Por Roberto Casabianca (*)
Oficiales y profesores nos formaban con el objetivo de que hiciéramos lo necesario para que la Patria crezca en la moralidad, la honradez y el desarrollo progresivo y fecundo.
Por Roberto Casabianca (*)
Nuestro ingreso al querido Liceo Militar General Belgrano estuvo caracterizado por un estado que describe con mucha claridad una palabra desaparecida del lenguaje cotidiano, cual es la longanimidad.
En efecto, esta palabra expresa la perseverancia y la constancia de ánimo en situaciones adversas, como aquella en la que podía sentirse un niño de once o de doce años, que por propia voluntad abandonaba a su familia, para internarse en un instituto militar con una disciplina sumamente rígida y que era tratado como un soldado de veinte años, a lo que se sumaban 205 compañeros de diversos orígenes del país, a los cuales no conocía.
Solo con longanimidad fuimos capaces de soportar con paciencia y constancia aquellos primeros días del internado, con todas las dificultades que se nos presentaban, fundamentalmente el desapego de la familia con la ausencia de los padres que todo lo resolvían y la de no contar en la vida diaria con el grupo de amigos de la infancia.
Sin flaquear en nuestro ánimo y exponiendo claramente la virtud de mantenernos fieles, con confianza pese a todo, y venciendo los obstáculos y pruebas que se nos presentaban, empezaban a ponerse de manifiesto las incipientes picardías y aventuras que facilitan la vida de un internado.
La gran mayoría proveníamos de hogares de clase media y media baja, habiendo depositado nuestros padres todas las expectativas de nuestro ascenso social, en base a la buena educación que un colegio como este aportaba.
El Liceo fue creado el 10 de Noviembre de 1947 por un decreto del entonces Presidente de la Nación, el Gral. Juan Domingo Perón, bajo la advocación del Gral. Manuel Belgrano llevando el nombre del prócer e iniciando sus actividades el 1 de Abril del año siguiente.
En los considerando del Decreto de su fundación firmado por el Presidente de la Nación se menciona premonitoriamente:
“Que los Liceos militares cumplen satisfactoriamente la finalidad y los propósitos para los cuales han sido creados, alcanzando a través de su funcionamiento un elevado prestigio como Institutos de elevada enseñanza, basado en un sistema pedagógico e internado militarizado”;
“Que además de constituir una fuente de formación de oficiales de reserva eficientes, se forman en ellos eficientes bachilleres educados en un ámbito sano y altamente patriótico, cualidades esenciales que han de repercutir notablemente cuando se vuelquen hacia las universidades del país y más tarde aún, al egreso de las mismas, constituyendo una generación de profesionales formados bajo el mismo régimen de estudios que ha sido orientado hacia el verdadero sentido de la argentinidad”.
Volviendo a los Cadetes, y superados los primeros días, comprendimos que nuestros oficiales y nuestros profesores nos estaban formando con el objetivo de que hiciéramos lo necesario para que la Patria crezca en la moralidad, la honradez y el desarrollo progresivo y fecundo.
Así empezamos a comprender que nos estabamos conviertiendo y que lentamente, dejábamos de ser niños y, a admitir que nada te llegaría fácil, que había que levantarse antes que todo el mundo para saludar a Dios, el amanecer y a tu Bandera.
Que antes que mandar había que aprender a obedecer.
Que había que llegar temprano a las citas (aún resuenan en mis oídos la remanente expresión de nuestros jefes, “más vale dos horas antes que no un minuto después”), que hay que ceder siempre el asiento, que hay que caminar erguido como si estuviéramos desfilando, que hay que comer lo que te sirvan y agradecerlo y adoptar la posición de profundo respeto frente a nuestra Bandera y a nuestro Himno.
Completamos cinco años de caravanas con tareas constantes para obtener una mente lúcida, en un cuerpo ágil y saludable.
Compartir cinco años de Lunes a Viernes y a veces también un Sábado y un Domingo, como consecuencia de tener que cumplir alguna función adicional como una guardia o por haber sido sancionado con la privación de franco por un castigo, en general bien merecido, desayunado, almorzando, esperando el preciado sándwich de mortadela por la tarde, cenando y durmiendo todo en conjunto, realizando instrucciones militares y disfrutando la hora de gimnasia después de las clases matutinas, genera una amistad muy difícil de ser defraudada.
Cinco años de trabajos fecundos sembrados de tareas escolares, de guardias duras, marcados con la rigidez de las armas y los reglamentos pero también con las sonrisas compartidas de los camaradas, con las vicisitudes repartidas y la comprensión amiga, y con un sustento espiritual creciente que continua ascendiendo aún después de haber egresado.
Esta formación en síntesis nos generó más que una amistad, una hermandad sentida.
¿Qué hicieron nuestros docentes y nuestros oficiales en ayuda a nuestra formación proveniente del hogar? Entendieron que la enseñanza que deja huellas no es la que se hace de cabeza a cabeza sino la de corazón a corazón. No fue nuestro colegio solamente sino también, el maravilloso lugar donde el futuro de mi país se formaba diariamente.
Hoy el Instituto puede mostrar con orgullo aquella formación caracterizada por ser sumamente igualitaria, sin diferencias por apellidos o estatus social, que formó ciudadanos exitosos en cualquiera de los ámbitos en que se desempeñaron.
Aunque existen diferencias entre los actuales liceos y los de nuestra época, que pasan por el ingreso femenino, la existencia de jardines de infantes, de escuela primaria y que el internado -es solo para aquellos que lo desean o los de localidades distantes-, doy fe por estar íntimamente vinculado con el Centro de Ex Cadetes que el fín del Instituto es seguir formando ciudadanos con aquellas virtudes, que conservan el espíritu y la educación de excelencia.
La verdadera educación comienza varias generaciones atrás que trasmiten su esencia para seguir formando jóvenes con el espíritu liceista.
Un párrafo aparte para la presencia femenina, que además de darle el toque de dulzura característico de la mujer, dan toda la sensación de poner más empeño que los varones lo que puede observarse en los desfiles por su paso marcial y su canto atronador.
Y otro para los más pequeños que pasan en último término en los desfiles y que en mi caso y en el de muchos, nos hacen derramar algunas lágrimas.
Muchos opinan que cursar en el Instituto es la seguridad de continuar con la carrera militar sin saber que solo un porcentaje muy bajo lo hace.
El grado de Subtenientes de Reserva obtenidos en los Liceos Militares sirvió para que muchos nos presentáramos como voluntarios y algunos participaran en la Guerra de Malvinas.
Dentro de ese bajo porcentaje que siguieron la carrera militar, nueve de ellos cayeron en Malvinas, a las que regaron vestidos de Héroes.
De ellos dos son egresados del Liceo Belgrano, el Capitán (PM) Rubén Márquez, Ingeniero, de la Promoción XX, caído el 30 de Mayo de 1982, en Puerto Argentino integrando una patrulla de combate de la Compañía de Comandos 602 y el Tte. Primero Alberto Rolando Ramos, artillero Promoción XXIII caído en Monte Longdon en la noche del 11 de Junio de 1982 incorporado al Regimiento de Infantería 7, como observador adelantado de artillería.
Voy a tomar como referencia parte de un artículo escrito en Facebook por el Coronel Jorge Tesi Baña, para observar la pluralidad política, como él mismo lo manifiesta, y donde existen innumerables cantidad de egresados de los liceos militares que se han destacado ocupando cargos de suma importancia en nuestro país y en el exterior.
Así se puede observar que proveyeron Presidentes, Vicepresidentes, Gobernadores, Vicegobernadores, Legisladores nacionales y provinciales, Ministros de la Suprema Corte de Justicia, Jueces, Científicos, Intendentes, Periodistas, Sacerdotes, Obispos, Industriales, Artistas, Deportistas, etc.; muchísimos de gran renombre.
Por mencionar a algunos pocos de ellos podemos citar a los ex Presidentes Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa, al Arzobispo de Córdoba Carlos Ñáñez, al Obispo de Villa María Samuel Giraudo, al Jefe de Centrales Nucleares de la CNEA y consultor de la NASA Roberto Corcuera, al ex Director de la CNEA Manuel Mondino, al célebre físico Juan Martín Maldacena propuesto en varias ocasiones para el Premio Nobel de Física que con su “teoría de cuerdas” lo que se dio en llamar la “conjetura Maldacena”, al creador de la vacuna contra la Fiebre Hemorrágica Argentina Julio Maiztegui, varios Generales, Almirantes y Brigadieres y podríamos seguir con una lista interminable de notables científicos, periodistas, empresarios, profesionales de todas las ramas.
Y por si fuera poco también máximos dirigentes de la guerrilla que asoló a nuestro país.
Quiero rescatar palabras de un egresado de nuestro querido Liceo General Belgrano, Damián Perez, de la Promoción L, que manifestó: “A mi nunca me dieron un arma y no me dijeron sos la juventud maravillosa de este país debes salvarlo matando gente, no. Me instruyeron gradual y progresivamente con un recelo permanente para manipularlas de manera tal que en mi mente solo existe un motivo para ir por ellas: cuando la soberanía me lo demande”.
En síntesis, la ciudad de Santa Fe vio crecer después del 1 de Abril de 1948 una Institución educativa que lleva el nombre de uno de los máximos héroes de nuestra nacionalidad, quien le infundió con el nombre que la identifica, la energía vital de su espíritu y la indicación cierta del camino a recorrer bajo el lema: “Espíritu, constancia y firmeza, con la justicia por delante”.
Como el agradecimiento es la memoria del alma, querido Liceo Militar General Belgrano, quiero agradecerte por ser parte de lo que amo, por enseñarme que sí se puede, por recibir lo poco que te he dado y por ser un capítulo muy importante de mi vida.
Concluyo con una frase de Domingo Faustino Sarmiento, “Hombre, pueblo, nación, estado: todo está en los humildes bancos de la escuela” y agrego, aunque la enseñanza es necesaria para la libertad, sola no es suficiente para garantizarla si no está acompañada por un conjunto de valores y de institutos de formación que la favorezcan, como lo hacés vos querido Liceo Militar General Belgrano.
(*) IX Promoción LMGB