Por Santiago de Luca
Por Santiago de Luca
A la memoria de Ricardo Piglia.
Roberto Arlt escribía sus crónicas porteñas para el diario El Mundo. Este ejercicio le permitió desplegar su escritura. Y algo más importante. Vivir gracias a lo que escribía. O sobrevivir gracias a lo que escribía. Llamó a sus crónicas “Aguafuertes”. Uno puede pensar una relación con Goya. Lo que sí es necesario en esta técnica de grabado es el ácido. Hay que sumergir las placas en ácido para que aparezca la imagen. Los textos de estas crónicas de Arlt sumergen su escritura en el ácido para hacer visible la imagen. La acidez como única posibilidad de la visión. Ahora, el tiempo permite todas las paradojas. Una crónica periodística que escribe sobre otras crónicas. El aire de nuestros tiempos.
La distancia permite poner en perspectiva la figura de Arlt. Hay algo entrañable en su personaje, en la fuerza que tenía su manera de escribir mal. Piglia ha cruzado la figura de Arlt con la de Borges, al sugerir una lectura de Borges desde Arlt. Estos dos escritores serían como las paralelas de la literatura argentina. Pero hoy, gracias a la física no newtoniana, sabemos que las paralelas sí se cruzan. Y pueden terminar hechas un nudo. Pero en esta crónica sobre las crónicas de Arlt quiero destacar una parte de su obra que fue hasta hace poco tiempo más “marginal”. La parte marroquí. En 1935, la única vez que Roberto Arlt dejó Sudamérica, viajó, como corresponsal del diario El Mundo, a España y a Marruecos. Ingresó a este país por Tánger, luego fue a Tetuán y a Ceuta para regresar por Málaga a España. En este periplo marroquí, Arlt envió diez crónicas.
Por momentos, se encuentra seducido por el exotismo, pero a medida que avanza su escritura, sus relatos pasan de lo costumbrista al ácido del aguafuerte. Una de sus crónicas africanas más logradas es la que se titula “El narrador de cuentos”, que en realidad es el xej-el-clam, el contador de historias en la plaza. Roberto Arlt asiste en la plaza del Zoco Grande en Tánger, también llamado Zoco de Afuera, al espectáculo del contador de cuentos rodeado por el público del mercado. No sabe árabe ni entiende las palabras del contador. Pero se detiene en los gestos de lo que cuenta, como si no fuera necesaria la comprensión de la lengua para entender la historia. Los hechos se vuelven cuerpo. O las palabras son el cuerpo del xej-el-clam. “De pronto el narrador levanta la voz, pronuncia tres palabras y todos estallan en carcajadas. Algo aquí ha ocurrido; el xej se encorva, su cara se llena de terror, su palo se mueve en el aire. Evidentemente, está combatiendo con un espíritu invisible; todos contemplan espantados al enemigo con el cual batalla el narrador. De pronto el xej lanza un grito, levanta las manos al cielo; nuevamente pronuncia el nombre del Clemente, el Misericordioso; los dedos de la multitud vuelan de los labios a la frente, todos se quitan el gorro, vitorean el triunfo de Alá y de su profeta. Los viejos sonríen satisfechos; el narrador se frota la frente con la manga negra de su chilaba. Y señala a lo lejos. La multitud vuelve la cabeza para mirar huir al enemigo; el xej se sienta en cuclillas; para despabilar al auditorio arranca un redoble sordo del tambor y luego extiende las manos”. Arlt asiste a un rito milenario. Está en el origen de la literatura.
Se sabe que conocemos por comparación con lo conocido. En las crónicas dedicadas a la ciudad de Tetuán, la antigua capital del Protectorado Español, Arlt se sorprende por la arquitectura y los elementos familiares.
Confiesa en un momento de su texto que no sabe si está en África o en Rosario. Luego se detiene con admiración en lo que él llama el capricho de la línea curva. También le sorprende la “vida oscura y cavernaria” de la ciudad. Más allá de sus momentos de atracción por lo folclórico, Arlt fue uno de los primeros escritores argentinos de repercusión masiva que escribió sobre Marruecos. Sólo por este hecho fecundo es necesario volver sobre esta parte a veces ignorada de su obra.
La mítica librería del norte de África, Librairie des Colonnes, que en su origen fue una antena de la editorial francesa Gallimard, va a publicar los textos dedicados a Marruecos. Es decir que de los textos incluidos en la publicación que apareció con el título “Aguafuertes españolas” se van a tomar sólo aquellos que Arlt envió a Argentina desde Marruecos. El objetivo es poner en relieve el impacto del viaje al norte de África en la obra de Arlt. El libro tendrá como título “Aguafuertes marroquíes”.
Las crónicas fueron traducidas al árabe y al francés. Discutí con las dos traductoras, la profesora Randa Jebrouni y la investigadora Dounia Tengour las expresiones típicas de Argentina y la tonalidad de alguna de sus frases. Como la escritura de Arlt se compone de expresiones típicamente argentinas, la traducción conserva un léxico del árabe marroquí propio de África del Norte y diferente del de la península arábiga. Estamos en un momento histórico en el que las dos ciudades del Norte que visitara Arlt están bajo la influencia de diferentes países extranjeros. Tánger es la ciudad del Estatuto Internacional y Tetuán la Capital del Protectorado Español administrada por el Alto Comisario puesto desde Madrid. Pero las crónicas pertenecen a un escritor que no pertenece a ninguno de los países de influencia en Marruecos en esta época. Se hizo una gran traducción, vibrante, a la lengua del contador de cuentos, el xej-el-klam, cuyos gestos pudo observar Arlt en 1935 en el Zoco Grande de Tánger.