Sábado 10.9.2022
/Última actualización 10:57
Dejando de lado la clásica y redundante discusión por la supremacía entre Diego Maradona y Lionel Messi en el fútbol, al consultar sobre cuáles son los deportistas argentinos más importantes de la historia, el nombre de Emanuel Ginóbili aparece sin dudas. Siempre acompañado de gigantes como Luciana Aymar y Guillermo Vilas, entre otros.
La llegada al Salón de la Fama de la NBA por parte del basquetbolista nacido en Bahía Blanca resulta una consecuencia de la casi excelente carrera deportiva que ha tenido. Altísimos rendimientos deportivos y un correcto comportamiento en todos los ámbitos lo convirtieron en un ejemplo a seguir para muchos.
Desde sus primeras apariciones en la Liga Nacional con Andino de La Rioja y la Selección Argentina, demostró tener ese “algo” que lo diferenciaba de los demás. Combinando las mejores cualidades de algunos de sus contemporáneos en la Generación Dorada (la inteligencia de Luis Scola, la garra de Andrés Nocioni y el talento de Carlos Delfino) se posicionó rápidamente como el “distinto” del básquet argentino.
Para aquellos jóvenes argentinos, e incluso latinoamericanos, que se adentraron en el mundo del deporte durante la primera década del actual siglo, la figura de Ginóbili se volvió un faro que los guió en su camino.
El codearse con las estrellas de la NBA, llegando a dominarlas por momento y alcanzando los picos más altos con cuatro anillos, captó la atención de los argentinos y lo hizo sinónimo de básquet para los ajenos a la disciplina.
Haber recaído en San Antonio Spurs con Gregg Popovich moldeó su juego y potenció su figura de estrella. La identidad de juego más cercana al estilo FIBA de la franquicia texana ayudó para que fuera de Estados Unidos sea tomado como referencia para el aprendizaje de los más chicos.
El juego de pases de los Spurs en la ofensiva, el sacrificio defensivo, la disciplina, el trabajo en equipo y la presencia masiva de jugadores internacionales fueron algunos de los puntos que enamoraron a latinos y europeos.
Popovich y Ginóbili durante su primera temporada juntos en San Antonio.Quiénes aprendieron a jugar al básquet en los primeros 10 años de los 2000 se criaron viviendo las extensas noches de NBA o compartiendo los sueños de la Selección Argentina en los Juegos Olímpicos como valores emotivos. Mientras que desde el aspecto técnico y táctico, observaron la construcción de Ginóbili y San Antonio como “ideales” de juego.
Resultaba inevitable que por aquellos años algún pequeño basquetbolista no soñara al menos por un momento en parecerse mínimamente a Manu. La destreza, el éxito, la magia de estar en lo más alto y el reconocimiento eran un anhelo, incluso para los entrados en edad.
A la hora de un entrenamiento, un partido o hasta en un “picadito”, no podía obviarse hacer alguna referencia al bahiense en algún punto. Ya sea después anotar con un euro step, al toparse con un habilidoso zurdo o por parte de los entrenadores al momento de compartir el conocimiento. El ejemplo, hasta el día de hoy, es familiar, cercano y respetado.
De igual manera que con otros miembros de la Generación Dorada, lo que Emanuel hiciera dentro de la cancha, su comportamiento en los entrenamientos y lo que dijera ante los micrófonos era “palabra santa”.
El legado que deja para los deportistas argentinos es enorme. Toda vara que se le hubiera podido colocar, él la alcanzó. Además, marcando un precedente a nivel internacional, en una disciplina dominada por norteamericanos y con presencia de jugadores nacionales sin consistencia hasta su llegada.
Cualquier cita de colegas o especialistas queda corta y obliga a dar paso a la de otro. Sin embargo, dos comentarios del mítico Kobe Bryant resumen el valor de Manu Ginóbili en la NBA. El “¿Quién es ese chico blanco?” que soltó al cruzarlo por primera vez en el parqué y sorprenderse por sus condiciones, y la reflexión a pocos meses de su fallecimiento: “Si Manu Ginóbili no hubiera estado, tendría 10 anillos NBA”.
El ingreso en el Salón de la Fama este sábado por la noche en Springfield, Massachusetts, no sólo es un galardón a su carrera, sino también una validez del enorme respeto y admiración que generó en millones de personas, y que seguirá generando.