Ediberto Sánchez y Sebastián Llansa
Ediberto Sánchez y Sebastián Llansa
La historia y la interpretación del sindicalismo argentino, arroja luces y sombras. La lucha por los derechos de los obreros de nuestro país, es apasionante llena de idealismo, fraternidad, solidaridad, mejoras de vida y salarios, capacitación en cada rama del trabajo, son ejemplares. De la misma manera la traición a los intereses del/de la trabajador/a, el embanderamiento ideológico, la riqueza obscena de muchos dirigentes, entre otras cosas, son sombras, cabe aclarar que son más las luces que las sombras. Esto determina distintas maneras de actuar un gremio, en dos grandes formas de organización: democracia sindical o verticalismo irrestricto, donde los Secretarios Generales, son amos y señores de las decisiones.
Hagamos una breve historia del nacimiento y vida del sindicalismo argentino. cuando se sanciona la constitución nacional, en el año 1853, reconoció el derecho a la asociación de los trabajadores, pero no incluyó a los sindicatos. Cosa extraña, porque se reconocía el derecho de asociarse y reclamar, pero no una organización donde debatir y establecer parámetros para lograr las exigencias de mejor trato a los trabajadores y salarios dignos.
Sin embargo y solo con ese escaso sostén legal, empezaron a aparecer los primeros sindicatos en nuestra Patria. Los primeros gremios en clandestinidad, que se organizaron, fueron dirigidos por extranjeros, llegados al país, que fueron perseguidos en los suyos, por sus ideas y luchas. Con pensamiento anarcocomunista, pero sosteniendo que solo la unidad en la acción de los trabajadores iba a lograr las conquistas que se merecían. En 1870 se funda la Confederación General del Trabajo. Hay dos grandes huelgas que pasan a ser históricas, por su organización y desarrollo, por la unidad lograda. Hay que imaginar esa época. Los dirigentes se trasladaban en sulquis o a caballo, en la Patagonia, para recorrer de incógnito las estancias, hacer después de media noche asambleas en el galpón de los peones, votar la huelga y fijar la fecha. Cuatro meses de recorrer y llegó el día de iniciación. Al unísono y sin medios de comunicación, comenzó el paro total. Sin embargo la patronal se negó a todas las peticiones y pidió un severo castigo para los huelguistas al Gobierno. Este mandó tropas para ejercer la represión y no sentarse a una mesa, a negociar. Terminó en tragedia y muchos exiliándose a Chile.
En la misma época se desarrolló también la huelga de los ferroviarios que finalizó de la misma manera, con una dura represión. En la revolución industrial la burguesía dictó prohibiciones legales. Es famosa la Ley Chapelier, obra de la Constituyente de 1791 en Francia y que en general todos los países tomaron como ejemplo, con durísimas formas de trabajo, la prohibición de crear gremios o participar de huelgas. En particular las leyes argentinas, a principios del siglo XIX, tomaron como fundamento los artículos de la referida ley. No obstante ello, todos esos hombres que luchaban en ese momento por la utopía de organizarse y luchar, en forma clandestina comenzaron su accionar.
En 1857 se creó la primera organización obrera: la Sociedad Tipográfica Bonaerense. La hicieron funcionar como una organización de ayuda mutua. Pero en la realidad, organizaron paros y peticiones relativas a las condiciones laborales y salariales. Alentados por algunas conquistas en 1878 se creó un verdadero sindicato: la Unión Tipográfica, que en 1879 consiguió reducir la jornada de trabajo a 12 horas, un aumento de sueldos e impedir el trabajo a menores de 12 años. Sin embargo al año siguiente la patronal desconoce lo firmado y volvieron todo atrás. En 1881 hicieron su presentación dos nuevos sindicatos: la Unión Obreros Panaderos y la Sociedad Obreros Molineros.
También en 1881 se creó Wowats, por parte de socialistas alemanes, con la decisión de realizar reuniones, conferencias y congresos, aunque en el hacer diario era realmente un gremio. Un año más tarde se formó la Unión de Oficiales Yeseros, mientras que en 1883 nacieron la Sociedad de Obreros Tapiceros y el Sindicato de Mayorales y Cocheros de Tramways. Todos estos sindicatos no reconocidos, hicieron peticiones en favor de los trabajadores y también huelgas.
En el año 1887, los maquinistas y fogoneros crean La Fraternidad, que ha de desarrollar una intensa actividad y que marcó el camino a los trabajadores contemporáneos. La ideología y la praxis gremial -las formas de actuar- de cada uno de estos gremios impedía la unidad de todo el universo de los trabajadores.
Pese a ello y ante el clamor de los laburantes, en el año 1890 los socialistas crean la Unión General de Trabajadores (UGT) y en 1901 la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), integrada por anarquistas y revolucionarios. Si bien eran separadas, había vasos de comunicación y se unían en el accionar. Entre 1901 y 1904 se suceden las huelgas. Los trabajadores, se sienten empoderados y comienzan a hacer movilizaciones. Los anarquistas enfrentan a la represión, pero la clase obrera, unida y con objetivos claros, persiste en su pelea por mejores condiciones de trabajo y el Gobierno hace sancionar la Ley N° 4144/1902 (1), llamada Ley de Residencia. Lo que se pretendía con esta ley era expulsar a los dirigentes extranjeros y con ello parar la secuencia de huelgas. Cabe destacar que el único diputado que se opuso fue Alfredo Palacios, que ya anteriormente había presentado Proyectos de Ley en favor de los obreros, que durmieron "El Sueño de los Justos", porque nunca fueron tratadas.
El año 1918 es histórico en la historia del sindicalismo mundial y en particular el de nuestro país, al crearse la Organización Internacional del Trabajo (OIT). El entonces presidente Hipólito Yrigoyen autoriza la participación argentina y envía un representante de su gobierno, a la vez que los trabajadores también hacen lo propio, responsabilidad que recayó en un miembro de La Fraternidad. La larga lucha de los obreros había conseguido el objetivo más importante: el reconocimiento de los sindicatos y crear con los sindicalizados del mundo, una organización, donde podían reunirse libremente para expresar sus ideales y sus reclamos. Desde ese momento podían funcionar los sindicatos y sus dirigentes, elegidos democráticamente ejercer en libertad, su misión.
Dirigentes austeros, sinceros, profundos en su pensamiento y acción, perseguidos sin motivos, detenidos por auspiciar derechos, respetando y cumpliendo con la democracia sindical, son un verdadero ejemplo en nuestra historia. A ellos nuestro reconocimiento y agradecimiento, por la acción, por la sangre llena de idealismo que la represión originó, por su constancia y honradez, por la valentía que expusieron diariamente, por su organización espectacular en sus medidas de fuerza.
Cabe destacar el protagonismo que tuvo el movimiento obrero organizado a fines de la década del 60 y principios de los 70, acercándonos a la actualidad con el debate central entre las figuras de Agustín Tosco de formación peronista girando hacia una postura marxista y José Ignacio Rucci, defendiendo un gremialismo peronista según se plasmara en aquel histórico debate televisivo, en el Cordobazo y el Rosariazo.
La actual burocracia sindical, lejana a los ideales del sindicalismo revolucionario, es consecuencia de un acto político del gobierno de Juan Carlos Onganía, que transfirió el control de las Obras Sociales, transformándolas en Obras Sociales Sindicales a partir de la Ley N° 18610/70 (2) y el Decreto N° 2477/70 (3), y sus cajas, a las conducciones de los sindicatos, como mecanismo clientelar de cooptación para que el poder militar dispusiera de un sistema de control sobre el movimiento obrero organizado a los fines del disciplinamiento político. (Continuará).
Aclaraciones: