JOSÉ FERNÁNDEZ – BARRIO BARRANQUITAS
"Vivo entre las calles Luciano Molinas y Brasil. Me preocupa la proliferación de cirujas en el barrio. Se amontonan en la vereda, revisan los residuos y dejan todo desparramado. Hay mujeres con niños también... Aparte, de noche hay muchos robos y la policía ni aparece. Pido que alguien nos dé una solución. Otro tema es el estado de las calles: aquí, en Luciano Molinas, que tenemos un tránsito terrible… ¡los pozos que hay! He hecho varios reclamos y no pasó nada. Ya hubo dos accidentes fatales en esta esquina de Luciano Molinas y Brasil. Dirijo todos estos pedidos y reclamos a quien corresponda. Por favor, que tenga eco".
LIDIA DE AV. CAPUTTO
"Después de ver la noticia de El Litoral del miércoles 25 de enero pasado ("Fue detenido por error y sus días se volvieron un calvario"), quiero sugerir que todos usemos además del primer nombre el segundo. Incluso debiera haber una normativa que obligue a esto, como sucede en otros países. Hay apellidos muy repetidos, y si a ello le agregamos nombres comunes, la equivocación está a un paso. Asimismo, no puede ser que la policía entre en cualquier domicilio a los tiros, violando los derechos constitucionales. Esto debe ser severamente castigado".
BEATRIZ DE BARRIO CANDIOTI
"¿Quién aprueba las veredas de edificios nuevos o refaccionados que se hacen con desniveles elevados y obligan al peatón a bajar escalones inesperados y fuera de lugar? El problema se agrava a la noche, cuando por falta de luces es imposible descubrirlos. Hay muchos ejemplos en Barrio Candioti Sur. Se podrían descubrir con una simple recorrida por la zona, con tantas construcciones nuevas".
MARÍA ALEJANDRA ALASIO
Todos los meses hago trámites para mi suegra, una anciana de 92 años, institucionalizada de forma particular. Lamentablemente su estado de salud es frágil y padece demencia senil. No quiere comer, por lo tanto la alimentan mediante una sonda nasogástrica. Asimismo, necesita pañales para adultos y personal especializado para movilizarse y terapistas por la degeneración cognitiva.
Durante la pandemia, se cayó y quebró la cadera. Rápidamente la hospitalizamos, y siendo paciente de alto riesgo, la cirugía debía realizarse de inmediato. Dada la emergencia sanitaria y los virus circulantes, podía permanecer no más de tres días en el sanatorio. La prótesis de Pami tardaría aproximadamente seis meses. Entonces, sin vacilar, con mi esposo que es su único hijo, juntamos el dinero y la compramos. Gracias a Dios, a los tres días ya estaba nuevamente en el Hogar, previo test de Covid que pagamos también en forma particular. Pero luego de un tiempo, volvió a caerse, se quebró la otra cadera y se repitió toda la historia anteriormente narrada. Una vez más la cirugía fue excelente y, por supuesto, volvimos a comprar la segunda prótesis (aclaro que una vez comprada, Pami no realiza ningún tipo de reintegro).
El tema puntual que me anima a escribir es que, cada seis meses, se hace una renovación para los suplementos nutricionales que ella necesita. Después de escuchar, por cierto un bello tango, en el 138 Pami, por tres, cuatro o más horas, alguien me atendió, aunque el asesoramiento es pésimo. Primero me dijeron que la renovación era automática, que no me preocupara; pero volví a llamar y la respuesta fue que había que hacer todos los formularios de nuevo. Para mis adentros pensé: ¿estaré loca, o esto es una tomada de pelo?
Conozco el procedimiento de memoria: en la respectiva residencia geriátrica, una nutricionista particular debe pedir análisis específicos; luego tener los resultados en papel, con firma de la bioquímica. Recién con ese informe, la nutricionista debe indicar cuántas latas mensuales se necesitarán. Pero el trámite no termina ahí: hay que pedirle al médico de la institución -a quien destaco por su compromiso y amor hacia los ancianos- que haga una historia clínica, y después, llevársela al médico de cabecera -quien siempre está bien dispuesto- a que la firme. Seguidamente, hay que pedir un turno online en la sede de la ciudad de Santa Fe, para que recepción en la documental.
Al concurrir al lugar, vi ¡tantos ancianos solos, desvalidos, sin saber qué hacer! No la mayoría, pero algunos, sufriendo destrato en la atención... Me dolía el alma, sentía mucha impotencia. Al llegar mi turno, la empleada me iba devolviendo las fotocopias y luego me dijo que estaba todo mal hecho y que los insumos solicitados excedían los que cubría el Pami; que no estaban entregando ese suplemento sino otro y que iba a derivar todo a auditoría médica.
Con 62 años a cuestas, yo aún me estaba recuperando del Covid. Por lo menos, hubo un final feliz, ya que a los dos días me autorizaron el pedido. Pero entonces me pregunto: ¿qué hacen quienes no cuentan con recursos, que están solos, que apenas pueden caminar? Mi conclusión es que Pami es un sistema creado no para cuidar a nuestros viejos, sino todo lo contrario.
LUIS ARTURO DE SANTA FE
Puedo distinguir el día desde el asiento de mi velocípedo. Elijo solo declarar situaciones que suman, para mejorar las relaciones. Cuando interrumpo para censurar a los vecinos, estoy fallando con la propuesta, porque cambio la perspectiva. A veces tomamos el sendero equivocado, buscando atajos, allanando un rumbo que no va a ningún lado.
Adivino que la ecuación ya no es la que pretendo y es ahí cuando manifiesto estar desilusionado. Aunque intente coincidir con el escenario, no es posible. Cada cual peregrina con sus modos y maneras. No siempre compatibles con lo que nos rodea. Prefiero montar en bicicleta, otros correr, caminar y una gran mayoría, contemplar de qué se trata. Nada presume, por esta línea que adopto, estar orientado correctamente. Enfrento una realidad que no parece para todos atractiva.
Hay ocasiones en que titubeo examinando aspectos que terminan siendo engañosos; similar circunstancia arroja los anteojos que por error nos calzamos. Cuando descubro cómo a partir de la obsecuencia aprendí, comprendo estar condicionado. Pero, para mi sorpresa, ocurre lo mismo con aquel que se educó con idénticos conceptos, aunque su animosidad compita con la mía.
No es una alteración del equilibrio, una caída lo resuelve. Es convencerme que puedo andar soltando el manubrio. Modifico la posición de prudencia y evito dar contra el piso. Levantarse es más difícil que caerse. Para abajo, existe un límite, para arriba, surge el infinito.
Si paso la vida mirando el suelo, es seguro que perderé toda posibilidad de revelar el entorno, donde las manifestaciones se suceden una tras otra, respondiendo inconscientemente a esas preguntas que nunca nos formulamos.
Estamos inmersos en una presencia tan avasalladora que dudamos de que sea presente y exista. Las consecuencias de cómo pensamos son el efecto de la mortificación propia de la inocencia, donde debíamos ser sometidos para entender qué significa ser libre.
Buscar la objetividad de cómo fuimos formados es semejante a detenernos en el instante exacto en que abandonamos los temores y nos lanzamos calle abajo manteniendo el control sobre las dos ruedas. ¿Recapacitamos por voluntad propia? ¿O estamos restringidos por respuestas ya elaboradas?
Todo resultado de la meditación es auténtico, nos pertenece. Nada alcanza para influenciar nuestra intimidad. Es el momento sublime en que no podemos engañarnos. Si de verdad nos comunicamos con Dios, no dudo de que es en ese intervalo cuando esa voz responde a mis turbaciones. La inquietud es la principal cualidad de los niños.
Interpreto que por vueltas que le demos a todo el asunto, el efecto eternamente lleva a lo mismo. La fecha de vencimiento es la última oportunidad de procurar mirar hacia lo alto.