chicos sin clases. También hay que decir que muchos no pararon, porque solo pueden parar los trabajadores y en esta bacanal había trabajadores, pero también abundaban ñoquis, mangueros, buscavidas y pequeños burgueses acuciados por la angustia de adherir a Eros o a Tánatos. ¿Quién pagó la fiesta? El contribuyente, por supuesto. Siempre, siempre, a estas expansiones espirituales las paga el vecino que en estas cumbiambas no tiene ni arte ni parte. La fiesta se celebró un jueves. Podrían haberla hecho un lunes o un martes. Da lo mismo. Para trabajar siempre hay tiempo y para no trabajar siempre estamos disponibles. "Y estos buenos muchachos y estas dulces señoritas, ¿cuándo trabajan?", preguntó tía Cata que está cada vez más vieja y le cuesta entender algunas exquisiteces de la política contemporánea. Inútil explicarle que todas estos ajetreos se realizan en homenaje al "militante", es decir, al antiguo activista político que dedicaba sus horas a la prédica de una causa sin cobrar y sin reclamar cargos. ¿Cuántos militantes habrá habido en el estadio de La Plata? He aquí una pregunta sin respuesta; una pregunta incómoda, de mala fe; propia de cipayos y vendepatrias.
II
La jefa, la reina, llegó en helicóptero. Apruebo el acto de sinceridad: el helicóptero es un servicio exclusivo para el presidente y a esta altura del partido creo que a nadie se le escapa quién es la presidente real, es decir, la titular del poder político en la Argentina. Llegó en helicóptero oficial a un acto partidario, pero esas observaciones son minucias de mala fe prodigadas por los enemigos de la causa nacional y popular. La señora Cristina, ella y su marido, estuvieron siempre convencidos de que los bienes del estado le pertenecen. Los de Santa Cruz y los de la Argentina. Si tenemos que mandar un avión, con la tripulación completa, a buscar un diario o un par de zapatos olvidados, lo mandamos. El placer de ejercer el poder consiste en abusar de él, sino qué gracia tiene. Su comportamiento no es el de una presidente, mucho menos de una vice, su comportamiento es el de una patrona. Una patrona que se dirige a siervos y vasallos, todos decididos a dejar de pensar por cuenta propia. "Nunca lo vas a entender a Rogelio; es una pasión, una excitación de la libido, un pacto de amor que tu racionalidad utilitaria y burguesa no puede comprender". Y la verdad que, salvo algunos detalles, estuve tentado a darle la razón. Nunca voy a entenderlo. Límites infranqueables para los salvajes unitarios como uno.
III
Dejamos a la Jefa descendiendo del helicóptero. Una reina. Prontuariada, procesada y a punto de ser condenada, pero, bueno, no será la primera reina en la historia que atraviesa por inconvenientes parecidos. Única oradora. Jefas como Cristina no permiten ni que el pasto crezca a su alrededor. No vaya a ser cosa que algún atrevido diga algo más inteligente que ella. Única oradora, presidente de la Nación, (tío Alberto a diez mil kilómetros de distancia y con gastritis), jefa espiritual de la causa y con todo el peronismo rendido a sus pies. Repito, todo el peronismo. Con sus símbolos, sus instituciones, su historia, su folklore, sus héroes y villanos. Y lo repito, para que lo recordemos cuando dentro de unos años muchos de los que en noviembre de 2022 estuvieron en el estadio de La Plata juren y perjuren que ellos no fueron kirchneristas y que el peronismo jamás de los jamases fue kirchnerista. Así funcionan las cosas en las casas reales. Su único heredero es su hijo Máximo, un nombre puesto para anticiparse a futuras glorias. El muchacho ha preferido confundirse con la barra brava. Él y su compañera, Mayra Mendoza, intendente de Quilmes. Saltan, bailan y no pueden disimular su felicidad, su alegría, su satisfacción de estar en el mundo. Tío Colacho diría con su realismo descarnado: "Con cuatrocientos millones de pesos en el banco, más lo que debe de tener escondido en otra parte, yo también seria feliz y aunque no me den las tabas trataría de saltar y bailar y correr por los aires con mucho donaire…".
IV
La reina habla. Una de sus consignas iniciales es: "Vamos a volver". Caspita y recórcholis. Es la presidente, es la jefa, es la patrona, maneja los recursos del estado y, según informes precisos, el setenta por ciento del presupuesto nacional lo disfrutan sus incondicionales. ¿Adónde van a volver? Este es el momento en que dejamos al Viejo Vizcacha y accedemos a Kafka o a Oliverio Girondo, para no irnos tan lejos. Tía Cata no puede disimular su confusión. "No la entiendo a esta chica… dice que va a volver al lugar donde ya está…ni la santísima virgen María se atrevería a tanto". Pobre tía Cata. Creer o no creer. A la hora de cobrar, los compañeros se anotan en todas las ventanillas, pero a la hora de rendir cuentas se declaran ausentes. "Nosotros no fuimos", murmuran. Fue Macri o fue Guzmán. O fue el Viejo de la Bolsa. Pero nosotros jamás. Sin embargo, Ella no ceja en su empeño. "Aquí nadie se hace cargo de nada", dice la misma que ejerce el poder, pero habla como opositora. Lo menciona a Raúl Alfonsín. Trece huelgas generales le hicieron los peronistas cuando fue presidente; y no dejaron un instante de sabotearlo y de acusarlo de pelele de los yanquis y el FMI, pero como ahora está muerto y, además, dispone de un prestigio que ellos nunca podrán obtener, queda bien citarlo y, si mal no viene, considerarlo un compañero de la causa.
V
Dice la Jefa que Alfonsín fundó un pacto democrático consistente en vivir en democracia, respetar la ley y no recurrir a la muerte para zanjar diferencias políticas. "Ese pacto democrático se rompió el 1 de septiembre de este año", concluye, para referirse al día en que un lumpen, salido de esas cloacas culturales infectas que se propagaron en la deliciosa década ganada, protagonizó más que un intento de magnicidio, un intento de grotesco, lo suficientemente vulgar y ridículo como para que la Señora no pierda la oportunidad de victimizarse como si fuera John Kennedy, Martin Luther King u Olof Palme. Lo siento por la señora, pero el pacto democrático mal que bien, incluso algo maltrecho, sobrevive, y sobrevive no a pesar de un episodio ridículo, sino a pesar del atentado terrorista contra la AMIA, el asesinato del fiscal Nisman, un verdadero magnicidio y, como para no irnos tan lejos, la reciente sublevación institucional de los senadores peronistas desobedeciendo el fallo de la Corte Suprema de Justicia o, como para honrar al humor, proponerlo al diputado Rodolfo Tailhade en el Consejo de la Magistratura, algo tan oportuno como hubiera sido designar al compañero y comisario peronista Cipriano Lombilla, titular de alguna comisión de derechos humanos.
VI
Avanza la noche y la fiesta inicia su inevitable declinación. No sé por qué me acuerdo de Marcello Mastroianni y el final de "La dolce vita". Ese cansancio y ese hastío del final de fiesta. La sensación de hartazgo, de cansancio. Ojeras extraviadas y mal aliento. La certeza de saber que ni el estrépito, ni la euforia, ni el simulacro comunitario logran vencer el sabor a fracaso, a farsa, a vacío. El campo desolado como un páramo. Un páramo en ruinas: servilletas sucias, vasos de cartón aplastados, una zapatilla solitaria, los restos de una camiseta con los colores argentinos, un peine desdentado, un preservativo aplastado, las sobras de un choripán, cajas de tetra brikbrik desoladas. Cenizas y despojos de cenizas. "Nada hay más desolador que un campo de batalla después de concluido el combate", dicen que dijo el duque de Wellington en Waterloo. Nada más melancólico que un estadio de fútbol después de la celebración de la fiesta que, con aguda visión estética y coraje civil, Borges y Adolfo Bioy Casares describieron para referirse al espectáculo celebrado entonces por los abuelos de los que el jueves se citaron impunes y eufóricos, altaneros y serviles, cándidos y culpables, imponentes e impotentes, en una cancha de fútbol levantada en la ciudad fundada por Dardo Rocha.