Nadie está exento de caer. Es un hecho seguro. Sin embargo, siempre se puede recurrir a un amigo que te dice dónde está el bien y qué rumbo hay que tomar para hallarlo. Todos los seres humanos, en este aspecto, poseen una preciosa dignidad, hasta el más mísero hombre puede redimirse, siempre y cuando suenen las campanas; es decir con un llamado al que hay que estar abierto en una auténtica libertad trascendente para recibirlo. Solo el cristianismo, así pues, crea una fuerza inigualable en el mundo; esta fue, sin duda, la fortaleza de los autores y de aquellos santos que fueron aún más santos en la adversidad.
A veces un mínimo encuentro de escaso tiempo, con un amigo, nos puede ayudar a enfrentar la tormenta de mañana, la que viviremos al otro día. En dicha tormenta se encuentra un refugio en los buenos amigos. Un alivio para atravesarla, ya que siempre habrá una fortaleza esperándonos al final del día. En una suerte de silencio al llegar la noche y a la luz de las estrellas, cuando el bajo mundo apenas descansa.
Si no existiera un Chesterton en el mundo, por ejemplo, estaría más vacío. Andaríamos más desarmados porque, en efecto, la sociedad está desarmada espiritualmente y además anclada en el "costumbrismo", bajo una forma de dictado y recepción pasiva de la cual ya no levantamos protesta alguna. En este mundo moderno queremos autos más rápidos ¿Pero hacia dónde vamos? Queremos casas más grandes ¿Pero con que las llenamos? Queremos billeteras más abultadas ¿Para comprar qué cosas? El bien, la humildad, la sensatez y las buenas personas no se compran, porque "sólo se conocen las cosas que se domestican… si quieres un amigo ¡Domestícame!", le dijo el Zorro al Principito. Aquellos hombres ocupados, un tanto refinados en apariencia, son quienes manejan y dictaminan en el mundo. Pero hay una clara división, aún en la confusión actual, con otros hombres dignos de espíritu, que no se venden al formato actual del mundo. Ellos son reyes en su hogar y establecen sus propias leyes; a veces ese reino es único en el mundo, pues la visión de su dominio escapa, precisamente, a la mirada totalitaria de la sociedad.
En consecuencia, si todo ya está dicho no hay nada por descubrir, solo debe haber un cambio de mentalidad hacia lo espiritual, para que el centro sea Dios, pero con un hombre alrededor. Esto servirá, entre otras cosas, para calibrar con otra visión la realidad y descubrir un nuevo ámbito iluminado en la existencia.
Un autor, nuevamente como Chesterton, nos puede ayudar a esclarecer una situación de vida, donde todo se reduce a una cuestión espiritual. Sin embargo, el hombre moderno espera un falso cuento de hadas, porque no tiene vida y porque carece, justamente, de espíritu. Por ejemplo, la felicidad puede estar en comprarse un bolígrafo tan pequeño que entre en un bolsillo y te permita, consecuentemente, escribir en una minúscula servilleta algún par de ideas que escapan a la locura diaria. O tomar, ciertamente, tres café en un día con un amigo inteligente pero, sobre todo, con un gran espíritu inspirador; aquel amigo que guía con caridad y sensatez. Una inteligencia y un espíritu al servicio, en un mundo que no quiere ponerse a servicio de nobles empresas.
Mirá tambiénUn viaje hacia la amistad profunda (Parte I)Un drama en el mundo actual es decir una verdad que nadie quiere creer por comodidad. Y aquellos que no quieren creer te ponen en una falsa posición según su corta visión. Porque, en realidad, son seres pequeños los que creen ir con el pecho inflado, aunque más bien están inflamados, como un tobillo roto que molesta todo el día. Son genios de la planificación, ya que la dignidad vale para ellos y aumenta en valor por lo que debe poseer o aparentar "materialmente" en el mundo y como nos movemos detrás de esos falsos objetivos, cuando representan todo en la vida. No obstante, no hay que esconder nuestro lado profundo del alma, la que uno suele ocultar delante de un "insensato" en términos Gambrianos, porque cree estar acompañado de objetos "aggiornados". Es decir de una falsa realidad externa de la cual es un rehén, ya que ellos ganan en lo visible, pero nosotros luchamos por lo invisible. En efecto, la vida es más sencilla y común que la propuesta del insensato a tener una vida, justamente, compleja y llevada a lo difícil en su embriaguez de metas, objetivos y atónita practicidad. Según Chesterton en "Lo que está mal en el mundo", el nuevo hipócrita "es un hombre cuyos objetivos son realmente religiosos, pero pretende hacernos creer que son mundanos y prácticos".
Actualmente, al no haber riqueza espiritual en el mundo, se ha perdido el verdadero sentido de lo que representa la "cultura", pues ésta proviene del latín y significa etimológicamente cultivo. En este sentido, se puede decir que para que haya una verdadera actividad cultural, se debe, valga la redundancia, cultivar el alma. Esta actividad demanda, entre otras cosas, mucha paciencia, trabajo y tiempo. Pero el hombre moderno jamás tiene tiempo y, precisamente, en el camino va perdiendo lo esencial, lo contemplativo y lo sublime, hasta que es demasiado tarde en la vida y el tiempo, consecuentemente, no se recupera.
Al reverso de lo anterior, mantengo la idea de que un hombre sublime no debe llegar a ningún lado, humanamente hablando, a ningún puesto considerable. Precisamente, pienso en estos autores y recuerdo su fuerza espiritual, pero en ningún caso imagino que hayan sido un gobernante de alto rango, una celebridad o un empresario famoso, puesto que no han buscado nada de eso, sino únicamente la verdad y han compartido su honesto camino: su tránsito hacia la luz eterna. Tal vez fueron pequeños ante el mundo (no para muchos que estamos en el mismo barco) y, sin embargo, gigantes ante Dios.
Finalmente, si el sueño de edificar se ha roto actualmente, sabemos, sin embargo, que el sol no se destruye así mismo durante la espesa noche, pues hay una luna que a oscuras ilumina como un farol a través del mismo resplandor que viene de la luz solar a a lo lejos. Así ha de ser nuestra esperanza en estos tiempos y estos autores, sinceramente, me la devolvieron.
"Yo tenía tres amigos"
En un refrán, Leonardo Castellani dice lo siguiente: "Yo tenía tres amigos. Uno me regalaba plata. Era un buen amigo. El otro, una vez me puso la mano sobre la mano y me dijo:
- Si te matan, yo me haré matar por vos.
- ¿Por vos o con vos? Le pregunté.
- Con vos. Me contestó. Y no mentía.
El tercer amigo cuando iba a verlo se ponía alegre. Yo también me ponía alegre. Y estábamos alegres todo el tiempo. Era mi mejor amigo".
Ellos fueron amigos en un divino don, en una noble visión desinteresada y de amor a los hombres a través de los divinos secretos del cielo. No partieron únicamente de la simple erudición, sino de un ánimo espiritual de buscar la verdad con un sentido trascendente, y ello simplemente, los transformó en hombres extraordinarios.
Ellos fueron médicos de almas y, sobre todo, de visiones erradas. Por ello, es preciso tener humildad receptiva una vez descubierta la maestría excelsa de los autores en cuestión para cambiar nuestro vago concepto actual de vida. Esa especie de insensatez que a menudo nos embriaga, como a un alcohólico para no conocer la verdad.
Ellos, además, llegaron al ideal encarnado (no sólo al saber teorético), a una práctica auténtica y, en suma, a una perfección ontológica de orden natural y sobrenatural. Estos enormes autores se atrevieron a nadar a contracorriente, es decir contra las tendencias, las modas y las filosofías que nada aportan a la existencia humana.
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