Manuel Belgrano fue definido como un hombre clave en el pasaje entre dos sistemas en el Río de la Plata, el colonial y el revolucionario, que luego llevaría a la independencia mediante un proceso violento e incierto, con reclamos, ambiciones, discordias y acuerdos, donde no estuvieron ausentes el valor y grandeza.
Una imagen predominante para evocarlo es la de militar, por cierto, una faceta muy importante en su vida pública. Una de sus acciones memorables fue, sin dudas, la creación de la bandera que se constituye en el distintivo unificador del proyecto revolucionario y libertario de mayo. En 1812, a instancias del gobierno porteño, Belgrano creó dos Baterías en el Rosario, para defender las costas del Paraná del asedio español. No teniendo bandera propia, Belgrano la mandó hacer blanca y celeste y la enarboló el 27 de febrero. La proclama de juramento escrita por Belgrano se guarda aún en un viejo tomo del Archivo Histórico de Santa Fe.
Mirá tambiénBuenos Aires: robaron la placa que señalaba dónde nació y murió Manuel BelgranoPero esa imagen vinculada a su trayectoria militar y a su acción guerrera, se enriquece al incorporar otras valiosas aristas personales. Se doctoró en Leyes, se formó en el liberalismo español de fines del siglo XVIII, defendió el saber práctico y la educación como fundamento de la felicidad pública y la prosperidad social. Fue diplomático, periodista crítico, un gran economista, ferviente fisiócrata, el Dr. Miguel Ángel Asensio ha estudiado en profundidad su pensamiento doctrinal con influencia de los ilustrados borbónicos y de la fisiocracia como doctrina impulsora de la agricultura y, por ende, de la colonización rural. En sus Memorias consulares y en su periódico El Correo del Comercio se difundían estas nuevas ideas ilustradas.
En la historia santafesina, la acción de Belgrano está íntimamente ligada al paso del ejército expedicionario bajo su mando por Santa Fe por lo significativo que fue para la sociedad santafesina y la región. En setiembre de 1810, la Junta de Gobierno de Buenos Aires organizó expediciones al interior para sofocar la contrarrevolución. El general Belgrano partió desde Buenos Aires al Paraguay, pasando por San Nicolás, Rosario, Coronda. El 1 de octubre acampó sus tropas en el Paso de Santo Tomé, vadeó el río Salado y entró en Santa Fe, siendo recibido por las autoridades locales y conducido al Convento de Santo Domingo donde fue alojado, Belgrano era terciario domínico. En apenas ocho o nueve días ese pasaje tuvo un impacto muy importante:
- La incorporación de parte de las compañías de Blandengues a la expedición desprotegió la frontera norte de la ciudad. La escasa dotación en los fuertes no pudo frenar los avances indígenas en el área. Muchos de sus habitantes emigraron hacia las tierras de la Bajada del Paraná y al sur hacia el Pago de los Arroyos, es decir que hay una transformación de esa área fronteriza en términos económicos y demográficos.
- El paso del ejército demandaba alimentos, armamentos, medicinas y asistencia a heridos además de otros elementos de manutención y equipamiento militar que eran pagados con remesas de pesos plata. Este asentamiento temporario de la tropa significó una importante circulación de moneda fuerte que benefició a todo aquel que podía vender u ofrecer su oficio y sus servicios.
- Comerciantes y hacendados donaron dinero, ganado y bienes de consumo diversos. La historiografía rescata principalmente a dos que ponen en disponibilidad sus bienes y servidumbre para la causa revolucionaria: Francisco Antonio Candioti y Gregoria Pérez de Denis, ambos santafesinos, ricos hacendados y terciarios domínicos. Esta pertenencia compartida entre Belgrano y estos benefactores hace suponer un acto de fuerte solidaridad como parte de una misma comunidad religiosa. Pero están los donantes menos notorios como Gertrudis Robert, los que vieron reactivar sus comercios de yerba, carne y tabaco para los soldados como Agustín Dacosta y José Echevarría o bien armeros, carreteros y herreros como Francisco Ocampo, Laureano Tarragona, Isidoro Martínez, que recibieron unas monedas a cambio del desempeño de sus oficios.
Estos hechos que recordamos hacen pensar en la necesidad de conocer más el impacto de la guerra revolucionaria en las sociedades del Litoral, la leva de soldados, los heridos y enfermos, la vida y la muerte, el dolor y el sufrimiento, pero también los actos heroicos en defensa de la patria.
Lo trágico y lo heroico se experimenta tanto en el éxodo jujeño de 1812 dirigido por Belgrano como en sus grandes triunfos en las batallas de Salta y de Tucumán que frenaron el plan español de bajar hasta Buenos Aires, sin olvidar las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma en 1813 que obligaron a templar los ánimos y renovar fuerzas para seguir luchando contra los realistas.
En sus consideraciones finales, Sonia Tedeschi señaló la necesidad de conocer más el pensamiento y la acción de Belgrano en el espacio y en el tiempo que le tocó vivir y en particular, las decisiones que tomó de cara a los desafíos de la revolución y la independencia. En esas valoraciones es indispensable ampliar el homenaje a quienes junto a Belgrano emprendieron la tarea de liberar de la opresión colonial a toda América. Además, aclaró que existe una tendencia a ver el desarrollo de un proceso histórico de una manera lineal e inevitable, es decir tomamos conocimiento de los hechos del pasado dándoles el carácter de un plan predestinado. pero deberíamos preguntarnos, procurando un ejercicio de empatía, qué sentían sus protagonistas, tanto sus líderes como sus seguidores y demás habitantes que seguramente percibían los aires de transformación y las múltiples alternativas que se abrían a la hora de tomar decisiones. Para los protagonistas en mayor o menor grado este tiempo de cambio y revolución tenía un desenlace abierto.
En este itinerario biográfico destacó a Manuel Belgrano como un pensador revolucionario para quien la política tenía un sentido de responsabilidad ante las generaciones futuras. Un sentido que encuentra recurrente en sus escritos económicos y políticos, pero no solo en Belgrano sino también en muchos dirigentes e intelectuales de entonces: los congresales que proclaman la Independencia en 1816, los impulsores y redactores de constituciones provinciales como la de Santa Fe de 1819 que quieren fijar un sistema a la posteridad.
En medio del vértigo revolucionario y de independencia, en medio de las arduas discusiones para crear un nuevo orden político-institucional con bases constitucionales, la concepción de la política mira lejos y piensa en su legado a las generaciones futuras. Es una concepción que se convierte en todo un acto de generosidad y de grandeza. Como legado de esa época que atraviesa todo el tiempo histórico y del cual la disertante ha dejado algunas señales en esos fragmentos de historia, se destaca el derecho inalienable de la libertad, para ejercerlo y custodiarlo, el compromiso ciudadano activo ante los desafíos que impone nuestra realidad y el sentido responsable de la política en todos sus planos.
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