Domingo 14.8.2022
/Última actualización 18:14
Nos escribe Christian (42 años, Santa Fe): "Buenas Luciano, te escribo porque estoy en medio de una separación, pasándola bastante mal y no sé qué hacer. La relación ya terminó, pero tenemos hijos en común y nos cuesta muchísimo ponernos de acuerdo en cosas básicas, ¿podrías darnos algún consejo para seguir? Ya pedimos turno para una consulta de pareja, pero igual quisiera saber tu opinión".
Querido Christian, ¡qué momento difícil! Creo que separarse es una de las tareas más difíciles de la vida. De lo que sea: de la familia de origen, de un trabajo, de un lugar y, por qué no, de una relación amorosa.
Quizá haya algo de verdad en esa frase que dice que uno conoce verdaderamente al otro en el momento de la separación. No porque antes no supiésemos quién era o viviésemos en el engaño –tampoco nos hagamos los ingenuos, después de unos cuantos años de vida, uno tiene que hacerse cargo de que ve lo que quiere ver y no ve lo que no quiere ver.
Si en la separación conocemos al otro de verdad, es porque recién en ese momento nos enteramos de cómo es el otro sin nosotros, o más allá de nuestro vínculo, en ese punto en que tiene que bregar por sus propios intereses, los que, por supuesto, ya no son los comunes. Por eso es fácil caer en el reproche de egoísmo, como si todavía quisiéramos cambiar al otro, pedirle que responda a nuestro punto de vista, cuando ya la relación concluyó.
Las separaciones cuestan un montón porque son uno de los momentos privilegiados para aceptar que el otro es otro. Por cierto, esto es tan difícil que muchas personas se separan y hacen como que el vínculo sigue, sobre todo a partir de peleas. Muy bien dos personas pueden estar separadas y continuar juntas a través de discusiones en las que se pelean como si aún fueran pareja. A esta modalidad vincular la llamé alguna vez "Pareja de separados", porque muestra que la separación puede ser también un modo de seguir en pareja.
Asimismo, querido Christian, seguramente has visto que hay personas que solo pueden irse de un lugar rompiendo todo. Tal vez tenés algún amigo que se fue de un trabajo casi en el punto en que lo habían echado, si es que no se hizo echar… porque no podía irse de otra forma. Y después de haberse ido, sigue ahí, preguntando cómo es ese lugar sin él, enojado con algún jefe o compañero. Por eso digo que aprender a separarse es una tarea compleja, de una enorme madurez.
Separarse, entonces, no es irse. El primer paso de una separación es reconocer que uno ya se fue. Que quizás está en un lugar del que ya se separó hace rato. Y a veces lo que no se soporta es que la separación ya ocurrió. Y lo que se busca hacer por todos los medios es tratar de evitarla. Este también puede ser el sentido de muchas peleas, que no son para separarse, sino como defensa ante una separación consumada. Porque, como ya te imaginarás Christian, la separación física es lo de menos. Lo que importa es la separación psíquica o mental.
Por otro lado, separarse es un acto hostil. Esto no quiere decir que sea agresivo, pero sí es hostil en la medida en que encarna una negación. Decir que no a alguien (o que nos digan que no) implica una frustración. Sin embargo, una diferencia crucial está en personalizar esa negativa, porque muchos de los "no" que se dicen en una separación son al vínculo y no a la persona. En este sentido, mi consejo es que seas cuidadoso en (no) tomarte como personales cosas que te dice el otro quizá con el fin de recuperar su autonomía.
Por esta misma vía, agregaría que también podría ser importante no decir cosas con el fin de producir un efecto en el otro. Si queremos separarnos con responsabilidad, tenemos que dejar de lado el hablar a boca de jarro, o solo para hacer reaccionar al otro. No es fácil, pero ahí está el desafío: siempre es tentador decir algo para ver qué dice o hace el otro, para ver qué tan separado está de nosotros –como si quisiéramos medir su separación en lugar trabajar la nuestra. De ahí que, vuelvo a una idea que anticipe antes, pero ahora digo de otra forma: la separación es una transformación del vínculo, para que dos personas recuperen autonomía; no es un acto de venganza, no es un abandono, no es dejar ni que nos dejen.
¡Qué difícil pensarnos por fuera de un vínculo! No obstante, los vínculos siempre van entre un adentro y un afuera, en transformación. Creo que si a veces nos cuesta tanto transitar una separación es porque tenemos la fantasía de que, sin el vínculo, no hay nada más; pero, ¿sabés qué Christian? Con una buena separación es posible reencontrarse con el otro desde otro lugar y compartir otras y nuevas cosas.
Una separación es siempre un ejercicio de supervivencia. Cuanto menos nos sentimos capaces de sobrevivir, más vamos a culpar al otro o le vamos a querer cobrar nuestro dolor. Sin embargo, ese dolor es nuestro y lo peor que podemos hacer es asumir una actitud de revancha o castigar en el otro lo que no podemos aceptar de nosotros. Para un caso como el de ustedes, con hijos "en común", voy subrayar esta expresión: lo común permanece a pesar de la separación de los padres y es preciso velar por su protección. Un gran mito en las separaciones es creer que daña a los hijos, que los padres juntos es lo mejor para un niño y esto no es así. También puede ser sumamente doloroso para un hijo tener que cargar con la culpa de unir a sus padres.
En este punto, quiero decirte que me parece fantástico que hayan pedido un turno para iniciar una consulta de pareja, porque sin duda un espacio terapéutico puede ser –en lugar de para forzar la relación– para buscar la mejor manera de seguir cada uno con su vida sin ponerse palos en la rueda.
El fin de una pareja no es necesariamente el fin del amor o el cariño por el otro. Cuando alguien nos dice que ya no quiere estar más con nosotros, en lugar de pensar que ya no nos quiere, mejor tratar de escuchar qué del vínculo con nosotros le duele o lastima. Es posible salir adelante, haciéndole lugar a una transformación que no nos resienta.
Nunca es tarde para aceptar que las separaciones no llegan de un día para otro, sino que son el trabajo de un largo y sinuoso desgaste por el cual ninguno puede culpar al otro. Si nos animamos a sobrevivir, habremos crecido un montón y, además, estaremos más enriquecidos para nuevas experiencias.
Así me despido, querido Christian, deseándoles una separación de la que puedan estar a la altura, por ustedes y por sus hijos, para que puedan seguir compartiendo la vida a pesar de ya no ser pareja.
(*) Para comunicarse con el autor: lutereau.unr@hotmail.com