Nos escribe Mauricio (43 años, San Salvador): "Luciano, te escribo para contarte lo que todavía no le conté a nadie y no sé si lo vaya a hacer. Descubrí que mi pareja me engaña, que tuvo algo que con otro hombre y no lo puedo creer. Me resulta muy vergonzoso. Me pregunto si tal vez me pasó porque no soy muy celoso. Encima el tipo con el que estuvo es un salame. Lo hablé con ella y me dijo que no fue nada serio, que nunca quiso lastimarme y que pasó en un momento en el que nosotros no estábamos bien. ¿Tendría que perdonarla? Me siento tan idiota. No lo puedo hablar con mis amigos, porque me da miedo de quedar como un cornudo. No sé. Lo que puedas decirme, te lo agradezco."
Querido Mauricio, estuve tentado de comenzar diciéndote que era un gusto recibir esta carta, pero en vistas de la situación que te aqueja, te diré: tranquilo, ya estás acá para pensar qué pasó y qué podemos hacer.
En principio, diría que la infidelidad femenina es tan común como la masculina. Es apenas un prejuicio el que considera que los varones suelen recurrir mucho más a historias con otras personas. Quizás ocurre que los descubren más seguido. Y este es un buen punto de partida para pensar la circunstancia que nos ocupa.
Por un lado, agregaría que la infidelidad masculina suele estar mucho más basada en la matriz de la relación madre-hijo, por eso los varones muchas veces se enamoran de sus amantes e incluso las ven con lástima o pena. Así es que consiguen sentir la culpa suficiente como para luego mandarse al frente.
Como los varones no pueden cortar la relación con su amante, hacen algo para que la mujer "oficial" -en el lugar del padre- los descubra, se enoje y, finalmente, les pida que corten la relación. Todo esto si no los deja y, a continuación, ellos así pueden volver a verla como una mujer a la que reconquistar. Lo claro es que pocas veces un varón que se separa de su pareja decide quedarse con su amante.
Ahora bien, la infidelidad femenina tiene coordenadas muy diferentes. Esto en términos generales, claro. Estas generalizaciones no pretenden ser universales, sino que dejan espacio para la singularidad. Trazan una tendencia y nada más, un hábito que suele comprobarse en la práctica del psicoanálisis.
Me explico. La infidelidad femenina también suele depender de la matriz madre-hijo, pero de manera invertida. No tiene estructura de traición, sino de adopción. Por eso suele ser corriente que las mujeres infieles se enganchen con varones a los que, desde cierto punto de vista, miran con distancia; como si no fueran del todo viriles, que quizá les despiertan algo de ternura; varones de los que obtienen incluso un servicio sexual, pero quedará ahí, sin mayores consecuencias para la constitución de un vínculo.
Recuerdo a una mujer que se reía con mucha dulzura de los mensajes que le enviaba su amante, en los que escribía con faltas de ortografía, como si fuera un niño. También a otra que tenía un amorío con su personal trainer, hasta que este se le declaró y, claro, ella huyó de lo más espantada, sin tener presente que durante todo ese tiempo ella lo había ayudado con el costo de sus estudios, le preguntaba cómo le iba en las materias, etc.,… ¡Cómo no amarla!
En este punto, pensaría que además de la diferencia entre la infidelidad masculina y la femenina, cabe tener en cuenta un factor adicional: si el varón infiel es el último que quiere separarse, la mujer es infiel para no separarse. Lo digo de otra manera, más sencilla: cuando me entero del caso de una mujer que engañó a su pareja, me pregunto por qué no hizo algo mucho más fácil para una mujer, que es dejarlo de amar.
De esta constatación viene la intuición del saber popular que dice que las mujeres hacen el duelo durante la relación y, como suele pasar, un día les dicen a sus parejas que la relación se terminó y ellos ni se la vieron venir, quizás porque estaban demasiado entretenidos con sus traiciones, en lugar de prestarles atención a ellas. En fin, la cuestión es que la infidelidad en la mujer muchas veces es un artificio para cuidar al varón que aman. Este es otro motivo por el cual se puede entender por qué suele ser con tipos que, cuando sus parejas se enteran, los ven como despreciables (o como en tu caso, Mauricio, como un "salame").
Ahora, entonces, vayamos a tu pregunta: ¿tendrías que perdonarla? Se me ocurre darte una respuesta irónica: guardemos el perdón para cuestiones más importantes. Estas cosas ocurren, ¿qué vas a hacer? No te pongas en una posición que te impida ser comprensivo, sin que esto quiera decir justificar nada. En su dimensión más superficial, la infidelidad es un fenómeno moral, pero desde adentro de la vivencia de pareja es un síntoma que requiere ser analizado y elaborado.
Con respecto a tu inquietud de ser cornudo, te cuento que, en el siglo XVI, el escritor Rabelais dijo que "toda mujer, aunque estuviera en cierto modo satisfecha sexualmente por el hombre, siempre está como en otro lugar". Lo interesante es que Rabelais llama a esta actitud "poner los cuernos". En mi libro "El fin de la masculinidad" desarrollé esta idea, con el fin de aceptar que –en el vínculo con una mujer– a los varones siempre nos toca un poco el lugar de los cornudos. Así que, Mauricio, bienvenido al club.
(*) Para contactarse con el autor: lutereau.unr@hotmail.com.