Heidegger y la temporalidad existencial (Parte II)
Filosofía universal / Protagonistas.
Heidegger y la temporalidad existencial (Parte II)
Sábado 30.9.2023
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Última actualización 4:40
En nuestra entrega anterior terminábamos diciendo que la propuesta del filósofo alemán Martin Heidegger suprimía el objeto de la metafísica, en tanto queda anulado y sin respuesta, lo que provoca un camino inaccesible a todo tipo de indagación ontológica. Su error principal es partir del "hecho de ser", o de la existencia a secas, en vez de preguntarse por "lo que es" en relación a su sustancia o esencia de las cosas, como sostiene la sana y correcta tradición metafísica. Así pues, gracias a esta clara postura se salvaguarda el orden de las esencias inscritas en el orden de la naturaleza, cuya manifestación es asequible a la inteligencia, y en definitiva tiende a su perfeccionamiento.
Naturalmente, el ser adopta una terminología propia de un sistema lingüístico teñido de subjetivismo y sin llegar a corresponderse con la realidad. Para el realismo, el acto intelectual abstrae el "ser" de una cosa real (o ente) para conocer su esencia (o "quiddidad"), o sea el conjunto de determinaciones que hacen que una cosa sea efectivamente eso que es y no otra. Esto último unido al "esse", o lo que equivale al "acto de ser", para que "la cosa" tenga "existencia real".
En cambio Heidegger analiza distintos "modos de ser" en el plano existencial y, por lo tanto, termina abstrayendo, ya no "la cosa en sí", objeto coherente y accesible del realismo, sino lo que vendría a ser una suerte de "acción o movimiento", es decir donde se desenvuelve la pura existencia, que, por un lado es "dinámica y fluida", con la consecuente imposibilidad de "sistematizar y universalizar" todo el amplio margen existencial en un cuerpo abstracto de ideas. Y por el otro, cuando hablamos de la existencia del hombre podemos hacer referencia a la realidad concreta de una "sustancia-individual", distinta y única en cada caso. A partir de estos dos ejes, se da una imposibilidad manifiesta de proceder a un método que capte la existencia, como pretendió el autor alemán.
Tres conceptos claves
Los tres conceptos claves en la filosofía de Martin Heidegger son: 1) Dasein. 2) Ser-en-el-mundo. 3) Temporalidad. El Dasein, un término conflictivo en sí mismo y abierto a varias interpretaciones, se interpela como el ser-ahí-concreto, o la existencia concreta en el sentido de la realidad humana y más específicamente como "fundamento del hombre", que se distingue de los demás entes en cuanto está abierto al ser y a la comprensión-del-ser. En consecuencia, el Dasein es en-cada-caso-mío (Jemeinigkeit) o la posibilidad concreta total de mi existencia y el conjunto de posibilidades que de ella emanan. Aquí, justamente, la existencia es "preeminencia" (Vorrang) sobre la esencia sin llegar a su negación como en el caso de Jean Paul Sartre. En otras palabras, la esencia del hombre reside en su existencia hasta el punto de llegar a la absorción de la esencia por la existencia y, por ende, el hombre es un continuo hacerse librado a sus propias elecciones vitales.
De ahí la famosa afirmación de Heidegger que la existencia es "la casa" donde habita el ser o el "pastor" o "custodio" que guarda el ser, puesto que, valga la redundancia, el ser se "revela" precisamente en la propia existencia y no como una categoría independiente y diferenciada de mi propio existir a la que más bien llego a captar por un acto propiamente "intelectual". Nuevamente su error es absolutizar la existencia como única forma de aprehender el ser por medio de datos estrictamente existenciales, con la nota distintiva de que la existencia es el modo de ser característico del hombre.
El hombre se presenta ante todo como un Ser-en-el-mundo (In-der-Welt-Sein) y es la determinación fundamental del Dasein y su manera de ser bajo tres aspectos a saber: el "mundo", el "ser del existente" y el "ser-en". En primer lugar, el hombre como tal está implicado en el mundo, y le compete, pues, determinar la estructura de ese "mundo" que no está en él como un "yo aislado" sino que se percibe en relación a otros existentes que forman el "mundo circundante" (Umwelt). El mundo siempre está referido al hombre.
En segundo término, debemos preguntarnos por el existente, es decir por el Dasein vinculado a la mundanidad (Weltlichkeit), no como suma de objetos o cosas, sino la del Dasein como totalidad y determinación existencial en relación al mundo. Finalmente, Ser-en no implica que el hombre está contenido en el mundo de modo accidental como, por ejemplo, un vaso que contiene agua, sino que adquiere verdaderamente un carácter "existentivo", o sea pertenece a la misma estructura del ser.
El hombre como ser temporal
El hombre está ligado al mundo y, por ello mismo, es constitutivo de su propio "yo" dándose una imposibilidad de pensarse por fuera de él. Aquí propiamente pierde significación el mundo de las "esencias inteligibles", es decir la estructura metafísica de lo suprasensible, pues todo planteo queda reducido –inevitablemente- al plano existencial, lo que deriva además en un fuerte escepticismo propio de los sistemas filosóficos cerrados (que más bien se anulan a toda verdad ontológica). De todas formas, más allá de lo anterior, la nota significativa de Ser-en-el-mundo es la "preocupación" (Besorgen), es decir el sentimiento primitivo frente a las cosas o, específicamente, "el mundo de los instrumentos" (Zeuge).
Existir es preocuparse, "estar arrojado al mundo" en el instante mismo que reflexiona sobre sí como un ser "ya-ahí" o en "estado-de-yecto" (Geworfenheit), o sea colocado en el mundo y de alguna manera ya deviniendo. Por otra parte, en ese estar-en-el-mundo se presenta una suerte de tensión entre lo que ya es y lo que tiene que ser en el abanico de posibilidades que se deben elegir, y que se "pro-yecta" continuamente hacia esas mismas posibilidades. Pero no como un sentimiento pasajero, sino como parte misma de la estructura indiferenciada Dasein.
De planteos imposibles y expresiones vagas, el filósofo de Friburgo describió distintas categorías de "ser" confinados al plano de lo "temporal" y, por esta misma razón, circunscrito al análisis fenoménico como ya se adelantó. Además de una existencia encerrada y reducida a su puro devenir en el tiempo. En efecto, la "temporalidad" (auszer-sich-Sein) se expresa por el carácter finito del Dasein en cuanto es una realidad fluyente. El tiempo, propiamente en Heidegger, toma una dimensión ontológica e inmanente al hombre, puesto que él mismo es el tiempo en su estructura contingente y se revela en su esencia como "un ser temporal": una manera de ser como proceso de temporalización. Su temporalidad fundamenta el tiempo y la historia, ya que tiene razón de ser por el mismo hombre.
Sin embargo, la existencia no adquiere un carácter sustancial (o esencial) sino que toma la posesión de un "proyecto"; un hacerse continuo desde el presente hacia el futuro, que, a su vez, se va haciendo pasado entre dos nadas. Específicamente, el existencialista alemán describió una "dialéctica del tiempo" a partir de tres "ex-stasis" que constituyen la temporalidad del Dasein entre el pasado, presente y futuro, difícil de interpretar: un presente trascendido en relación al pasado y un presente que trasciende hacia el futuro. Y precisamente, el presente incluye su porvenir (o futuro) que ya está siendo y viniendo a ser lo que "yo" era en el pasado. De ahí que el ser se está realizando sin cesar, donde se ve que participa tanto el pasado, el presente y el futuro continuamente.